En 2011 seremos libres o mentirosos
Orlando Luis Pardo Lazo
La Habana 05-11-2011 - 1:25 pm.
Promesas y realidades, régimen y oposición: sin la histeria de los
visionarios no hay convulsión de la Historia.
Niños vestidos de pioneros lanzan flores al mar en memoria de Camilo
Cienfuegos. (GETTY IMAGES, La Habana, 28 de octubre)
A fuerza de machacarla hasta en los libros de textos de la educación
primaria, todavía se recuerda hoy en Cuba el golpe mediático de aquella
frase de Fidel: "En 1956 seremos libres o mártires". Puesta en boca de
un convicto por rebelión armada, no era poca cosa esta amenaza. De
hecho, fue todo un grito de guerra anunciada (que sí mata soldados)
contra la seguridad nacional imperante entonces.
Según corrían los meses y nada ocurría, Fidel reiteraba su eslogan en
artículos publicados por aquí y por allá. Se la jugó en público, pero ya
se le iba agotando el tiempo en escena de su función. Se acababa el año.
Y el joven exiliado no quería tener que darse él mismo un último
aldabonazo suicida, como hizo Eduardo Chibás cuando no alcanzó a cumplir
con su palabra empeñada ante el país.
Era una época fáctica, actancial, donde el verbo (como en el Génesis)
era libremente convertible en eventos de la realidad. Hablar era el arma
más artera. Fue un momento pletórico de protagonistas y la muerte muy
pronto jugaría a sus anchas un papel estelar.
Hoy, en cambio, todo parece tener un tono menos premonitorio, en sordina
no tan urgente, sobrevivible sin gran esfuerzo. Por suerte o por
desgracia, los líderes en Cuba han perdido su capacidad de manipulación
del mañana (la política aquí es el arte de lo pretérito). Desde la
oficialidad o desde la oposición, todos son peleles de un presente
precario. Es como si el cansancio consuetudinario les impidiese levantar
la cabeza (y, en consecuencia, la vista). Por eso ahora el pueblo puede
darse el lujo de acatar o ignorar uno u otro discurso, siempre sin
involucrarse demasiado. Al fin y al cabo son sólo eso: discursos
(blablablá de la barbarie).
Sin la histeria de los visionarios (¡Dame la F!), no hay convulsión de
la Historia (¡Dame la I!). Sin personas proactivas (¡Dame la D!), no
habrá nunca una post-patria (¡Dame la E!). Sin la hipocresía del honor
como cómplice del horror (¡Dame la L!), no hubo nunca nuevos conceptos
de la verdad (¿Qué dice...?).
Al poder ya no le basta con la euforia de sus estadísticas estéticas
para crear consenso. A la oposición tampoco debería bastarle con su
consignería de calle o sus panfletos en digital. Todo cambio es en
última instancia tiempo violentado.
Así, para romper esta homeostasis infranacional, habría que curvar la
línea cronológica de la revolución cubana, anacronizar su proceso, armar
otra máquina narrativa que sea igual de eficaz (de falaz). Invocar, por
ejemplo, hitos de heroicidad inimaginable hasta el momento mismo de su
enunciación. Dar fechas y luego cumplirlas con épica rigurosidad
(retórica del rigor mortis).
Cada cárcel o cadáver convocado (no necesariamente de los actores, sino
del público en primera instancia) será entonces un bit del cambio. Sólo
semejante teatro tanático descorrería el telón del tedio, haciendo
mediáticamente verosímil nuestra trama ante el mundo. Ay, ¿pero está la
pacificada oposición en condiciones de ejecutar ese guión con tal de
desterrar en tiempo real al despotismo? ¿Y hasta dónde estaría resuelto
el poder con tal de conservar viva la novela idílica de su única voz?
Aquel joven líder sobrevivió a 1956 sin liberar a nadie a su alrededor
ese año. Ya sabemos que las promesas no serán lo más importante, pero sí
lo de mayor impacto.
Se acaban los años.
http://www.ddcuba.com/opinion/7935-en-2011-seremos-libres-o-mentirosos
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