Los cinco como excusa
Raúl Castro ha heredado el asunto de la Red Avispa, pero, al igual que
Obama, espera que el petróleo 'solucione' el problema.
Haroldo Dilla, Santo Domingo | 25/06/2009
Desde el día de Corpus Christi del año 2000, en que Elián González fue
devuelto a su país, el tema de cinco agentes cubanos presos en Estados
Unidos ha sido inevitable para quienes visitan la Isla, leen la prensa
local o simplemente conversan con algún funcionario de la cancillería.
Es un tema impuesto por el gobierno cubano como el primer punto de la
agenda. Y por eso los grupos de solidaridad con La Habana —esos pequeños
grupos de activistas que desean al pueblo cubano lo que ellos
personalmente no soportarían por mucho rato— enarbolan permanentemente
el tema. Les sucede —como al burgués gentilhombre de Moliere— que hablan
en prosa y no se dan cuenta. Son los precios de la añoranza derrotista y
del fanatismo sectario.
Ahora ocurre que Ricardo Alarcón, en una de sus tantas estulticias
públicas, ha culpado a Obama de "deshonesto" por no liberar
inmediatamente a los agentes presos, lo cual, dice, puede hacer con una
"firmita". Alarcón reitera lo que ya han dicho Fidel y Raúl Castro: si
Obama quiere comenzar a resolver el diferendo, un primer gesto tiene que
ser liberar a los cinco espías y devolverlos a Cuba. Que conste, sólo
para comenzar.
El asunto es complicado. Estas personas operaban como agentes de
inteligencia desde 1990 hasta que fueron detenidos en 1998. Es cierto
que centraban su atención en grupos de exiliados extremistas y hostiles
al gobierno. También es cierto que, tradicionalmente, la política de
Washington hacia La Habana había implicado actos hostiles y
ocasionalmente agresivos. Pero nada de ello los hace inocentes, y de
hecho existen numerosos casos de espías cubanos capturados por el FBI (y
espías norteamericanos capturados en Cuba) de los que ya nadie habla.
¿Por qué tanta algarabía con ellos?
Sacrificados en el altar de la megalomanía
La razón es que estos cinco agentes no se adhirieron a la práctica común
en estos casos, al código no escrito de conducta, que sugiere al espía
capturado callarse por algún tiempo hasta que toda la red se ponga a
salvo. Y cooperar más adelante, hasta que algún día lo suelten o lo
canjeen sigilosamente, cuando ya a nadie le importe.
Y fue así porque, en el año 2000, Fidel Castro estaba en el apogeo de su
agitación nacionalista y estaba buscando un nuevo tema tras la
devolución de Elián a la Isla. Y al parecer, los agentes fueron
instruidos para no cooperar. De esa manera, les convirtieron en íconos
de la batalla antiimperialista que se veía venir de la mano (del
petróleo) de Chávez.
De los diez encausados, la mitad decidió no acompañar al comandante, y
de ellos nada se sabe. Los otros fueron condenados a penas de entre 15
años y cadena perpetua. Fueron sencillamente sacrificados en el altar de
la megalomanía de Fidel Castro.
Alarcón siempre habla del tema, como por encargo y en celo permanente.
Es lo que queda de un eterno aspirante a la cancillería que ha perdido
casi todos los debates públicos a los que se ha enfrentado, sea con
Jorge Mas Canosa o con Eliécer Ávila. Pero ahora lo hace porque el
Tribunal Supremo rechazó una apelación para repetir el juicio, sobre la
base argumental de que no hubo garantías suficientes en Miami para una
vista imparcial, y que por ello las condenas fueron muy duras.
Es probable que así sea y que hubiera sido saludable revisar el asunto.
Sólo que el gobierno cubano no tiene el más mínimo empaque moral para
opinar sobre juicios, presos, garantías legales o penas duras.
No podemos olvidar que en la Isla hay centenares de presos políticos y
que en abril de 2003 fueron condenados a penas de hasta 30 años unos 75
opositores, todos cubanos, que habían decidido oponerse al gobierno por
vías pacíficas.
Se dice que eran culpables de complicidad con Estados Unidos, porque
algunos de ellos visitaban con frecuencia la Oficina de Intereses en La
Habana y "recibían dinero" de instituciones de ese país. Pero otros
nunca iban ni recibían dinero, y fueron condenados por igual. De
cualquier manera, fueron sometidos a juicios sumarios en el peor estilo
de los capitanes generales. Como no tuvieron formas adecuadas de
defensa, todos son no-culpables. Pero la mayoría de ellos sigue en prisión.
Y por esa misma época, el mismo gobierno fusiló en 72 horas a tres
jóvenes que intentaron secuestrar una lancha de pasajeros, que no
ocasionaron daños físicos a personas y que no tuvieron garantías mínimas
para la defensa. Y que, por supuesto, nunca habían estado en la Oficina
de Intereses.
Esperando que llueva petróleo
El disminuido gobernante Raúl Castro, atribulado hermano de un
Comandante en Jefe que no acaba de despedirse, ha heredado el tema y no
sabe qué hacer con ello, en particular cuando le quieren colocar a los
"cinco héroes prisioneros del imperio" como el test case para una
mejoría de relaciones con Estados Unidos.
Probablemente, a Raúl le gustaría normalizar dichas relaciones para
poder pasar a la historia como algo más elevado que el doberman del
sistema. Pero intuye que con los "cinco héroes" de por medio —un tema
del que no se hablaría públicamente en una negociación—, el escenario es
poco auspicioso.
Y en silencio —no por elegante modestia, sino porque no tiene nada que
decir— espera que aparezca petróleo suficiente en el Golfo de México
para que los norteamericanos se apuren a negociar todo, incluyendo la
devolución de unos "cinco héroes" que serán superfluos hasta para
escribir memorias.
Por supuesto, lo deseable sería que mañana mismo Estados Unidos liberara
a los cinco agentes de la Red Avispa y a otros espías cubanos de los que
nadie habla. Y, de paso, que levantara el embargo, cancelara TV Martí,
abriera una embajada en La Habana y devolviera la base naval de Guantánamo.
Probablemente muchos coincidamos con Obama en eso. Pero, a diferencia de
Obama, no somos el presidente de un imperio, ni debemos atenernos a
complejas correlaciones de fuerzas políticas en torno a lo que se dice y
lo que se piensa, ni tenemos a Cuba en un lugar muy lejano de nuestras
prioridades.
Por eso Obama no lo va a hacer. Y, por lo mismo, es también probable que
—como Raúl Castro— espere la llegada del petróleo, el mejor argumento
para un país que históricamente ha tenido más clientes que amigos.
Al fin y al cabo, si el petróleo no aparece a tiempo (y pudiera ser
así), el inmovilismo terminará explotando la nación en mil pedazos. Y,
entonces, los norteamericanos no tendrán que esforzarse mucho para
aparecer como los "buenos socios" que restauran la paz, protegen la
independencia y promueven el progreso. Todo a muy bajo costo.
Los cinco como excusa - Artículos - Opinión - cubaencuentro.com (25 June
2009)
http://www.cubaencuentro.com/es/opinion/articulos/los-cinco-como-excusa-188892
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