Memorias del subdesarrollo cubano
Calles rotas, edificios destruidos, enjambres jóvenes vendiendo sus
cuerpos: turismo tercermundista para turistas estadounidenses
lunes, febrero 2, 2015 | Ernesto Pérez Chang
LA HABANA, Cuba. -Según los medios de prensa oficialistas, el gobierno
cubano confía en que una normalización de las relaciones con los Estados
Unidos desate una explosión de turismo norteamericano hacia la isla.
Según análisis de especialistas del sector, se espera que las cifras de
visitantes superen varias veces los niveles históricamente conseguidos y
que las instalaciones hoteleras y los servicios ofertados no sean
suficientes o, peor aún, no respondan a los estándares de calidad que
exigen los clientes estadounidenses. De modo que, lejos de disfrutar de
las "bondades del Caribe", debido al panorama desastroso de nuestra
economía, terminarían practicando una especie de "aventura de
supervivencia extrema" que ni siquiera encontrarían en las otras
naciones más pobres del planeta.
Aunque no sufren las penurias que deben enfrentar a diario los
ciudadanos de a pie, los extranjeros que visitan la isla también se ven
afectados por varios fenómenos económicos, políticos y sociales
exclusivos de los entornos totalitarios. Por ejemplo, las leyes que
reprimen y condenan las libertades de expresión y de asociación afectan
por igual a cubanos y foráneos. Durante su estancia en Cuba, los
visitantes habrán de abstenerse de opinar públicamente y evitarán
acercamientos con sujetos políticamente sospechosos.
Junto a este absurdo, se erige una interminable lista de
irracionalidades y paradojas que pudieran tornar las vacaciones en un
verdadero infierno: demoras y atropellos de todo tipo en los puntos de
control de los aeropuertos, maniobras de extorsión y chantaje
convertidas en práctica habitual por parte de los oficiales de aduana,
dificultades e imposibilidades para trasladarse dentro del país,
diferencias abismales entre la calidad de los servicios y los precios no
solo en la hotelería y en la gastronomía sino en todos los aspectos,
infinidad de problemas para comunicarse con el exterior, entre otras
"pinceladas" de "cubanía" que abarcan desde el asedio casi generalizado
a los turistas, incluso dentro de los propios hoteles donde se alojan,
hasta el contagio de cualquier enfermedad debido a la falta de higiene
que impera en todas partes.
Tanto en La Habana como en otras provincias, se ha hecho habitual ver a
grupos de turistas fatigados, sedientos, peregrinando de comercio en
comercio en busca de botellas de agua. Cuando logran encontrarlas, las
llevan por decenas, como quien se prepara a enfrentar un cataclismo.
Lo mismo sucede con los artículos de primera necesidad. Un buen tiempo
de sus vacaciones deben dedicarlo a hacer filas en las tiendas para
abastecerse de medicamentos, productos de aseo o de ropa interior;
también para adquirir una tarjeta de prepago para acceder a internet o
una línea telefónica móvil que más tarde deberán desechar o regalar
porque les resultara inservible en sus países y, a veces, hasta en el
nuestro.
A la hora del almuerzo o de la cena, se les puede ver haciendo filas en
las "paladares" y pizzerías porque han descubierto que en todo, pero
sobre todo en cuanto a los precios, el país funciona en varias
dimensiones y que el alimento que consumen en moneda nacional proviene,
por el milagro del mercado negro, del mismo lugar donde ellos pagan
precios exorbitantes solo por el hecho de ser extranjeros y, en Cuba,
esa clasificación siempre connota "dinero abundante y fácil".
Sin embargo, todo parece no ser tan adverso para quien decide hacer
turismo en Cuba. Hay detalles grises de nuestra realidad que apenas lo
afectan y que más tarde, en la comodidad de la habitación o ya en el
vuelo de retorno, pudieran hacerlo sentir como protegido por los dioses.
Lejos del exclusivo circuito de cayos y playas azules donde pudieran
hallar las "bondades" del socialismo, la isla ofrece a los visitantes
las mejores y más raras fotos de sus vidas.
Tales imágenes son imposibles de captar en otras latitudes porque las
nuestras llevan la impronta de lo anacrónico y de las cosas que están a
punto de extinguirse: calles en el mismísimo centro de la capital
abarrotadas de edificios destruidos donde centenares de familias
intentan sobrevivir; enjambres de muchachas y muchachos, casi niñas y
niños, vendiendo sus cuerpos por menos de lo que les costaría una
botella de refresco en Nueva York o Madrid; autos antiguos desvencijados
donde las personas con más recursos viajan mientras irradian una
sospechosa e inexplicable "felicidad"; hombres y mujeres que reflejan el
hambre y la desesperanza en sus rostros y aun así continúan en silencio
y aguantando como si aspiraran en conjunto a una perversa inclusión en
el Guinness World Records Book, todo eso bajo letreros del Partido
Comunista dando vivas al socialismo, a la revolución y a Fidel. Esos
parecen ser nuestros más auténticos productos turísticos.
Source: Memorias del subdesarrollo cubano | Cubanet -
http://www.cubanet.org/opiniones/memorias-del-subdesarrollo-cubano/
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