Tuesday, May 17, 2011 | Por Jorge Olivera Castillo
LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) – Hablar a gritos es ya una
costumbre generalizada entre los cubanos. No importa molestar al vecino
o a los transeúntes con frases vulgares.
El asunto es comunicarse a grito limpio, costumbre que las nuevas
generaciones ayudan a cimentar en las calles, escuelas y hogares. A
consecuencia de la masividad y el propósito de adoctrinar la sociedad
bajo el programa del partido comunista, hoy se recogen los frutos de un
experimento que resultó una caricatura de los postulados que se
proclamaron en los comienzos de la era revolucionaria.
No sólo de las cuerdas vocales de cientos de miles de personas parte el
ruido ambiental que agrede y mortifica. Potentes equipos de música
continúan sembrando el pánico en edificios, barriadas y hasta dentro de
los automóviles de alquiler.
Ser apabullado por el reggaetón es algo cotidiano. Es raro el día en que
no se padezca uno de esos ataques sonoros. Este ritmo es el más
utilizado en Cuba para aporrear los tímpanos de quienes aspiramos a una
convivencia más humana.
Junto al ejército de gente insensible a la hora de propalar ruidos a
diestra y siniestra, también se multiplica el revendedor, con sus
habilidades para timar y especular. Todo dentro de un contexto ideal
para el desarrollo de estas maniobras que incrementan el desbarajuste
interno.
En este caso, se conoce de la compra masiva de productos en las Tiendas
Recaudadoras de Divisas (TRD), por parte de los cuentapropistas, para
posteriormente venderlos a precios más elevados. Estas operaciones se
llevan a cabo en la trastienda, fuera de la vista de los clientes. Por
cada artículo que no llega a los mostradores, el trabajador por cuenta
propia paga un extra al gerente o el jefe de almacén.
De no ser por los estrechos intereses que existen entre los proveedores,
administradores de estos comercios estatales, y quienes le compran las
mercancías al por mayor para colocarlas en sus tarimas, este tipo de
transacciones ilícitas no hubiesen alcanzado las dimensiones actuales.
Las denuncias ciudadanas, y hasta incluso de militantes del Partido y la
Juventud Comunista, se diluyen en la misma nebulosa de "aquí no pasa nada".
El Gobierno no puede corregir estos desequilibrios mientras siga
evitando una confrontación real con el burocratismo y los esquemas
ideológicos y de doble moral, que han desarticulado la escala de valores
de la nación.
Las tímidas reformas económicas solo removerán los lodos que envuelven
al país. El ruido y la especulación están garantizados.
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