Represión
Las bondades de la imperfecta democracia made in USA
En Cuba hay muchos abismos, y pocos están dispuestos ser arrojados a
ellos. La línea del borde se ha ampliado por la presión social, pero la
represión sigue muy presente
Miriam Leiva, La Habana | 01/06/2012 9:55 am
Recién concluidos los juicios sumarísimos a 75 pacíficos cubanos, con
sentencias de hasta 28 años de cárcel y el fusilamiento de tres jóvenes
negros, que erróneamente trataron de secuestrar un barco para huir de
Cuba sin hechos de sangre, el 19 abril de 2003, 26 intelectuales y
artistas cubanos suscribieron el "Mensaje desde La Habana para amigos
que están lejos", sobre los manifiestos "calumniosos contra Cuba… Textos
que están siendo utilizados en la gran campaña para aislarnos y preparar
terreno para una agresión militar de Estados Unidos contra Cuba". Entre
los firmantes se encontraban Miguel Barnet y Eusebio Leal. Ahora, en
mayo, ambos recorrieron libremente Estados Unidos, de San Francisco a
Nueva York, y hablaron a plena capacidad.
En realidad, el propósito del Mensaje era justificar a las autoridades
que ejecutaron la gran ola represiva conocida como Primavera Negra, los
días 18, 19 y 20 de marzo de 2003 y el asesinato de los tres jóvenes,
que demostraron a la opinión publica mundial el verdadero carácter del
régimen. La represión fue bien calculada para hacerla coincidir con el
inicio de la invasión norteamericana a Iraq, a fin de lograr impunidad
al estar toda la atención internacional en tal acontecimiento. Sin
embargo, existió un inmenso clamor de condena, desde la base popular
hasta personalidades relevantes en todas las esferas. Incluso
personalidades liberales y de izquierda, admiradoras de la revolución
cubana durante decenios, despertaron decepcionadas ante tales hechos de
crueldad y barbarie.
Es bien conocido que en Cuba, la persecución contra los intelectuales y
artistas, algunos de ellos además homosexuales y con creencias
religiosas, fue implacable en la década de 1960, cuando Guillermo
Cabrera Infante y Reynaldo Arenas llegaron al destierro con sus mentes
terriblemente torturadas para toda la vida, que no aniquilaron su obra,
afortunadamente. Quienes optaron por permanecer en Cuba debieron
afrontar la marginación, el desprecio oficial y serias dificultades
económicas, como José Lezama Lima y Virgilio Pinera, que después de
muertos, porque no pueden molestar, fueron reivindicados y homenajeados.
Grandes desterrados han sido negados al pueblo, como si no fuera
suficiente el dolor de estar lejos de la patria, tales son Celia Cruz,
Bebo Valdés, y tantos más. La atmosfera de tremendo pavor social abarcó,
por supuesto, a otros que permanecieron y a los jóvenes que aspiraban a
consumar sus obras. Había que acatar si se creía en el proceso,
autocensurarse con la esperanza de que la situación cambiara, o
insertarse en la mentira y la hasta perseguir para escalar posiciones en
las instituciones culturales, el partido y el Gobierno, a fin de
disfrutar de las ventajas de la élite, publicar, exponer o actuar en el
extranjero, viajar con familiares, y más recientemente tener a hijos y
nietos estudiando en Europa y hasta Estados Unidos. En ese recorrido se
distribuirían los premios nacionales y los machetes, aunque dejarían
algunos para luminarias reivindicadas, con reconocido talento o apego
popular.
En los pasados 5 años, las mentes de la mayoría de los cubanos van
despertando y van expresando sus quejas. Han perdido las esperanzas por
las promesas incumplidas, los decenios de vida desperdiciados sin
atisbar el futuro digno de sus capacidades y esfuerzos, las carencias
materiales desde el plato de comida hasta el techo, las potencialidades
cercenadas por las prohibiciones absurdas, la imposibilidad de acceder
libremente a Internet o recibir permiso de salida al exterior. En ese
contexto, intelectuales, artistas y académicos denuncian la destrucción
permanente del país y claman por los cambios imprescindibles, según sus
formas expresivas.
