domingo, 31 de julio de 2016

Para Cuba soy un muerto

«Para Cuba soy un muerto»
Pedro Peraza llegó a Betanzos tras salir de forma abrupta de su país,
que receló de él desde que iba a la escuela
TONI SILVABetanzos / La Voz, 31 de julio de 2016.

Que no les asuste el titular. Damos fe de que Pedro Antonio Peraza está
muy vivo. Y se puede comprobar cada día viéndole pasear por Betanzos
junto a su mujer Mirta. O con su perro Simón. A sus casi 70 años, tras
poner fin a su vida laboral en una granja de Oza-Cesuras, Pedro es un
trozo de esa historia medio desaparecida tras la caída del muro de
Berlín. Porque tres cuartas partes de su existencia (insistimos: está
vivo) han discurrido al otro lado del telón, en la Cuba comunista que
tuvo que abandonar por la puerta de atrás casi con el cambio de siglo. Y
eso pese a no ser uno de los frentistas catalogados en la isla caribeña
como «enemigos de acción» ni «enemigo ideológico».
Pero Pedro tampoco era un ciudadano dócil para la estructura de Fidel
Castro. «Pero luego están los 'no enemigos' que tampoco son 'amigos',
son 'discrepantes' que al final reconducen de alguna manera. A mí me
recondujeron entre comillas», describe Pedro, de verbo generoso y trato
muy afable.

El problema de este cubano es que, pese a abrazar los ideales de la
Revolución, aplicó el sentido común a todas sus estructuras, a todas las
pequeñas decisiones que de este movimiento se derivaban. Y así la mitad
de los enunciados no pasaban la criba. Uno de los ejemplos más claros
está en el primer día de clase de Filosofía. El profesor escribe el
nombre de la asignatura en el encerado y comienza a hablar de Marx y
Engels. «Entonces yo levanto la mano y pregunto si para llevar un orden
cronológico no era mejor empezar por Sócrates y Platón», recuerda Pedro.
El profesor le da la razón, le reconoce que ambos personajes son muy
anteriores. Entonces regresa al encerado y junto a la palabra
«Filosofía» añade «marxista leninista». Aparca la tiza y retoma su
discurso sobre Marx y Engels.

De los Jóvenes Rebeldes
«Yo tenía un problema ideológico para ellos», insiste Pedro. «Con 14
años acudí a una oficina para pertenecer a los Jóvenes Rebeldes y me
anotaron en una campaña de alfabetización, pero cuando venía una
autoridad yo no me callaba, decía que la libertad era muy importante,
que había que discutir muchos aspectos de la organización en Cuba? yo
tenía ideas propias». Y aquellas ideas propias le hicieron la vida un
poco más incómoda a este hombre casado con la hija de unos emigrantes de
Ortigueira. Pedro aún estudiaba en la universidad cuando nacieron sus
hijos. Sus estudios redundaron en la mejora del régimen. Atentos al
título de su tesis: «La influencia de la maleza de caza en las mezclas
de moldeo», una obra que ayudó a impulsar una de las producciones
vitales en la economía de la isla. Sus méritos académicos le hicieron
incluso medrar como profesor adjunto en la universidad al tiempo que
ocupaba un puesto de responsabilidad en una fábrica.
Pero el régimen lo tenía fichado como un «elemento incómodo» por esa
manía de pensar por libre. «En 1984 se creó una comisión para ir a la
URSS para conformar un convenio de colaboración en desarrollo de
maquinaria. Me quitaron de la comisión, ¡cuando yo dirigía el
proyecto!», recuerda Pedro. Lo mismo le ocurrió posteriormente cuando,
pese al respaldo del subdirector general de la empresa, José Hernández
Fonseca (hoy director de Cuba Libre Digital), le apartan de otro
desplazamiento a Australia y Nueva Zelanda. Y tampoco pudo cumplir su
deseo de ser reconocido como doctor pese al respaldo de su profesor.
Para ello se necesitaba la autorización del organismo educativo. «Pero
mis papeles no estaban por ninguna parte», recuerda.
La situación se hizo insostenible a partir de 1996. Ese año, la esposa
de Pedro había visitado a sus padres en España. Al regresar a Cuba le
recriminaron haber abandonado el país «sin permiso», la amenazaron con
retirarle el carné de militante comunista y entonces fue ella quien lo
devolvió. «Soy yo quien se va del partido», les espetó. A finales de ese
año es la hija de Pedro la que viaja a España para no volver nunca más.
Pedro temía por su hijo pequeño. «Nos asustaba la idea de que un día
cogiera una lancha y se marchara».

1999, el adiós definitivo
La madre de Pedro murió en marzo de 1999. Tras su entierro ya no le
quedaban vínculos, así que decidió que era el momento de dejar la isla.
Hasta en la despedida, el régimen le recordó que no se fiaba de él.
«Antes de salir me quitaron todo, la casa, los muebles... me tuvieron
ocho meses esperando por un papel», recuerda Pedro, quien durante varias
semanas durmió de prestado en casa de unos vecinos. Él mismo fue testigo
de cómo otra familia ocupaba su casa. «Me quitaron el DNI, me dieron un
pasaporte sin identidad, para Cuba soy un muerto».

Source: «Para Cuba soy un muerto» -
http://www.lavozdegalicia.es/noticia/coruna/betanzos/2016/07/31/cuba-muerto/0003_201607H31C6992.htm

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