viernes, 22 de abril de 2011

El Sexto Congreso, conteo final

Publicado el jueves, 04.21.11

El Sexto Congreso, conteo final
Pedro Corzo

La dictadura militar cubana se ha sostenido teóricamente sobre un
partido que acaba de concluir su Sexto Congreso, un suceso que sin dudas
es el acto central de las exequias del totalitarismo insular, porque tal
y como han afirmado reiteradamente los dirigentes de esa ficción
política, este es el último encuentro en el que los moncadistas tienen
un papel protagónico y capacidad para imponer sus puntos de vistas en el
futuro del país.

El primer evento partidario se celebró en 1975, diez años después de su
constitución, y posteriormente hubo congresos en 1980, 1985, 1991 y
1997. El Sexto Congreso se prorrogó por 14 años, lo que demuestra que el
instrumento teórico sobre el que supuestamente se basa el régimen para
sus proyectos no es fundamental.

La nomenclatura aparenta ser optimista con las conclusiones porque
considera que lo exitoso de la sucesión, en lo que a conservar el poder
respecta, garantiza la herencia totalitaria que con iguales criterios a
los de sus predecesores esperan que administren sus sucesores. No
obstante, es de suponer que el Sexto Congreso fue una pieza teatral con
excelentes actores que conocen perfectamente un guión que para
sobrevivir interpretan con extrema maestría en un escenario preparado
para la liturgia de la postrera misa del castrismo.

La proverbial doble moral de los congresistas, superior a la prudencia y
el miedo que puedan padecer, les hizo el juego al núcleo duro del
régimen, que por interés o complicidad, es el único con voluntad para
tratar de mantener el actual modelo de gobierno.

La unanimidad en el evento partidario, el silencio de los delegados ante
los fracasos del régimen y la falta de voces que expusieran la realidad
nacional, son el aviso que si la sucesión fue un triunfo, la continuidad
de la farsa hace imposible que siga la misma puesta en escena de los
últimos 52 años.

Los delegados conocen perfectamente que la estructura gubernamental está
corroída y que el gobierno ha fracasado una vez más en el ejercicio
vital de auto reformarse para evitar el fin. Saben que el gobierno está
pereciendo por consunción, tal y como le ocurre a su principal
conductor, y han decidido, con un aguzado sentido de la oportunidad,
continuar actuando en la trama para cuando llegue el inevitable final,
estar sobre el escenario y poder seguir siendo actores claves del nuevo
entramado.

El hecho de que no haya habido disentimientos, críticas y reparos a las
decisiones de la nomenclatura, no es porque los delegados ignoren la
dura realidad, sino porque la frustración y la desesperanza han
penetrado en lo más profundo del sistema y el desencanto ha hecho presa
entre los siervos más fieles.

El inmovilismo de la corte, la falta de arreglos que viabilicen cambios
orgánicos, permite percibir el fin de la sucesión y el inicio de un
proceso inédito que puede deparar situaciones para las que no estemos
preparados. Esa falta de resultados puede ser el factor clave para
impulsar cruentas pugnas en intramuros, porque el desencuentro de las
generaciones, junto a la codicia, propicia una inestabilidad generadora
de conflictos.

La falta de decisiones claves en el encuentro de los afiliados al
castrismo es un factor suficiente para afectar la voluntad de cambio en
algunos sectores que favorecían las reformas en el marco de los
conceptos del caudillo; en consecuencia, el entramado de intereses de la
burocracia junto a un aparato militar particularmente poderoso en
recursos bélicos y económicos –ambos enemigos de transformaciones
radicales– son elemento que ahora, para sobrevivir, pueden coincidir en
un proceso de transición que Raúl Castro, profundo conocedor de lo que
ocurrió en la Unión Soviética, debería percibir.

Por otra parte el inmovilismo en el mando central es frustrante para el
sector más ambicioso y menos temeroso entre los pretores, centuriones y
cónsules del régimen.

La falta de cambios en la jerarquía, de ajustes en la práctica política
y en el discurso ideológico, estimula un liderazgo emergente que no
actuaría por una toma de conciencia, sino por simple conveniencia. Estos
"salvadores", que cuentan con los recursos y el conocimiento del
gobierno, son candidatos a procurarse una legitimidad que les posibilite
seguir siendo en alguna medida protagonistas, lo que determinaría la
configuración de una realidad nacional menos ortodoxa y más inclusiva,
en la que factores ajenos al poder, oposición incluida, podrían participar.

Periodista de Radio Martí.

http://www.elnuevoherald.com/2011/04/21/926829/pedro-corzo-el-sexto-congreso.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario