El cínico paradigma del gasto estatal
[27-08-2013]
Alberto Medina Méndez
(www.miscelaneasdecuba.net).- Muchas de las creencias fuertemente
arraigadas en la sociedad provienen del socialismo más ortodoxo. Una de
ellas es que el GASTO ESTATAL es bueno, saludable y hasta un dinamizador
de la economía. La lista de bondades descriptas es interminable y
resulta realmente sorprendente que la inmensa mayoría del arco político,
sostenga ese paradigma con ciertos matices que no cambian el fondo de la
cuestión.
Cuando se acepta la idea de que el gasto estatal es positivo, se validan
automáticamente, aun sin pretenderlo, todas sus fuentes naturales de
financiamiento, que paradójicamente son rechazadas sistemáticamente por
los individuos. La ";caja"; de cualquier Estado se alimenta
invariablemente de impuestos, endeudamiento o emisión monetaria.
Los impuestos son los recursos que los gobiernos detraen en forma
coercitiva y obligatoria, es decir por la fuerza y sin mediar la
voluntad de ningún ciudadano, quitándoles una parte, muchas veces
importante, del fruto de su esfuerzo genuino y de su sacrificio personal.
El endeudamiento estatal implica que las generaciones actuales usarán
dineros que le prestaron, para que otros en el futuro deban abonar ese
consumo presente. Una perversión estatal de las más crueles, porque en
ese esquema un grupo de individuos hoy decide que utilizará un dinero
que otros, que no fueron consultados, terminarán pagando con su trabajo.
La emisión monetaria es esa herramienta que los gobiernos aplican
abusando del monopolio estatal del que disponen para la fabricación de
moneda local, que deriva en la creación artificial de dinero sin
respaldo. Cuando esa emisión no es genuina y no tiene soporte real,
produce inflación, el más perverso de los impuestos, ese que hace que
quienes tienen ingresos fijos vean como se deteriora su poder de compra.
Todos estos instrumentos son detestados por la sociedad, porque de forma
directa o indirecta, percibe que inciden sobre sus ingresos presentes y
futuros, por lo tanto sobre su calidad de vida actual y su porvenir.
Sin embargo, con casi la misma vehemencia que se rechaza a esas
herramientas, se aplaude al gasto estatal. Es que la política ha
instalado esta idea y la alimenta a diario. No lo hace de casualidad o
sin intención. Cuanto más dinero administra el Estado, más poderoso es
el político de turno que dispone de su destino en forma inconsulta, o a
lo sumo con otros de su clase, con la corporación de dirigentes, que
deciden discrecionalmente hacia adonde lo orientarán. Algunos intentan
hacerlo con más criterio, pero es inevitable caer en la arbitrariedad.
Los políticos saben que precisan promover un gasto estatal elevado. Eso
los hace importantes y poderosos. Así consiguen que los que pretenden
acceder a esos fondos los contacten, con todo lo que eso significa a la
hora de manejar recursos, cuando no de generar oportunidades de corrupción.
Por eso es que cuando algún sector de la ciudadanía, le dice a la
política que los impuestos son altos, que deberían bajarlos, ellos
argumentan que para poder disminuir unos, se deben previamente subir
otros. Ellos creen, y además les resulta muy conveniente, que el gasto
estatal no debe bajar, jamás reducirse. Por eso han trabajado en la
importante batalla cultural convirtiendo al término ";ajuste"; en una
mala palabra y en sinónimo de caos.
En realidad cuando en la vida particular los números no cierran, existen
solo dos caminos posibles, o el incremento de los ingresos o la
reducción del gasto. Pero se sabe que incrementar ingresos en el Estado,
implica aumentar impuestos, endeudarse o emitir dinero artificial
provocando inflación. Ellos insisten en esta dialéctica pérfida, esa que
dice que el gasto es inflexible a la baja y que solo se puede ser
sostenido o aumentado. Cuando alguien audazmente sugiere lo contrario,
lo demonizan, siendo que son ellos quienes condenan a la comunidad a
este círculo vicioso.
Lo que no dicen los políticos es que el gasto puede y debe reducirse, y
no necesariamente dejando de prestar servicios. No es novedad que el
Estado es fuente de corrupción, esa que consume recursos que no van a
parar a las prestaciones esenciales sino a los bolsillos de los
funcionarios hipócritas, los mismos que dicen que el gasto no se puede
disminuir.
Tampoco dicen esos dirigentes que el Estado es intrínsecamente
ineficiente porque aplica más recursos de los necesarios para obtener lo
que otros logran con menos. En este contexto, es inadmisible seguir
aceptando ciertos patéticos y paupérrimos argumentos lineales que solo
invitan a creer, sin razón alguna, en la falacia de las virtudes del
gasto estatal.
A estas alturas es imprescindible discutir, sin temor, seriamente y
sobre todo sin que medien intereses personales directos, cuales son las
funciones vitales de un Estado y cuales definitivamente no le
corresponden. Mientras tanto tendremos que seguir asistiendo al triste
espectáculo que nos proponen cuando hablan del cínico paradigma del
gasto estatal.
Source: "El cínico paradigma del gasto estatal - Misceláneas de Cuba" -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/521c79533a682e097432ac0d
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