La 'príización' del PCC (I)
Manuel Cuesta Morúa
La Habana 22-04-2011 - 2:05 am.
Del Estado totalitario al Estado corporativo: el VI Congreso testimonia
la ruptura del Partido Comunista con cualquier sentido estratégico de
nación.
Si el 13 de septiembre de 2010 se consuma la liquidación de la Central
de Trabajadores de Cuba (CTC) como representante genuino de los
trabajadores, el 19 de abril de 2011, fecha de clausura del VI Congreso,
testimonia la ruptura del Partido Comunista de Cuba (PCC) con cualquier
sentido estratégico de nación. Allí donde la CTC se mujaliza*, el PCC se
actualiza siguiendo el modelo del Partido Revolucionario Institucional
(PRI), anterior a la reforma democratizadora en México. No es de
extrañar por tanto la falta de entusiasmos ciudadanos.
Ambos procesos internos están conectados en profundidad. No es mi
propósito desde luego describir aquí los caminos paralelos que siguen la
CTC y el PCC, pero para lo que se nos viene encima en términos
políticos, económicos, sociales e históricos creo importante destacar el
nuevo tipo de conexión príista que se establece entre ambas
instituciones: la CTC se define claramente como el mecanismo de control
sobre los trabajadores en manos de un partido sin ideología,
aceleradamente pragmático y anclado al poder. Los privilegios, los
beneficios y el castigo son los medios propios de este control.
Se me dirá que siempre fue así, por supuesto. Sin embargo, existía una
realidad de la apariencia, fundada en la idea de un partido cuya esencia
y sustancia ideológicas provenía de los trabajadores, y de una CTC que
representaba concretamente los intereses y las necesidades de aquellos
frente a la pérdida posible de las "armonías naturales" entre
administración y mundo del trabajo.
Por ejemplo, cuando los trabajadores de Antillana de Acero, una vieja
empresa situada al sureste de La Habana, discutían con la administración
en torno a sus necesidades e intereses afectados, lo hacían bajo la
ilusión de que eran el sujeto fundamental de un partido político en
control absoluto del Estado. La CTC se situaba de este modo en medio de
esa tensión, "velando" por el equilibrio entre sus dos lealtades
básicas: el partido-Estado y los trabajadores. Pero cuando los
trabajadores de la Empresa de Telecomunicaciones SA (ETECSA) pueden ser
convocados para funciones paramilitares, la CTC solo tiene la misión de
recordarles que si no acuden a la convocatoria pueden ser castigados con
la pérdida de beneficios y privilegios, incluyendo el puesto de trabajo
mismo. Con los trabajadores de Antillana observamos, todavía, un vínculo
de clases; con los de ETECSA vemos ya una relación estrictamente
clientelar.
Esta transición —para el futuro de Cuba resulta esencial entenderla—
queda completada con el VI Congreso del PCC recién concluido. Por lo que
en términos ideológicos podemos decir, con toda propiedad: adiós al
Partido Comunista.
Partido Comunista Institucional es el nombre ajustado para este que nace
el 19 de abril de 2011. En rigor, estamos de cara a una transformación
fundamental. Y digo fundamental, no necesariamente positiva, porque
dicha transformación institucional intenta empezar por donde terminaron,
históricamente hablando, los partidos comunistas en los antiguos
sistemas totalitarios de la Europa Central y del Este, y por donde
concluyó el Partido Revolucionario Institucional en México.
Transformación más cercana al PRI que a aquellos partidos en tanto
comienza sin doctrina ideológica. Príización del Partido Comunista
podría entenderse entonces así: control del poder y de los intereses,
más otorgamiento de beneficios corporativos a todos los que muestren
palmariamente sus lealtades. Limitar los términos que no la extensión
del poder —solo un índice de democracia si va acompañado de muchos
otros requisitos democráticos, como la propia existencia del PRI
demostró— es una apuesta en la dirección de lograr la dictadura
perfecta que experimentó México.
¿Qué sale de este Congreso? Dentro del esquema del "socialismo real",
pasamos del Estado totalitario al Estado corporativo. En él, el PCC es
la corporación mayor que invita a la mesa del poder a corporaciones e
intereses menores, sean internos o externos, para establecer una alianza
asimétrica pero en la que todos los invitados pueden gestionar sus
autonomías y satisfacer sus intereses, a condición de no contestar la
legitimidad del poder, de no discutir los fundamentos del Estado y de
establecer una relación crítica que no invada el campo de las decisiones
políticas.
La referencia que hace Raúl Castro en el discurso inaugural del Congreso
a todas las religiones, a todas las denominaciones y a todas las
fraternidades es reflejo y compendio de un totalitarismo desmoralizado
—que ya no puede aspirar a la representación social de la verdad—, pero
que se niega a compartir el espacio público con otras verdades, y les
ofrece un pacto: verdades privadas, silencio público a cambio de apoyo
administrativo a intereses corporativos. Aquellas se convierten de tal
manera, junto a determinados grupos intelectuales, en una pieza clave
dentro de este nuevo Estado corporativo.
Desde una perspectiva ideológica existe una muestra bien extraña de esta
alianza: el llamado público que hizo la Iglesia Católica para que los
cubanos —léase, los trabajadores— se pusieran comprensivos frente a las
duras medidas económicas que tiene que tomar el gobierno. Un papel
consistente con la naturaleza de la Iglesia Católica, y sin dudas más
decente que el desempeñado por la CTC, pero totalmente incompatible con
el rol y las expectativas de la sociedad cubana. Que los conservadores
cubanos vengan en ayuda de los revolucionarios, supuestos o reales, es
algo más que la clásica pinza griega, que describe la unión de los
extremos ideológicos para bloquear las posibilidades al centrismo político.
Dentro de este nuevo Estado corporativo, la militarización del Estado a
través del partido y de los intereses es más visible. Ocho de los 15
miembros del Buró Político son militares, y todos tienen intereses
económicos específicos. Las fuerzas armadas ya no asumen solo un papel
en la defensa de la soberanía, sino que legitiman y defienden una red de
intereses económicos que se han venido fraguando, al menos desde hace 20
años, en una especie de capitalismo de secuaces. Los militares
constituyen la pieza clave de este nuevo tipo de Estado, y son, por
razones obvias, los más fortalecidos por el VI Congreso.
La tercera pieza son los intereses económicos extranjeros. Lo específico
aquí no va por las posibilidades de inversión en una economía que está
ávida de capitales, sino por las posibilidades y seguridades que esos
intereses adquieren para definir la estructura socioeconómica del país
sin la participación, perturbación e injerencia posibles de los
ciudadanos cubanos. Adquirir la propiedad de activos cubanos casi a
perpetuidad, junto al desarrollo en Cuba de maquiladoras —proyecto que
se cocina para la zona del Mariel, al oeste de La Habana—, constituyen
prototipos de una corporativización de la economía cubana que adquiere
fuerza e impulso políticos con el VI Congreso, el cual funcionó, a su
vez, como aliviadero psicológico para cualquier rastro de mala
conciencia que pudiera quedar por la rara asociación,—rara para quienes
siguen pensando y hablando de socialismo— entre el capitalismo global y
los "revolucionarios" cubanos.
El VI Congreso del PCC propuso únicamente, y en congruencia con su
naturaleza, una rearticulación del poder, y no una rearticulación del
proyecto de nación. Es por eso que no conecta estratégicamente con las
necesidades estructurales de Cuba.
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* Mujalismo, por Eusebio Juan Salvador Mujal Barniol, quien fuera
secretario general de la Confederación de Trabajadores Cubanos de 1947 a
1959, es decir en época de Fulgencio Batista. Fue Senador por dos
períodos y participó en la Asamblea Constituyente de 1940. Un político
de triste figura para el movimiento sindical. Se entiende por mujalismo
en Cuba la tendencia sindical que responde más al poder político que a
los intereses de los trabajadores.
http://www.diariodecuba.com/opinion/4261-la-priizacion-del-pcc-i
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