Laritza Diversent
LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - Mientras en el mundo, el
desempleo se convierte en uno de los efectos más indeseables de la
crisis financiera, los cubanos se niegan a trabajar. Papá Estado no
aguanta más la situación. Necesita que sus gobernados aprendan a
buscarse el sustento, solos.
Sin embargo, nuestra realidad muestra otra cosa. Están los que trabajan
para el Estado y los que viven del invento. En esta última categoría se
incluyen los vendedores ambulantes, los trabajadores por cuenta propia
autorizados y los no autorizados, etc. Sin embargo, los medios oficiales
los catalogan de vagos, que esperan con la boca abierta el maná que da
el gobierno.
La situación se lee así: la mayoría de los cubanos se niega a trabajar
para el dueño de los bienes comunes y su administrador absoluto. El
único empleador legal, con la facultad de establecer las condiciones de
trabajo, las remuneraciones, y todas las cuestiones vinculadas a la
actividad laboral dentro del país.
En las calles, miles de jóvenes desocupados, abiertamente expresan su
negativa a trabajar para el Estado. Las razones son múltiples, pero
pueden concretarse en dos. Los salarios, en moneda nacional (MN), son
muy bajos.
Los precios de los productos de primera necesidad, altos y en moneda
libremente convertibles.
Analicemos la magnitud del problema: la economía en banca rota, no
tenemos producción y somos incapaces de autoabastecernos. Hay 12
millones de personas y 4 millones 900 mil son trabajadores. Las
soluciones parecen simples: aumentar los salarios e incentivar las
actividades económicas individuales de los ciudadanos para motivarlos.
Ese sería el razonamiento de quien piensa atenido a la lógica, pero Cuba
es un país al revés. Para reducir las ilegalidades, el gobierno
despliega operativos policiales a la caza de vendedores ambulantes, y de
cualquiera que transporte un paquete.
Para aumentar su fuerza de trabajo, incrementa la edad de la jubilación,
y aplica hasta 4 años de prisión por peligrosidad social, tanto al que
roba en el trabajo, como a los que intentan sobrevivir por cuenta propia.
Castigos para todos los que roban a Papá y gozan de los subsidios
estatales, de salud y educación gratuitas, cuando se necesitan brazos
para la construcción y la agricultura. No importa que aun no hayan
cometido un delito; son proclives a cometerlos, y por tanto, se les
castiga con trabajo correccional, con o sin internamiento. De paso se
aumenta la fuerza de trabajo.
No es simplemente negarse a trabajar. Un sencillo cálculo matemático
explica el problema. ¿Es negocio invertir 8 horas del día trabajando por
13 pesos MN, cuando en casa se gastan a diario más de 30?
Esto conlleva otro problema: el de las ilegalidades. El bajo poder
adquisitivo de las familias, sumado a la incapacidad del gobierno para
solventar las necesidades sociales, las obliga a vivir al margen de la
ley. Los que trabajan le roban al Estado y desvían los recursos al
mercado negro. Los que no, trafican con los bienes sustraídos por los
primeros.
Las consecuencias llegan a extremos. El pasado 11 de enero, mientras un
frio intenso azotaba La Habana, murieron veintiséis enfermos del
hospital siquiátrico Mazorra. Los empleados del centro se robaban la
comida y la ropa de los pacientes.
"El maltrato es consecuencia de formar profesionales emergentes, la
vocación no se hace, nace. Del robo ni hablar, es una situación
generalizada" -comenta Julia Martín, una maestra retirada de 69 años. Al
preguntarle si haría lo mismo, respondió: "Si la necesidad me obliga, no
tendría más remedio ¿Puede juzgarse a una madre o un padre por querer
darle un vaso de leche en la mañana a su hijo o intentar reponerle los
zapatos rotos de tanto ir a la escuela?
No importa a quién se afecte: un niño, un anciano o un incapacitado. Hay
que sobrevivir. La única vía es robarle al dueño de todo, el Estado. No
obstante, la Constitución de la República reconoce al pueblo como
titular de la propiedad socialista, en cuyo caso sería una
autoincriminación.
Sin embargo, el contexto es otro. ¿Cómo pueden los cubanos sentirse
dueños de lo que no pueden disponer? ¿Acaso alguien les consulta cuando
solidariamente se donan recursos comunes, mientras la mayoría de la
población vive al límite de la pobreza?
La actitud de los trabajadores del hospital siquiátrico de la Habana,
que robaron lo destinado a los pacientes, no puede justificarse. Sin
embargo, los cubanos no se atreven a sentenciarlos, mucho menos cuando
la mayoría se ve obligada a hacer lo mismo. El hecho es un ejemplo más
de cómo la sociedad cubana está tocando fondo, y adonde llegó el sistema
económico socialista.
Noticias/Cuba Tocando fondo (21 February 2010)
http://www.cubanet.org/CNews/y2010/feb2010/19_C_5.html
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