Ladrones tras un buró
La mayoría de los ciudadanos en Cuba ignoran que las leyes del país no
protegen a los consumidores
Martes, junio 27, 2017 | Ana León
LA HABANA, Cuba.- A principios de abril de 2017, Rosa María, vecina de
La Habana Vieja, recibió una factura por consumo de electricidad
-correspondiente al mes de marzo- con la exorbitante suma de 3482 pesos
(140 USD aprox.). Acudió de inmediato a la Oficina Comercial de la
Empresa Eléctrica de su municipio, donde fue atendida por el
administrador, Karel Leyva, quien le explicó que lo elevado de la cifra
se debía a un error de lectura, equivalente a treinta meses, que había
sido detectado en su metro-contador.
La señora explicó que raramente había pagado más de 10 pesos (0.50 USD)
mensuales por la electricidad, y para apoyar su argumento llevó consigo
todos los recibos desde enero de 2014 hasta enero de 2017. El
funcionario le explicó que el encargado de la lectura de los relojes en
el edificio de Rosa no había encontrado el nuevo metro-contador
correspondiente al apartamento de ella, instalado hace apenas un año. Al
no poder leer y calcular el consumo real, la computadora ingresaba una
cifra por defecto; por tal motivo Rosa recibía todos los meses una
tarifa mínima, con diferencia de centavos. No convencida con la
explicación del administrador, le pidió que contrastara con otros
recibos suyos anteriores al año 2014; pero él se negó, alegando que esas
facturas estaban archivadas y que los metro-contadores antiguos eran
imprecisos.
Esa misma tarde, un inspector fue al edificio donde vive Rosa María para
realizar la lectura de su metro-contador, al cual accedió sin la menor
dificultad, y no percibió ninguna actividad anormal. El administrador
aconsejó a Rosa esperar algunos días para ver si su caso clasificaba
para un "ajuste", que consiste en rebajar el monto adeudado considerando
la situación del reclamante.
Dos semanas después, Rosa supo que a pesar de ser jubilada y cobrar una
pensión de 240 pesos mensuales (8 USD), no había resultado idónea para
el ajuste. Entonces el administrador le sugirió acogerse a una moratoria
que le permitiría saldar la deuda en 6 meses. "De lo contrario
—puntualizó—, se le retirará el servicio eléctrico".
Rosa sabía que ni siquiera entregando la totalidad de su pensión durante
un año podría pagar los 3482 pesos; así que decidió presentar la queja
en la Oficina Matriz de la Empresa Eléctrica, donde fue atendida por el
administrador, de apellido Michelena.
Allí la señora se enteró de que sí clasificaba para el ajuste, el cual
se realizó haciendo un cálculo de lo que hipotéticamente ella había
consumido durante dos años y medio de errores de lectura. La cifra se
redujo hasta 453 pesos, que debía abonar lo antes posible en la filial
de la Habana Vieja.
Aunque la drástica disminución del monto original constituyó un alivio,
Rosa no entendió por qué la Oficina Matriz le concedió el ajuste sin
mayores trámites, luego de que el funcionario de Habana Vieja se lo
negara tan categóricamente. Tampoco entendió por qué motivo ella debía
pagar por la negligencia o la mala fe del técnico que no leyó su
metro-contador.
Al igual que la mayoría de los ciudadanos, ella ignora que las leyes
cubanas no protegen a los consumidores. El ladrón tras el buró pone al
Estado por delante para intimidar al cliente, convencido de que la trama
de ilegalidades es tan densa y profunda que no hay autoridad capaz de
desmantelarla. Mientras Daniel Rosales Guillot -el empleado culpable de
lo sucedido- permanece en libertad, los ciudadanos perjudicados por su
incapacidad hacen fila en la Empresa Eléctrica, defendiéndose como
pueden ante una burocracia corrupta, cuya premisa es maltratar al
cliente y obligarlo a pagar un consumo sobrefacturado.
La cantidad de ancianos que acuden a la filial de Habana Vieja en
calidad de reclamantes, denota un patrón de abuso. Siendo las personas
mayores el sector más desprotegido de la sociedad, menos propenso a
contravenir la ley, comportarse de forma agresiva o proferir amenazas,
no es de extrañar que se hayan convertido en el público meta de la
delincuencia burocrática que inunda este país.
Los ardides de los empleados de la Empresa Eléctrica son bien conocidos.
Desde aceptar sobornos para no declarar el consumo real de viviendas que
poseen varios equipos de aire acondicionado y una cantidad notable de
electrodomésticos, hasta cargar la diferencia a vecinos cuyo consumo es
mínimo. A cada reclamante se le ofrece la misma explicación: "hubo un
error de lectura y ahora usted debe pagar al Estado la suma omitida".
La realidad es que los salarios de la Empresa Eléctrica son tan bajos
que los trabajadores no pierden nada cuando se les sanciona con la
expulsión. Al contrario, como las irregularidades no se penalizan con
cárcel, se arriesgan a delinquir hasta que "exploten", y en el intervalo
acumulan dineros suficientes para cubrir el tiempo muerto. No es raro
que todos los empleados de la filial de Habana Vieja tengan prendas y
smartphones. Eso los distingue, además de su grosería, displicencia y
actitud desafiante, como quien no tiene nada que perder.
Durante los dos últimos meses Rosa obtuvo la evidencia de que la Empresa
Eléctrica la había estafado. El consumo del mes de abril marcó $8.35, y
el de mayo $13.20, un ligero aumento que se explica con el avance del
verano. Ahora que el metro-contador es nuevo y un técnico capaz realiza
la lectura, ¿cuál es la excusa para que la mujer reciba facturas con un
monto que, según el administrador Karel Leyva, era falso? ¿A qué
bolsillo fueron a parar los 453 pesos de Rosa y otros miles de pesos
obtenidos por cuenta de "errores de lectura"?
Poco faltó para que la señora presentara una denuncia ante Fiscalía;
pero solo de imaginar el interminable papeleo que le robaría tiempo y
fuerzas, desistió. Es la solución que muchos eligen para ahorrarse
dolores de cabeza, mientras crecen el delito y la impunidad.
Source: Ladrones tras un buró CubanetCubanet -
https://www.cubanet.org/destacados/ladrones-tras-un-buro/
martes, 27 de junio de 2017
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