Al cardenal Jaime Ortega, en la hora de su retiro
Con la salida del líder de la Iglesia católica cubana se cierra un largo
y arduo capítulo de la historia reciente
jueves, abril 28, 2016 | Miguel Saludes
MIAMI, Estados Unidos.- Tras postergarse durante varios años la renuncia
del Cardenal Jaime Ortega, finalmente se ha hecho efectiva. Setenta y
cinco años suponen un tiempo mucho más largo que el que estipulan las
leyes de numerosos países para el cese de la vida laboral. Pero monseñor
Ortega rebasó con creces el límite de edad indicado por la Iglesia para
el retiro reglamentario de sus pastores. Algunos movimientos pudieron
ser el indicio de una decisión que se produce justo a pocas semanas del
paso del presidente Obama por La Habana, momento culmen del
restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, hecho
histórico en el que la persona del cardenal estuvo involucrada de manera
activa. Es apreciable el hecho de que monseñor Ortega fue la primera
personalidad visitada por el presidente norteamericano tan pronto
arribar a la capital cubana.
Con la salida de Jaime se cierra un largo y arduo capítulo en la
historia reciente, no sólo de la Iglesia católica cubana, sino del
ámbito nacional. Un capítulo en el que aún subsisten los protagonistas
que otrora hicieran el papel de antagonistas de esa iglesia con la que,
al final del camino, pareciera se han reconciliado. Y buena parte de
este resultado corresponde indudablemente al obispo cubano.
A pesar de los desencuentros, críticas de quienes por una parte acusaron
cuando menos de ambigua la posición de Jaime ante ciertos sucesos, la
realidad apunta a una valoración positiva de una gestión que justifica
cualquier aparente postura evasiva, en circunstancias donde se imponía
salvaguardar el funcionamiento y la existencia de la institución
religiosa, inmersa en los acontecimientos socio políticos que han
marcado medio siglo de la historia cubana. Esto, sin dejar que la misma
Iglesia fuera arrastrada por el torbellino. A veces en el papel de
testigo cuando no podía hacer otra cosa, otras desde el acompañamiento
haciendo valer su presencia solidaria y finalmente más participativa
cuando el contexto lo hizo posible.
No es poca la gracia de riquezas en acontecimientos que la Iglesia
católica cubana atesora en la etapa que le tocó encabezar a Jaime
Ortega. Los años ochenta del pos-Mariel, la revitalización de la vida
laical, la caída del socialismo real tras el Muro de Berlín, la
frustrada peregrinación de la Virgen de la Caridad justo el mismo día en
que regresaban de manera simbólica los restos de los caídos en Angola.
Le tocó aquella difícil página del Periodo Especial con sus miserias y
penalidades; el mensaje esperanzador de la pastoral El amor todo lo
espera, donde gran parte del pueblo se reencontró con su fe y con una
iglesia cercana. No se puede obviar los días del éxodo del 94 y la
amplia cobertura informativa que tanto consuelo llevó a los hogares
cubanos rotos por las partidas y peor aún por el destino incierto de
muchos de los que se hacían a la mar. Años en que la acción caritativa
abrió pastorales carcelarias, ayuda a los ancianos, niños
discapacitados, enfermos faltos de medicinas y alimentos, guarderías
infantiles y ayuda a madres solteras, y tantos esfuerzos más que se
multiplicaban en medio de la escasez en cada diócesis.
Es la etapa de los medios de comunicación que irrumpieron como un aire
renovador para bien de miles de lectores, católicos o no. Palabra Nueva,
Espacios o su sustituta Espacio laical y la continuidad de la
imprescindible voz semanal de Vida Cristiana, contribución que llenó un
vacío informativo frente a la uniformidad oficialista y la emergente
acción de una prensa independiente con pocas posibilidades divulgativas
en la Isla. Tiempos también de pronunciamientos claros sobre la teología
de la liberación o la entrada de cristianos al Partido Comunista. Horas
difíciles del hundimiento del 13 de Marzo, el derribo de las avionetas o
el incremento de un movimiento disidente donde la presencia de laicos
comprometidos bajo la guía de la Doctrina Social de la Iglesia no podía
ser desapercibida. Tal vez aquí estarían algunos de los puntos álgidos
en la actuación de la Iglesia y su cardenal, a la que el devenir de los
acontecimientos pareciera darle parcial razón. Y es que la Iglesia tenía
un compromiso y una meta mayor por cumplir, aunque entonces ni sus
propios actores supieran imaginaran el alcance.
Los años de la misión de Jaime vieron la restitución del título
cardenalicio sobre un pastor cubano, la visita de los papas Juan Pablo
II, Benedicto XVI y Francisco, el reconocimiento oficial de las
Navidades, la Semana Santa y el retorno de las procesiones a las calles.
En lo social destaca la diligencia de la Iglesia casi de manos con el
gobierno del general Castro que logró la salida de la cárcel de los 75
prisioneros de conciencia en el que la mediación personal del cardenal
fue importante. El colofón se produce en los aspectos aún poco conocidos
de esa intervención reconciliadora que puso punto final a uno de los
últimos episodios de la Guerra Fría. Eventos que pertenecen al dossier
biográfico del Cardenal Ortega y que merecen el recuerdo agradecido por
el servicio a favor de la Iglesia, sus feligreses y todo el pueblo cubano.
No es poco lo que habrá que decir de Jaime Ortega en el futuro. Hizo su
labor meticulosa, con diplomacia, a veces con un cuidado extremo en el
que no pocos quisieron ver la huella del miedo humano, apariencia de
debilidad que contrastaban con la firmeza de carácter cuando discrepaba
de alguna compostura. De él me quedan buenos recuerdos personales,
algunos bastantes cercanos. Entre ellos destaco una sencillez poco
divulgada: guardo con cariño sus palabras de consuelo apenas unas
semanas antes de salir de Cuba. Y aunque alguna que otra vez me conté
entre los críticos de algunas de sus posiciones, el paso de los años me
ha hecho ver que en no pocas de ellas el Arzobispo estaba acertado. Por
ello a mi agradecimiento uno la petición de perdón por cualquier
incomprensión de quien tantos buenos oficios ha hecho por la Iglesia de
Cristo y por Cuba. Pedir que Dios le conceda larga vida en su retiro y a
mí la oportunidad del reencuentro en esa Habana que nos es tan común
como entrañable.
Source: Al cardenal Jaime Ortega, en la hora de su retiro | Cubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/al-cardenal-jaime-ortega-en-la-hora-de-su-retiro/
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