lunes, 22 de febrero de 2010

Nadie en Cuba puede escribir sobre la verdad

"Nadie en Cuba puede escribir sobrela verdad"
» corresponsales en la isla revelan detalles de la presión, control y
terror que impone la dictadura cubana
Agencias
Domingo, 21 de Febrero de 2010

Los corresponsales extranjeros en Cuba afrontan a un dilema: decir toda
la verdad y exponerse a la expulsión o la censura (toda señal pasa por
el centro técnico cubano antes de ser transmitida), o decir toda la
verdad posible y seguir informando al mundo de al menos algo de lo que
sí pasa en Cuba.

Una reportera española radicada en Cuba por 5 años escribió que "es raro
el periodista que no suaviza sus reportajes para evitar ser expulsado
del país''. Otro corresponsal radicado allí durante 4 años escribió: "La
autocensura es una práctica muy común''. Y también: "Nadie en la isla
puede escribir la verdad de lo que pasa allí. Los corresponsales sólo
pueden aproximarse a la realidad''.

Juntos, los libros recientes de Isabel García-Zarza y Vicente Botín han
sacado a la luz pública una dura realidad que los corresponsales
extranjeros en Cuba sólo han admitido previamente en privado: que las
fuertes presiones del régimen los obligan regularmente a andarse con
cuidado en cuanto a las historias delicadas.

"El público extranjero está recibiendo una imagen de Cuba que está, por
lo menos, minimizada'', afirmó García-Zarza desde España en una
entrevista telefónica. "Pero siempre es mejor un 80 o 90% de la realidad
que nada''.

"Por supuesto que mis editores en España estaban perfectamente
conscientes de lo que pasaba, pero para ellos era importante mantener un
corresponsal en Cuba'', explicó Botín a El Nuevo Herald desde España.

Autocensurarse para evitar ser expulsados ha sido siempre común entre
los corresponsales extranjeros radicados en países con gobiernos
represivos, desde el Iraq de Sadam Hussein hasta la antigua Unión Soviética.

Botín y García-Zarza argumentan que los más o menos 150 corresponsales
extranjeros radicados en Cuba escriben y transmiten historias que pueden
disgustar al régimen pero que son demasiado importantes como para poder
evitarlas, como por ejemplo la salud de Fidel Castro, la represión
contra los disidentes y el caos económico.

Sus libros -el de ella, La Casa de Cristal, y el de él Los Funerales de
Castro, ambos publicados en España a fines del año pasado- brindan
ejemplos de cómo escribieron historias delicadas a pesar de los
esfuerzos del régimen por controlar su trabajo.

Mientras escribía una historia sobre los disidentes, "no puedo abandonar
cierta angustia, e incluso considero la posibilidad de abandonar la
historia [. . .] pero luego decido que no puedo permitirles que me
intimiden'', escribió García-Zarza, quien trabajó en Cuba para la
agencia de noticias Reuters entre 1999 y el 2004.

Cuando funcionarios cubanos ordenaron a todos los corresponsales en La
Habana que no reportaran "ni una palabra'' luego de que Castro se
desmayara durante un discurso en el 2001, ellos reportaron el evento de
todas maneras, escribió ella.

Son espiados

Pero en muchos de sus comentarios sobre su trabajo como corresponsales
admitieron que también se plegaron a menudo a las presiones del régimen
y su Centro de Prensa Internacional (CPI), el cual entrega las
acreditaciones que estrictamente se requieren para trabajar allí como
periodistas.

El CPI entrega además los papeles para que los corresponsales puedan
adquirir artículos necesarios, tales como equipos de aire acondicionado,
señaló García-Zarza, "y, por supuesto [. . .] no puedo evitar pensar en
eso''.

Los corresponsales creen firmemente que los agentes de Seguridad del
Estado espían todo el tiempo sus teléfonos, casas y automóviles, y que
los siguen a menudo.

"A veces la vigilancia policial es deliberadamente indiscreta, para
intimidar'', escribió Botín, quien fue corresponsal de Televisión
Española en Cuba entre 2005 y 2008.

Botín añadió que los agentes de la Seguridad también vigilan "las ideas
políticas, las preferencias y sobre todo las debilidades, como drogas,
sexo, alcohol y juego'' de los corresponsales.

El sistema de presiones "funciona a la perfección. Uno se convierte en
su propio censor'', escribió García-Zarza.

Cuando Castro volvió a desmayarse durante el funeral de un simpatizante
del régimen el 16 de febrero del 2006, "nadie reportó nada'' debido a
"las recomendaciones de la Seguridad del Estado'', según Botín.

García-Zarza narra que su primer encontronazo con el CPI fue después de
que ella escribiera sobre la prohibición del régimen de que los cubanos
entraran a los hoteles turísticos. Una funcionaria del CPI la hizo venir
al centro, y "como era la primera vez [. . .] ella jugó el papel de la
hermana mayor que trata de abrir los ojos a su alocada hermana menor,
quien no ha entendido todavía las dificultades que afronta la isla''.

