jueves, 2 de julio de 2015

Historias por contar

Historias por contar
[02-07-2015 00:14:00]
Frank Correa

(www.miscelaneasdecuba.net).- La historia de la lucha clandestina contra la dictadura batistiana en el poblado costero Baracoa, en la provincia Habana, no se ha escrito aún. Uno de sus héroes desconocidos fue Julio Caro Montes, quien en sus últimos años de vida intentó inútilmente escribirla, su muerte tronchó el proyecto, que se encuentra hoy salvada al resguardo de su familia.
De joven Julio Caro fue un baracoense inquieto, según me contó en su pequeño apartamento de Los Cocos, playa Baracoa. Estudió en los Estados Unidos ingeniería naval y al graduarse regresó a Cuba, se incorporó a la lucha clandestina contra Batista como jefe de célula. Casi al final de la guerra subió a la Sierra Maestra y bajó con los barbudos a La Habana con los grados de capitán, junto al comandante Efigenio Aimejeiras, al que había conocido en un convite la noche del primero de enero, y siguió con él y otros oficiales del Ejército Rebelde, construyendo a paso rápido la nueva sociedad.

¨Fueron años convulsos, un día Raúl declaró una sacudida a la mata, que llamaron operación Dulce Vida, y fuimos confinados a granjas de trabajo muchos oficiales, entre ellos varios capitanes y comandantes. La puerta del ómnibus donde iban a trasladarnos hasta la granja estaba custodiada por los jimaguas De la Guardia, militares procesados años después por traición a la patria. Efigenio le preguntó a uno de ellos, creo que a Tony, ¿hasta cuándo será esto? Los jimaguas contestaron al unísono:

--Hasta que nos acordémonos.

Julio Caro vivió hasta su muerte buscando su rehabilitación revolucionaria, y lo logró, de manera parcial. Luego de la granja, se incorporó a la flota de la marina mercante cubana, capitaneó barcos durante una década. Cursó Navegación satelital y fue profesor de la Escuela Naval, pero se desgastó intentando revalidar sus grados militares. Le costó un enorme trabajo conseguir que altos oficiales que antes fueron sus subordinados le firmaran los avales.

Tras una ardua lucha que quebrantó su salud, el Comité Militar de Baracoa le otorgó los grados de teniente coronel de la reserva, en 1990, pero ya estaba cerca su fin. En sus historias, Julio siempre hacía énfasis en la bola de años que él y Efigenio Aimejeiras estuvieron cogiendo guaguas por toda La Habana para ir al trabajo. Soñaba que por su nuevo grado militar le tocaba un Moskovich, que nunca llegó. Le sorprendió la muerte un 3 de marzo de 1992, con el legajo de la historia de Baracoa sin publicar, donde se rememoran esos años en la voz de uno de sus principales protagonistas.

Source: Historias por contar - Misceláneas de Cuba - http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/559466283a682e13b8ddf5b4#.VZT6W_mqqko

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