Pero, atención, en Cuba hay muchos abismos, y pocos están dispuestos ser
arrojados a ellos. La línea del borde se ha ampliado por la presión
social, pero la represión sigue muy presente, si bien las autoridades
procuran más sofisticación. La Tarjeta Blanca para poder residir o
actuar en Miami, exponer en Nueva York, conferenciar en Washington DC y
publicar en Europa pende de un fino hilo, que puede quebrarse. Por
tanto, hay que dejar bien claro que no se disiente; alejarse de los
opositores pacíficos. Lamentablemente un derrotero similar siguen
personalidades visitantes, incluidos políticos, y empresarios, ya tengan
raíces cubanas, o sean norteamericanas y de diversos países. En esta
época de formación de la "piñata", se tiene que procurar espacio sin
molestar a las autoridades concesionarias de los permisos de entradas y
los negocios del porvenir incierto.
Indudablemente, el contacto entre los pueblo es muy beneficioso para los
cubanos, que avanzan hacia los siglos pasados, impedidos de conocer los
progresos del siglo XXI. En tal sentido, las medidas de la
Administración Obama han contribuido a ampliar el horizonte del mar
circundante, tanto gracias a los norteamericanos interactuando en
muchísimas actividades, como por los cubano-americanos visitantes y
emisores de remesas para familiares y amigos, con su influencia
liberadora respecto al Estado todopoderoso. Mucho mayor éxito tendría,
si los legisladores comprendieran la conveniencia de que los ciudadanos
estadounidenses puedan viajar asiduamente al archipiélago. Incluso ha
sido oportuno el otorgamiento de visado a funcionarios del régimen y
especialistas de los centros de estudios e instituciones culturales,
algunos de los cuales se precian de ser independientes, con novedosas y
atractivas propuestas de cambios internos y en las relaciones con
Estados Unidos.
No obstante, podría suceder que la escuela de Fidel Castro, quien ha
sido mal administrador, pero muy sagaz político, estuviera procurando
convertir "el revés en victoria". Al igual que en Venezuela, y luego en
Ecuador y Bolivia, comprendió que convenía utilizar los mecanismos
democráticos para llegar al poder, ya no mediante los golpes de estado y
las guerrillas, en los tiempos recientes probablemente esté enviando a
ciertos "lucidos funcionarios y librepensadores académicos e
intelectuales" para impresionar con sus "mentes abiertas", crear
sensibilidades personales o estimular ingenuas esperanzas. Posiblemente
en muchísimos países se pueda argumentar el apoliticismo, pero en Cuba
todo es política, hasta para quienes se ufanen de despreciarla.
En el 30 Congreso de Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA),
efectuada en San Francisco, California, en la segunda decena de mayo,
participaron 65 cubanos residentes en Cuba, entre ellos la Dra. Mariela
Castro Espín, el Dr. Eusebio Leal, historiador de La Habana, y Miguel
Barnet, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).
El Gobierno norteamericano sabiamente concedió visados y, por supuesto,
el cubano les otorgó la Tarjeta Blanca, porque seguirían su línea para
fines propagandísticos, con buen uso de las posibilidades brindadas por
un sistema verdaderamente democrático. Hasta realizaron una reunión con
el Comité Nacional por la Liberación de los Cinco (prisioneros en
Estados Unidos acusados de espías). Por supuesto, en Cuba nada
lejanamente similar puede realizarse por la excarcelación del
norteamericano Alan Gross ni algún preso político. Miguel Barnet destacó
la participación en el encuentro de representantes de prácticamente
todas las regiones de Estados Unidos, según la agencia Prensa Latina, y
el diario Granma subrayó que participantes en LASA se habían unido a
unas 300 personas en ese acto de solidaridad con Cuba y en oposición al
bloqueo de Estados Unidos.
En esta oportunidad, el profesor Ted Henken preguntó al señor Barnet
cómo explicar que el grupo hubiera recibido permiso para viajar a
Estados Unidos, cuando a otros cubanos se negaba, como eran los casos de
la bloguera Yoani Sánchez y el economista independiente Oscar Espinosa
Chepe, años antes invitados por LASA. La respuesta siguió el deleznable
patrón del intelectual-político-totalitario: "no está de acuerdo en
comparar a académicos con mercenarios". No son mercenarios, y el señor
Barnet bien que lo es, con la "valentía "de insultar en el mismo país
que supuestamente paga y manda, porque sabía que allí podía expresarse
libremente, como no puede en Cuba, a pesar de su sumisión. Yoani y Chepe
sí son verdaderamente libres, aunque afrontan la oferta de disfrutar una
horrible cárcel.
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/las-bondades-de-la-imperfecta-democracia-made-in-usa-277283
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