sábado, 28 de septiembre de 2013

Defiéndanse, pero contra mis enemigos

Defiéndanse, pero contra mis enemigos
septiembre 27, 2013
Rogelio Manuel Díaz Moreno

HAVANA TIMES — Un nuevo corto audiovisual presenta, al ciudadano cubano,
a proyectarse más activamente ante lo que se puede apreciar como
maltrato en determinadas instituciones del Estado.

Toda la trama ocurre en el salón de espera de una institución
indeterminada, donde una secretaria "guarda" el orden. Ante ella, un
grupo de personas aguarda, presumiblemente, para realizar alguna gestión
burocrática. Algo raro se aprecia en sus rostros, que tienen la boca
borrada.

Una persona aparece por el fondo y hace entrega de un paquete a la
secretaria. Obviamente, un soborno que le abre las puertas a la solución
de su problema. Tan solo una persona de entre los que aguardan, único
que no aparece con la boca borrada, se activa en contra de la
alteración. Frota los rostros de los demás, lo que les devuelve a la
normalidad. Los rescata así de la condición de ciudadanos indefensos al
abuso, y pareciera triunfará al fin la justicia.

Cuánta desfachatez.

La tesis subyacente de este corto es que la principal causa del maltrato
es la indolencia de los funcionarios de menor rango. Que el deterioro
ocurre en el piso más bajo de la pirámide verticalista del sistema
cubano, y que los ciudadanos interesados tienen el poder y el deber de
arreglar el problema.

Algo similar he visto publicado, respecto al tema de los timos a los
consumidores en diferentes mercados de alimentos o mercancías
industriales. La prensa oficialista insiste en que lo único que debe
hacer el consumidor, para resolver su problema, es defender sus derechos
a ese nivel.

Solo que no es así.

Supongamos que la secretaria, y el resto de los funcionarios cumplieran
disciplinadamente su papel, en el último eslabón de la cadena
institucional, sin aceptar sobornos o componendas. Los ciudadanos
seguirán bastante indefensos frente a la parafernalia de leyes,
resoluciones, circulares, prohibiciones, regulaciones, etcétera, que
enyugan sus vidas con todo el peso de una burocracia totalitarista.

Añadamos a esto que los ciudadanos acuden a cada uno de estos lugares, a
sabiendas de que tratan con "poderes superiores". Que van a intercambiar
con la fuerza del Estado, que siempre tiene la razón. Que las
estructuras formalmente previstas para la reclamación contra abusos,
están a cargo de los mismos intereses responsables por los abusos en
primera instancia.

Enfrentarse personalmente al funcionario que tiene las llaves de la
solución de tu problema es, entonces, una mala idea. Para colmo, los
dolientes que acuden a la oficina no se reconocen entre sí, no se tienen
por tanto confianza. Pueden imaginar, perfectamente, que los demás harán
lo que puedan por resolver egoístamente su problema.

Están atomizados, divididos, más allá del intercambio o el diálogo
intrascendente o hasta indignado, frente a un abuso que se sufre en
común. Es exactamente igual al dilema del prisionero. Y es el resultado
de la imposición de un sistema donde predomina el más fuerte, desde una
posición de poder establecida, o fomentada, o permitida por la gestión
del mismo Estado.

Los funcionarios de la burocracia, los vendedores y administradores de
mercados, los decisores ene temas de Vivienda, Comunicaciones, Salud,
Educación, Empleo… manifiestan por demás una notable unidad. Por el
contrario, las posibilidades de "resolver" mediante amistades, sobornos,
etcétera, tienden cuñas de desunión entre los desiguales estratos de
solicitantes, usuarios, clientes, estudiantes, pacientes…

El héroe que saca en el mercadito su pesa para comprobar la mercancía es
mirado con asombro y preocupación por posibles represalias. La persona
trabajadora teme alzar la voz en el puesto de trabajo.

El infeliz que no conoce a nadie ni tiene un peso para regalar un
cucurucho de maní, languidece tras décadas de gestiones para que el
sistema, al que ha dedicado una vida de trabajo, le arregle la azotea de
la casa en peligro de derrumbe. Si acaso, alguien envía una carta a un
medio de prensa, que la pública con gran alharaca. Esto, en ocasiones,
tiene la capacidad de generar una reacción puntual, pero no amenaza la
continuidad del problema.

Ah, pero qué distinto sería si los consumidores, estudiantes, pacientes,
solicitantes, no tuvieran reparos en acudir a una asociación de defensa
de sus derechos. O fundarla, cuando lo que exista no satisfaga sus
necesidades.

Una red, o más de una, auto organizada por los interesados, horizontal y
democrática, con el reconocimiento jurídico legítimo en cualquier
sociedad que se precie de democrática. Independiente de los poderes del
Estado-Gobierno, solo obediente al interés de la población, que es el
interés de la nación.

No sería el bálsamo milagroso cúralo todo, pero la protección de los
derechos de los ciudadanos tendría mucho que ganar con ese tipo de
estructuras. Su actuar, a través de debates, reclamaciones,
negociaciones o conflictos legales cuando no quede otro camino,
obligaría a replantear las condiciones de atención a los trajinados de hoy.

Condiciones que irían más allá del mero tramitar de una cuestión o
mecanismo burocrático: se produciría el cuestionamiento mismo de la
validez de esos mecanismos agobiantes, que restan libertad a la persona.
Las instituciones del Estado-Gobierno tendrían que empezar a escuchar y
acatar las voluntades populares, en cuanto a acercar la solución de los
problemas de la vida cotidiana, en vez de fabricar otros.

Por supuesto, que unas estructuras así están muy lejos de los intereses
de unos estratos autoritarios interesados en mantener y perfeccionar su
privilegiada situación. Tal amenaza es inadmisible. ¿La ciudadanía se
encuentra insatisfecha por el nivel de los servicios que la acompañan?
Eso también es una amenaza para las altas autoridades, pero no tanto
como el empoderamiento de la ciudadanía. De eso nada.

Que se desgaste el ciudadano, luchando desnudo contra el tenderillo y el
inspector corrupto. Y así se matan dos pájaros de un tiro, porque ese
inspector sobornable y ese tenderillo también perjudican la placidez y
las rentas de los grandes poderes. Defiéndanse, ciudadanos, parecen
decir. Pero, cuidadito: solo contra aquellos que también me representen
problemas a mí; nunca contra mí.

Por suerte, esto no podrá ser siempre así.

Source: "Defiéndanse, pero contra mis enemigos" -
http://www.havanatimes.org/sp/?p=90883

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