lunes, 16 de mayo de 2011

Un documento contrarrevolucionario

Publicado el lunes, 05.16.11

Un documento contrarrevolucionario
Alejandro Armengol

Un documento contrarrevolucionario recorre la isla de Cuba. Es la
versión, aprobada en el Sexto Congreso del Partido Comunista de Cuba, de
las propuestas de reformas económicas y del final de una larga serie de
prohibiciones.

El documento ha dado lugar a crecientes expectativas, desde el poder
vender viviendas y automóviles hasta la posibilidad de viajar al
extranjero como turista, pero seguramente también ha hecho pensar a
muchos sobre el absurdo de un gran número de medidas que por años han
restringido la vida de los cubanos. ¿Por qué abolirlas ahora y no hace
30 o 40 años? ¿Por qué surgieron en primer lugar? Todos estos años
destinados a complacer el ego de Fidel Castro o su afán de figurar en la
historia mundial. ¿Valió la pena tanto sacrificio que al final ha
resultado absurdo?

La respuesta a estas preguntas no se encuentra solo en un mecanismo de
represión casi perfecto, que ha mantenido doblegada a una población
durante más de 50 años. Tiene su fundamentación también en una ideología
de sacrificio a la patria inculcada desde las escuelas primarias.
Sacrificio que en lo fundamental ha sido simplemente una patraña
utilizada por demagogos y oportunistas, pero que en el ideario nacional
ha servido de soporte retórico a grandes abusos y falsas explicaciones
históricas.

Desde la colonia hasta nuestros días, a una actitud pragmática capaz de
sacarle provecho a cualquier situación se ha unido una vocación
emocional terca, dispuesta a la acción, que se guía por principios o
prejuicios, pero siempre alienta la inmolación y el abandono personal. A
esta última se deben las páginas más heroicas y los errores más costosos
de nuestra historia.

El proceso de independencia cubano no fue nunca una lucha contra los
españoles, al estilo de las guerras anticoloniales de América Central y
del Sur, sino un combate por la purificación del país y la abolición de
los frenos al desarrollo económico. Se ensayaron diversos métodos, pero
terminó por imponerse el sacrificio heroico como único medio para
alcanzarlo. Aunque este ideal fracasa en la práctica, queda como
aspiración y bandera de lucha. La inutilidad del sacrificio no se
reconoce como un medio inadecuado para alcanzar la plenitud como nación,
sino como frustración republicana.

Las apariencias son buenas para la literatura y el arte, pero no para la
historia. La independencia es un largo proceso en el que a la población
le toca la peor parte. La guerra se nutre de sacrificios, pero no se
gana a cambio de ellos. Sirvió para el enriquecimiento de la oligarquía
peninsular, por las emisiones de bonos. Fue financiada principalmente no
por el aporte de los tabaqueros, seducidos por la elocuencia martiana,
sino por los grandes intereses azucareros, cuyo principal mercado no se
encontraba en España sino en Estados Unidos.

Entre la salida emocional del disparo de Chibás y la entrada calculada
de Batista media la tragedia cubana. El heroísmo es, en muchos casos,
sólo la salida desesperada ante la mediocridad y la estulticia, pero un
gesto condenado a consumirse en su propio esplendor, incapaz de dejar
huella duradera en la vida nacional, salvo en el reino de lo anhelado y
ausente.

Nunca al cubano se le ha dado la posibilidad de no tener que
sacrificarse para ser libre. Nuestra historiografía se reduce en la
mayoría de los casos a un afán desmedido de relegar las vicisitudes
cotidianas como necesarias y carentes de valor, al tiempo que se exaltan
las virtudes del martirologio. La galería de héroes se traduce en un
llamado a dejar a un lado la disciplina mediocre para justificar la
indisciplina heroica. Cuba es una isla que vive –siempre ha vivido– bajo
un cielo de mártires y héroes, cuya sombra oculta la ineficiencia e
injusticia que crea y alimenta la corrupción. Cuando se abandona la
mítica del héroe, solo queda abrazar el cinismo, la amoralidad y el
oportunismo.

Tras la llegada al poder, en Cuba se exaltó la necesidad del sacrificio
no sólo como una vía hacia el desarrollo –idea capitalista ya superada
de que el ahorro es la base del capital–, sino como principio moral.

Lo que se está poniendo en evidencia cada vez con mayor fuerza no es la
inutilidad de esos sacrificios de la población, algo que se sabía desde
hace tiempo, sino su carácter innecesario. ¿Por qué, por ejemplo, los
niños en Cuba no pueden viajar como turistas? ¿Qué justifica que el
Gobierno los retenga como rehenes salvo una mentalidad medieval? No vale
la respuesta de que en muchos países los niños no solo no pueden viajar
sino que no cuentan con la comida necesaria a diario. Es cierto, pero no
justifica el destino triste al que por décadas han estado condenados
todos los cubanos, que han visto sus vidas limitadas por los caprichos
de una elite gobernante incapaz de poner una taza de café en cada hogar
cubano.

http://www.elnuevoherald.com/2011/05/16/v-fullstory/940937/alejandro-armengol-un-documento.html

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