Publicado el domingo, 04.29.12
Cuba y el afán de los inventores
Raúl Rivero
Madrid – Desde hace muchos años se sabe que en la isla de Cuba conviven
dos países en una misma geografía. Uno, el paraíso que dibujan sobre el
papel periódico con manía de celebración los panfletos criollos, la
radio y la televisión. Otro, el de la vida real, una nación silenciada,
pobre, reprimida y sin libertad. El asunto es que, en los últimos
tiempos, los pícaros han comenzado a trabajar en la fundación de una
tercera opción.
Este nuevo país de ficción tiene la anuencia y la bendición de los
creadores de la primera falacia y se presenta como un territorio de
aperturas, descubrimientos, oportunidades de comercio, buenos negocios,
seguridad de inversiones y desarrollo pleno. Es un edén que comparte una
enorme frontera solitaria con el que pintan los gestores del embuste
original.
Los gestores de esta aparición todavía en penumbras –aquí utilizo la
palabra aparición como sinónimo de fantasma– tienen sus miedos. Esas
reservas naturales están basadas en la historia de la gestión
avasalladora de sus aliados temporales. Sin embargo, ellos siguen el
impulso del síndrome del timbiriche, la porfía por llegar primero a una
sociedad devastada por un Estado que se ha portado como el perro del
hortelano, que ni produce ni deja producir. Y es también el hortelano.
Ese país que, por el momento, se mueve en ámbitos etéreos (solventes
pero etéreos) sin arquitrabes ni columnas, con todos sus enlaces con el
diseñado por la propaganda oficial, marca una distancia con el escenario
vivo en el que se tienen que mover los grandes sectores de la población
cubana, los marginados, la gente que sueña con una transformación
verdadera y honda que origine espacios y aire libre para todos.
Esta ensoñación de arquitectura vana trata de abrirse paso en una
atmósfera muy difícil. Su entrada tiene un golpe excluyente. Quiere
borrar y olvidar a los grupos de luchadores pacíficos que tienen la
necesidad de amanecer todos los días en Puerta de Golpe y en Palmarito
de Cauto, en Placetas, en Santa Clara, Santiago de Cuba y en La Habana,
en los rigores de la cotidianeidad y bajo la vigilancia de la policía.
Las ambiciones fundacionales de estos señores los obligan a llevar en
sus cartapacios de trabajo un capitulo destinado expandir y reordenar el
oasis verbal de los medios estatales. Y otros acápites, escritos con
tinta invisible, que pretenden dejar en blanco, sin una señal ni una
mención, las campañas represivas del régimen, los acosos a los
activistas de derechos humanos, la persecución al periodismo
independiente y el cerco a los blogueros y artistas irreverentes y rebeldes.
Cada uno puede inventar el país que quiera. Pero, hoy por hoy, en todos
se van a ver en la oscuridad de sus calabozos al líder opositor
santiaguero José Daniel Ferrer y a las Damas de Blanco Niurka Luque y
Sonia Garro.
http://www.elnuevoherald.com/2012/04/29/1189657/raul-rivero-cuba-y-el-afan-de.html
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