jueves, 4 de octubre de 2012

Ser como el Che

Ser como el Che
Juan Carlos Linares Balmaseda
3 de octubre de 2012

La Habana, Cuba – www.PayoLibre.com – ¿Quieren los padres cubanos que
sus hijos sean como el Che? En lo que respecta a disfrutar de una
ciudadanía argentina, sí quisieran la codiciada similitud. Pero para
nada que sus hijos sean como esa imagen apocalíptica que se vende aquí
de guerrillero aventurero, tirando tiros, huye por las selvas e
intentando fraguar planes comunistas como el que nos acongoja hoy a los
cubanos.

Cuando los niños cubanos en todas las escuelas del país son compulsados
a repetir el mantra "Seremos como el Che", no es de extrañar que ocurran
razonamientos deformados en las nuevas generaciones.

En Cuba los programas de instrucción escolar, a parir de 1959, destacan
una historia patria relacionada con "héroes, mártires y gestas de
liberación nacional" que en mayor o menor medida mitifican la violencia.
Lamentablemente, se destacan menos los personajes "no-revolucionarios"
con vidas modestas y económicamente productivas y las personalidades
políticas de conducta cívica.

La pedagogía "revolucionaria" es una repetida secuencia de batallas,
sabotajes, manifestaciones sangrientas, enlazadas artificialmente con la
ideología imperante. Es el resultado del culto exacerbado a la máxima
autoridad y que gravita como instrumento único y justificado del orden
social. Cuando debería ser al revés: mantener bien informado a los
cubanos sobre lo que acontece en su entorno, y apagar la violenta
campaña ideológica oficialista. Bajo ese signo creció el joven de 17
años Ángel Castro Carrera.

Ángel se siente frustrado como persona. Cursaba el primer año de la
secundaria básica en la escuela "Héroes de Yaguajay", cuando con 13 años
fue acusado de mala conducta y terminó internado en un centro
correccional para menores.

Se machaca a los niños con frases como "Los derechos se conquistan con
el filo del machete". Y los dibujos animados del mambí Elpidio Valdez
macheteando a los enemigos colonialistas españoles lo confirma, haciendo
impronta en las conciencias desde muy corta edad.

Sometido a un régimen de prisión, casi dos meses después sale en
libertad. Al retornar a su secundaria, emprende en el deporte de lucha
libre, y logra buenos resultados en competiciones nacionales. No
obstante, le niegan el ingreso a la escuela de deportes, porque su
pasado desentonaba con la ideología estatal.

Poco después, a causa de una riña, se hallaría acusado de provocar
lesiones a otro joven, y acabó preso nuevamente. Esta vez lo encerraron
en la Escuela de Formación Integral José Martí (eufemismo para la
prisión juvenil conocida como El Combinadito, por estar próxima a la
prisión para adultos Combinado del Este).

Ángel recibió un nuevo tratamiento. Delante de la madre, las autoridades
penitenciarias, le pintaron un ambiente ideal donde se "reeducaría", y
que se preocuparían por él. Al pasar los días descubrió la dura
realidad: el mismo día que cumplió 15 años lo castigaron a permanecer
sentado todo el día en una silla, todo porque reclamó un pase para ver a
su familia. Además, todos eran obligados a ver el Noticiero Nacional de
la Televisión (programación de adoctrinamiento oficialista).

Otra de las sanciones consistía en arrojarlos a una celda de castigo,
tan reducida que prácticamente había que permanecer de rodillas, con un
calor asfixiante durante el verano y en invierno reinaba un frío sepulcral.

Muchas veces los guardias golpean a los jóvenes si los atrapan fumando.
Los cigarros eran la moneda de cambio, cosa similar que en las demás
cárceles. Y los cigarros los introducían por la puerta principal de la
prisión, contrabandeado entre guardias y reclusos.

A los adolescentes allí no se les incentiva el hábito por la lectura, o
digamos no se les posibilita capacitación en la especialidad de la
computación. Ni siquiera las normas de educación formal, sencillamente
porque a los guardias no les interesa educarlos o porque desconocen ese
método de enseñanza. Se limitan a imponer disciplina por la fuerza a los
jóvenes entre 11 y 18 años.

Ya en la calle, Ángel siente la presión de un apartheid sobre él. No
cree que se deba sólo por lo de ex-convicto, sino porque piensa en
términos políticos. Proclama que los jóvenes deben tomar responsabilidad
en los cambios que necesita Cuba.

No quiere emigrar del país y desea que las autoridades sean electas por
el pueblo y no como ha sido hasta el presente. Se lamenta de no haber
actuado así de mucho antes. "Mi vida habría sido otra. Ahora lucho
contra la hipocresía del gobierno, soy un opositor y pertenezco al
Partido Neocatólico", confirma.

Y precisamente, una gigantesca hipocresía es forzar a los niños a corear
"ser como el Che" cuando los hijos del creador de la consigna (y los
demás dirigentes históricos que siguen la rima) únicamente han sido
"hijos de papá".

http://payolibre.com/articulos/articulos2.php?id=5269

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