sábado, 29 de abril de 2017

Los peligros del odio

Los peligros del odio
La desgracia de vivir bajo regímenes autocráticos es algo que
compartimos los nacionales de Cuba y Venezuela
Sábado, abril 29, 2017 | Miriam Celaya

WEST PALM BEACH, Estados Unidos.- La noticia, poco después desmentida,
de una supuesta quema de banderas cubanas en días recientes por parte de
manifestantes venezolanos que se oponen al gobierno de Nicolás Maduro,
provocó diversas reacciones en las redes sociales y en algunas webs
cubanas. De inmediato muchos isleños, mayoritariamente residentes en el
extranjero, expresaron su indignación contra los venezolanos ante lo que
interpretan como una afrenta a un símbolo nacional que consideran
sagrado y que no representa en lo absoluto al poder dictatorial que rige
en la Isla desde hace casi seis década, en definitiva el corresponsable
de la profunda crisis política, social y económica que atraviesa
actualmente Venezuela.

El equívoco, sin embargo, no resultaba completamente infundado teniendo
en cuenta que pocos años atrás sí se había producido la quema de
banderas cubanas en relación con protestas estudiantiles en Venezuela.

Ahora bien, dejando de lado cualquier resabio nacionalista, justificado
o no, el apócrifo mensaje piromántico de los venezolanos contra el
pabellón cubano en varias ciudades importantes de su país habría dejado
claro el rechazo a la grosera injerencia cubana en Venezuela, habida
cuenta que el Palacio de la Revolución, en La Habana, no solo es el
tabernáculo perverso donde se ha cocido durante años la devastación de
su nación, sino que hasta la actualidad es el recinto desde el cual se
dirigen los hilos del chavo-madurismo, ahora decadente pero por eso
mismo, más peligroso.

Así, pues, en todo caso sería ese poder maligno y no la enseña nacional
cubana lo que habrían quemado los venezolanos en sus revueltas de días
recientes. De hecho, las imágenes de 2014 que provocaron la confusión no
dejan lugar a dudas cuando vemos que varias de las banderas quemadas
entonces portan la imagen de Fidel Castro sobre un fajo de dólares
desplegados bajo el rostro, así como en otras se leen letreros de Fuera
los Castro, Fuera de Venezuela. También en aquel momento se hicieron
quemas de muñecos que remedaban al ahora difunto hacedor de la más larga
dictadura que haya existido en esta región.

Pero no es menos cierto que uno de los peligros del momento actual es
que en medio de la violencia aplicada por los cuerpos represivos y las
pandillas, azuzada desde el gobierno central contra los manifestantes,
la respuesta de éstos se vaya tornando a su vez más violenta. La crisis
venezolana ofrece un escenario mucho más convulso y sumamente volátil e
inestable a consecuencia del hambre generalizada, las necesidades y
carencias de la población, la frustración social, el desgobierno del
régimen, de manera que cualquier coyuntura puede desembocar en un caos
incontrolable por ninguna de las partes.

En ese contexto la indignación popular no estaría en condiciones de
discriminar entre Cuba y los cubanos, por una parte, y el castrismo por
otra, soslayando el irrefutable hecho de que la desgracia de vivir bajo
regímenes autocráticos es algo que compartimos los nacionales de ambos
países.

A este tenor, y sin ánimo de resultar apocalíptica, no se puede negar
que los miles de civiles cubanos que actualmente colaboran en los
programas populistas (dizque "misiones") de la alianza castrochavista
constituyen eslabones muy frágiles en medio de la batahola venezolana,
no solo porque fácilmente ante una eventual situación incontrolable
pudieran resultar víctimas de los odios acumulados por muchos años de un
proyecto político dirigido por una pandilla de ladrones y corruptos, y
que terminó revelándose como una estafa, sino porque la naturaleza
perversa de la alianza entre los jerarcas de La Habana y Caracas no
dudaría ni un segundo en sacrificarlos motu proprio y atribuir a la
oposición la pérdida de vidas o la violencia contra los civiles cubanos.

La gerontocracia cubana sabe que la pérdida de vidas cubanas les
permitiría desatar todo un aquelarre a través de su monopolio de prensa
y constituiría una oportunidad dorada para agitar los ánimos patrioteros
de las masas al interior de la hacienda en ruinas, especialmente en
estos tiempos, cuando la difunta revolución no cuenta con ningún capital
de fe entre los cubanos y cuando la definitiva caída del "socialismo del
siglo XXI" anuncia tiempos (más) difíciles también para los cubanos de
la Isla.

El hecho de que se trate de profesionales cubanos, mayoritariamente de
la salud, que llevan adelante una misión humanitaria de atención médica
a poblaciones muy pobres, añadiría un toque dramático sumamente propicio
a los efectos propagandísticos del Palacio de la Revolución. ¿Quién
podría resistirse a la tragedia de quizás decenas de familias cubanas?

De momento, la prensa oficial cubana mantiene un sospechoso silencio,
casi sepulcral, sobre cuanto acontece en Venezuela. O –en su defecto– ha
mentido cínicamente, como se constata en la versión impresa del
principal periódico oficial, Granma, que en una breve nota del pasado
lunes, 24 de abril afirmó que en ese país "reina la normalidad" a pesar
del llamado al plantón por parte de los opositores a Maduro, de las
multitudinarias movilizaciones que han inundado las calles de numerosas
ciudades de Venezuela desde inicios de abril y de las decenas de muertes
que se han estado produciendo, principalmente por parte de
manifestantes, a manos de los delincuentes agrupados en los tenebrosos
"colectivos", esa variedad de terroristas motorizados al servicio del
gobierno que asesinan impunemente a sus compatriotas por el solo hecho
de ejercer su derecho a la protesta.

Esperemos que los mejores hijos de Venezuela no permitan que las justas
aspiraciones de libertad, justicia y democracia de su pueblo se
contaminen con actos criminales contra los colaboradores civiles
cubanos. Es preciso que no sucumban al odio sembrado por los poderes.
Pero en cualquier caso, los males que se produzcan en Venezuela serán
responsabilidad directa de la cúpula cubana y de sus títeres al frente
del gobierno venezolano.

(Miriam Celaya, residente en La Habana, Cuba, se encuentra de visita en
Estados Unidos)

Source: Los peligros del odio CubanetCubanet -
https://www.cubanet.org/facebook/los-peligros-del-odio/

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