El camorrista
By CARLOS ALBERTO MONTANER
Los guayaquileños hicieron la mayor manifestación de la historia de la
ciudad. Sucedió hace unos días. Los convocó Jaime Nebot, el popular
alcalde de la ciudad más importante de Ecuador. Se congregaron unas
trescientas mil personas, de las cuales, inevitablemente, las dos
terceras partes eran pobres. Protestaban contra el gobierno de Rafael
Correa. Alegaban, probablemente con razón, que el gobierno los estaba
privando de recursos que le pertenecían a la ciudad. Protestaban,
también, contra la persecución a los medios de comunicación, contra la
corrupción denunciada por el propio hermano del Presidente y, en gran
medida, contra el creciente chavismo que observan en la conducta de
Correa. El discurso de Nebot fue electrizante.
Uno de los gritos más coreados era ``Correa, quédate en Cuba''. En las
mismas fechas, el presidente había viajado a la Isla para una sencilla
operación de rodilla. Salió bien, lo que no siempre sucede cuando los
médicos cubanos operan a los jefes de gobierno. En 1973, lo que debió
ser una fácil intervención quirúrgica al dictador peruano Juan Velasco
Alvarado, culminó con la amputación de una pierna. En la carnicería,
organizada en Lima, participaron dos médicos cubanos. Creo que uno de
ellos fue Rodrigo Alvarez Cambra, el mismo cirujano que operó a Correa.
Hoy tiene 76 años y sus colegas más jóvenes lo respetan, pero no lo
toman muy en serio profesionalmente.
En 1985, Forbes Burnham, gobernante de Guyana, tuvo peor suerte. Lo
operó de la garganta un genio de la medicina cubana y el pobre hombre
murió en el quirófano. Le quitaron las amígdalas y la vida. El episodio
fue tan grotesco que algunos guyaneses formularon la hipótesis de que,
en realidad, se trató de un asesinato decidido por el gobierno cubano
para vengar la muerte del líder radical Vincent Teekah, cuyo crimen le
atribuían a Burnham. Jamás se pudieron probar ninguna de las dos teorías.
Incluso, el propio Fidel casi muere en el 2006 a manos del cirujano
Eugenio Selman. Tuvieron que convocar urgentemente al español José Luis
García Sabrido para que le salvara la vida. Selman acababa de declarar
que Fidel viviría 140 años. Por eso las personas informadas, si pueden,
rehúsan atenderse en Cuba. Allí hay buenos médicos y hacen lo que
pueden, pero el país dista mucho de la excelencia. Cuando Fidel le
ofreció a García Márquez la atención de sus oncólogos, el novelista
colombiano, que quería escribir sus memorias y vivir para contarlo, le
dio las gracias y salió corriendo hacia Los Angeles, donde lo curaron
dos veces de cáncer de pulmón. Cuando la bailarina Alicia Alonso tuvo
serios problemas en la vista, viajó a Barcelona, a la Clínica Barraquer,
y allí se operó. Con los ojos no se juega.
En realidad, es un misterio por qué el presidente Correa se empeña en
generar un conflicto con Guayaquil. Esa es una decisión tan absurda como
operarse en La Habana pudiendo hacerlo en Houston. En un país lleno de
problemas, mortificado por los apagones y con un problema creciente de
inseguridad, la ciudad puerto, que es el pulmón económico de Ecuador,
funciona razonablemente bien y los ciudadanos, encuesta tras encuesta,
elección tras elección, declaran estar satisfechos con Nebot y con los
servicios que ofrecen las autoridades municipales. ¿Por qué hostilizarlos?
ara que la paradoja sea aún mayor, Rafael Correa una y otra vez afirma
su sensibilidad ante las minorías étnicas, especialmente los indígenas,
reconociendo la complejidad y pluralidad de un país que dista mucho de
ser homogéneo. ¿Es tan difícil entender que, dentro de ese delicado
mosaico que es Ecuador, Guayaquil es una entidad muy definida, con un
perfil propio (como lo tiene también Quito), lo que aconseja respetar su
autonomía y no exacerbar irresponsablemente las tendencias separatistas?
¿Qué sentido tiene estimular artificialmente los conflictos entre
Guayaquil y el gobierno central? ¿No tiene Ecuador suficientes problemas
como para agregar tensiones regionalistas al reñidero nacional?
El presidente Correa, que se deja llevar por la ira, no acaba de
comprender que la función de los políticos es solucionar problemas, no
crearlos. Es un camorrista. Se pelea con la prensa, con los empresarios,
con los inversionistas extranjeros, con uno que pasaba por ahí, con
todos y con todo. Ahora se ha peleado injustamente con los
guayaquileños. Esa pelea le puede salir muy cara.
CARLOS ALBERTO MONTANER: El camorrista - Opinión - ElNuevoHerald.com (21
February 2010)
http://www.elnuevoherald.com/2010/02/21/658906/carlos-alberto-montaner-el-camorrista.html
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