Pero luego de que una segunda historia fuera considerada demasiado
crítica, la misma funcionaria la llamó por teléfono "gritándome cómo
podía yo haberle hecho eso, que ella me lo había advertido, y que yo
sabía muy bien que esto iba a traer consecuencias'', escribió. "Yo me
eché a llorar desconsolada''.

Otra queja del CPI fue enviada por correo electrónico al supervisor de
García-Zarza en La Habana, decía: "Cuando ella ha llegado a este
extremo, debería preguntarse a sí misma si es que ya ha agotado su
utilidad en su puesto''.

Ella permaneció en Cuba hasta el final acordado de su misión, pero un
corresponsal británico de Reuters en La Habana, Pascal Fletcher, fue
obligado a irse en 2001 después de que Castro atacara públicamente sus
reportajes y el CPI dijo que no renovaría sus credenciales de prensa.

"Supongo que no había alternativa, pero me duele mucho'' que Reuters
aceptara enviar a Fletcher a otra parte, dice ella. "Al final lo
importante es mantener la puerta abierta. Después de tantos años,
nosotros [Reuters] no podemos arriesgarnos a que nos expulsen ahora...
No puedo decir que estoy orgullosa de cómo manejamos la situación''.

Más adelante en el libro, basándose en un diario que ella llevaba,
escribió: "Han pasado un par de meses desde el [caso Fletcher], sólo
cubriendo lo absolutamente necesario, teniendo el mayor cuidado con cada
historia. Todos tenemos el miedo metido en los huesos. Hasta el punto en
que, cada vez que escribimos algo, nos preguntamos unos a otros si 'les
va a gustar a ellos''.

Sacan a medios

Unos 150 medios extranjeras están acreditados actualmente por el CPI,
desde CNN y la Associated Press, con sede en EE.UU., hasta periódicos y
cadenas de Europa, Asia y América Latina.

Editores de tres medios que tienen o tenían corresponsales en Cuba no
quisieron hacer declaraciones para esta historia, y lo mismo hizo
Fletcher. The Miami Herald y El Nuevo Herald, quienes durante varios
años no han recibido el permiso de Cuba para reportar desde allí, han
enviado reporteros a la isla como turistas sin acreditaciones del CPI.

El régimen de Castro ha expulsado a muchos corresponsales o se ha negado
a renovar sus acreditaciones desde 1959. Los últimos tres casos
ocurrieron en 2007 e incluyeron a Gary Marx, de The Chicago Tribune,
quien había permanecido como corresponsal en Cuba desde 2002.

"Es absolutamente cierto que existe la autocensura en Cuba'', declaró
Marx a El Nuevo Herald. "Pero cada corresponsal toma su propia decisión
en cuanto a cómo maneja la presión del régimen. Yo traté de cubrir la
historia sin concesiones lo mejor que pude''. Marx lo hizo así, y el CPI
le notificó a principios de 2007 que tenía 90 días para salir del país.

"Ellos me dijeron que mis historias eran demasiado negativas, y que
'creemos que nos irá mejor con otra persona", o sea, otro corresponsal
cuyas historias les molestaran menos.

"Claro que la autocensura es algo común en Cuba'', añadió Tracey Eaton,
corresponsal de The Dallas Morning News en La Habana entre 2000 y 2005.

"Los reporteros hacen concesiones todo el tiempo a cambio de tener
acceso. Pero en Cuba la situación es más dramática'', precisó Eaton.
"Cuba es un lugar duro de cubrir, un lugar duro para trabajar. Puede
hacerse opresivo''.

La Sociedad Interamericana de Prensa reportó en noviembre que el CPI
había reforzado su control sobre los corresponsales y había demorado
durante meses la renovación de las acreditaciones como un modo de
presionar a los extranjeros.

Mientras que el libro de García-Zarza se centra en sus experiencias
personales en Cuba, el de Botín brinda una mirada detallada y sin
censura a la realidad cubana, desde la pobreza de sus habitantes hasta
su caótica economía y los defectos de su sistema de salud y educación.

Botín escribió parte del libro en secreto mientras vivía en La Habana,
pero lo terminó después de haber salido de allí porque, según observó:
"Nadie puede decir desde dentro de la isla la verdad sobre lo que pasa
allí. Los corresponsales sólo pueden aproximarse a la realidad por medio
de alusiones y metáforas''.

Cuba, agregó, "no es el mundo feliz que proyectan los medios de prensa''.

elsalvador.com :.: "Nadie en Cuba puede escribir sobre la verdad" (21
February 2010)
http://www.elsalvador.com/mwedh/nota/nota_completa.asp?idCat=6376&idArt=4540487

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