La impaciencia de los cubanos residentes en la isla ante las
transformaciones que llegan con cuentagotas, comienza a ser visible
dentro y fuera de la isla.
Lizandra Díaz Blanco / martinoticias.com 05 de enero de 2012
Tanto detractores como seguidores del sistema castrista coinciden en que
es tiempo de cambio para Cuba. Unos lo dicen por creencia sincera,
mientras otros solo disfrutan la imagen progresista que estas palabras
anuncian. Pero lo que parece el verdadero motivo de conflicto es la
velocidad a que deben sucederse estas transformaciones.
La impaciencia de los cubanos residentes en la isla ante las
transformaciones prometidas que llegan con cuentagotas comienza a ser
visible dentro y fuera de Cuba. En su artículo más reciente para el
diario español El País, la periodista Yoani Sánchez afirma que "quizás
este haya sido el intervalo de tiempo en que nuestras autoridades han
implementado más cambios económicos y, sin embargo, nunca la impaciencia
ciudadana había llegado a un punto tan alto."
El periodista Haroldo Dilla Alfonso en el sitio digital Cuba Encuentro,
cuestiona "los límites de la actualización raulista" en el tema
migratorio, entre otros aspectos, durante su intervención en la Asamblea
Nacional del Poder Popular.
No pudo tolerar el reportero "la misma verborrea cansada de cincuenta
años justificando la represión interna por el diferendo con Estados
Unidos", pero sobre todo advirtió que el gobernante dejó claro que "nada
puede moverse por ahora, porque cualquier movimiento pone en peligro el
"destino de la Revolución y la Patria."
La cadena de televisión Al Jazeera reportó recientemente sobre el estado
de decepción que viven los cubanos ante el ritmo lento en las reformas
de Raúl Castro, sobre todo las relacionadas con la ley migratoria.
Los portavoces del régimen no pierden oportunidad para intentar
convencer al pueblo de que la lentitud en los cambios es una imperativa,
tal vez por eso de que "mejor malo conocido que bueno por conocer" pero
en su versión anticapitalista.
Sin aclarar exactamente de qué habla el periodista Luis Sexto habla en
el diario Juventud Rebelde sobre un cambio "grande" que esperan los
cubanos, y se pregunta: "¿Cuál es esa prueba sin cuya ocurrencia nada
de cuanto se ha decidido y legislado en Cuba implica pasos hacia el
mejoramiento de nuestra sociedad, de modo que sea más inclusiva, más
abierta, con mayores espacios para las fuerzas productivas?"
No responde. Solo sentencia que "lo 'grande' que algunos piden puede, a
destiempo, semejar una explosión o una implosión. Nada se podrá
modificar echándolo abajo de un golpe. Si ello sucediera, el cambio no
sería dentro de la misma armazón, sino en un nuevo esqueleto, y ya,
desde luego, no seríamos los mismos."
Comentarios como estos en la prensa oficialista permiten advertir que
las autoridades no pueden ya apartar la vista ante la impaciencia del
pueblo, pero insisten una vez más en tratar a la masa con la
condescendencia con que se guía a un pequeño, incapaz de saber lo mejor
para su destino, a pesar de la excelente educación ofrecida de la que
tanto alardean.
Mientras la prensa sigue órdenes, miembros de la clase dirigente como
Margarita Alarcón, hija de presidente del Parlamento cubano, Ricardo
Alarcón, prefieren disfrutar de su cuento de hadas y quién sabe si
hasta se lo creen. En su blog describe la charla con una amiga que
recién compró una casa con "sus ahorros", mientras meriendan, sin mirar
precios, en una cafetería cuya oferta podría complacer "el gusto más
meticuloso".
Las dos amigas coinciden en las bendiciones que han traído los cambios y
acotan que "faltaban algunos más", pero ambas concluyeron que "era
necesario hacer cualquier cosa de manera lenta y con seguridad tal de
beneficiar y favorecer al mayor por ciento de la población en el país."
Sin embargo, intelectuales cubanos como Alfredo Guevara y Graziella
Pogolotti han dicho que en la isla urgen los cambios.
Otras voces importantes como la del cardenal Jaime Ortega ruegan a la
Virgen que interceda para que avancen "sin tropiezos" las reformas
emprendidas por el actual gobernante. Tal vez lo que algunos consideran
críticas tibias, sea el método hallado por la Iglesia Católica para
lograr la excarcelación de 2900 prisioneros y preparar un camino
pacífico para la llegada del Papa.
Al decir de la bloguera Yoani Sánchez "se han dado numerosos pasos, pero
el camino, al estilo de una estera rodante, marcha hacia atrás y nos ha
dejado a pocos centímetros del lugar inicial."
Enumeradas una detrás de otra, las reformas lucen gigantescas, pero
quien mira bien se percata de que están llenas de pequeñas trabas
legales, garantes del status quo del gobierno; sin mencionar que
libertades como la venta y compra de viviendas y carros o el
establecimiento de pequeños negocios privados, no son más que derechos
elementales.
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