martes, 6 de septiembre de 2011

Orden de callar

EDITORIAL

Orden de callar
Al expulsar a los corresponsales de EL PAÍS, Cuba e Irán exhiben la
debilidad de sus dictaduras

06/09/2011

Las autoridades cubanas han retirado la acreditación de prensa al
corresponsal de EL PAÍS, Mauricio Vicent, quien no podrá seguir enviando
crónicas desde la isla. Hace apenas unas semanas, el Gobierno de Teherán
hacía otro tanto con Ángeles Espinosa, también corresponsal de este
diario, a quien, además, expulsó de Irán. Las acusaciones de parcialidad
contra ambos corresponsales son enteramente falsas, y solo revelan que
La Habana, por un lado, y Teherán, por otro, desean que los medios de
comunicación actúen como sumisos altavoces de los discursos oficiales,
no como testigos de la realidad.

Pese a la distancia geográfica e ideológica entre estos dos regímenes,
ambos han coincidido en el punto que mejor revela su naturaleza
autoritaria: la voluntad de cercenar la libertad de prensa para, a
continuación, imponer como única verdad las consignas de su propaganda.
En nombre de Dios o de la revolución socialista, unas y otras
autoridades están pretendiendo privar a quienes se interesan por los
asuntos de Irán o de Cuba de una información veraz y contrastada, que es
lo mismo de lo que privan a sus propios ciudadanos para mejor
sojuzgarlos. Tanto hacia dentro de sus países, como hacia fuera, están
tratando de tapar el sol con un dedo.

Los de EL PAÍS no son los primeros corresponsales que expulsa una
dictadura; ni siquiera son los primeros que han expulsado las de Cuba e
Irán en su ya dilatada historia de represión. Por eso es fácil conocer
de antemano el resultado del atropello cometido. Cuando ambos regímenes
sean un mal sueño, como lo acabarán siendo más pronto que tarde, el
hecho de haber recibido la orden de callar será un motivo de orgullo
para quienes, como los dos corresponsales de EL PAÍS, se han ocupado de
dar cuenta de la realidad. Y, al mismo tiempo, esa orden será un acta de
acusación adicional contra los dirigentes que la han decidido y los
burócratas que la han ejecutado.

Tras medio siglo de revolución, los dirigentes cubanos no pueden seguir
buscando fuera las responsabilidades del fracaso político, económico y
social al que han precipitado a la isla, ni tampoco seguir persiguiendo
como delito cualquier crítica interna. Y lo mismo sucede con la
revolución iraní, cuyo propósito de someter la sociedad a la voluntad de
unos ayatolás que usan el islam como coartada solo ha dado como
resultado una esquizofrénica escisión entre la vida pública, ridícula de
puro hipócrita y artificial, y la vida privada, en la que los iraníes
dan curso a los anhelos que comparten con los hombres y mujeres de
cualquier lugar del mundo.

Con el veto a los corresponsales de EL PAÍS, La Habana y Teherán
imaginan haber realizado un gesto de fuerza. Más bien, han puesto de
relieve su debilidad. Porque cuando un régimen político percibe la
verdad como amenaza es porque la mentira sobre la que se asienta tiene
el tiempo contado. En Cuba e Irán la cuenta atrás sigue imparable, por
más atropellos que puedan cometer todavía sus Gobiernos.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/Orden/callar/elpepiopi/20110906elpepiopi_1/Tes

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