Friday, April 22, 2011 | Por Lucas Garve
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) – Uno de los personajes
secundarios de la telenovela cubana de turno, es una alcohólica. Ser
mujer, negra y alcohólica es mucho para un solo personaje, pero hablamos
de una telenovela cubana.
Sin embargo, la realidad rebasa la ficción, como siempre, y el problema
del alcoholismo en Cuba es más serio que lo mostrado por la novela. No
hay cuadra, barrio, comunidad donde el alcoholismo no esté presente.
Machismo y alcoholismo van del brazo y son las causas de muchas
tragedias personales.
Corina falleció hace poco. Vivió casi toda su vida en un solar de la
calle Jesús María en el municipio Habana Vieja. De profesión enfermera,
cuando trabajaba en el hospital limitaba el consumo de alcohol a sus
horas libres. Después que se jubiló, no hubo quien la detuviera. "Es
preferible vivir borracha que loca, porque esta miseria en que se vive
es para volver loca a cualquiera", decía.
Manuel es un viejo enclenque y viudo que vive en la calle y duerme en el
portal de una vecina, al lado de su propia casa. En su casa vive su
hija, maestra. Los vecinos conocen su caso, es un bebedor inveterado y
cotidiano hasta que cae en la inconsciencia. Trata de comunicarse en un
lenguaje que nadie entiende ya. Averigüé sobre su caso y saqué en
conclusión que sus dos hijos lo abandonaron a su suerte y siguieron
adelante con sus vidas, debido a la imposibilidad de que renunciara al
alcohol. Quizás, también temerosos de que el alcoholismo del padre
destruyera sus propias vidas.
Ernestina era maestra, casada con el hombre que conoció cuando era una
joven rubia y hermosa. Tuvo dos hijos, y en 1980 se dedicó a la
peluquería en su casa, mientras trabajaba como maestra de cursos
vespertinos. Reunió una buena cantidad de dinero y compró un auto.
Gracias a pequeños negocios pudo reparar su casa y amoblarla con buen
gusto y, según las posibilidades nacionales, hasta con cierto lujo.
No obstante, algo falló. Ella y el marido bebían para celebrar su
felicidad y lo que comenzó como un modo de distraerse se convirtió en
hábito con la consiguiente relajación de las relaciones. Él se buscó una
amante, y empezó a golpear a Ernestina. Llegó el divorcio y el pleito
por el auto y la casa. Llegaron a un nivel de violencia doméstica tal
que sus propios hijos amenazaron con abandonarlos.
Hoy, Ernestina es una mujer depresiva, que ha atentado en tres ocasiones
contra su vida mediante la ingestión de sicofármacos. Hospitalizaciones
y tratamientos siquiátricos, no han servido de mucho. Perdió su belleza,
y es ahora una mujer envejecida que sobrevive entre la depresión y la
pérdida de la autoestima.
En Cuba, el alcoholismo, como en todas partes, es un problema de salud.
El 45, 2% de la población mayor de 15 años consume bebidas alcohólicas.
En los últimos quince años, el consumo inmoderado de alcohol se ha
incrementado en la población entre 25 y 42 años. Grupo de edad en el que
se encuentra el número mayor de bebedores problema.
El estrés y los factores genéticos y ambientales influyen directamente
en el incremento del consumo. Aunque la venta de bebidas alcohólicas se
ha restringido a menores de 18 años, la subcultura del machismo, empuja
a los jóvenes a beber sin freno, porque les da representatividad en el
grupo del que forman parte.
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