Julio César Díaz Garrandés hoy se encuentra secretamente retenido en un
centro de instrucción para militares "confiables".
Juan Juan Almeida/ Especial para martinoticias.com 06 de septiembre de 2011
Porque decía mi abuela que "es posible pasar a la historia como un
famoso deportista, un relevante asesino, un guerrero irremplazable, un
sanguinario tirano, un célebre pensador, un encumbrado soplón o un
perfecto oportunista"; se me hace difícil creer que de manera
espontánea alguien me escriba un email solicitando un comentario sobre
este ejemplar ojiazul, delgaducho, misterioso, solitario, y orgulloso de
llevar nombre de emperador y apellido de barón. Julio César Díaz
Garrandés, fue un chico que con desmedida aspiración al estrado pero
sin sangre real, escudriñó en vidas ajenas y, a fuerza de esa integridad
presumida por quien puede vender a su madre a cambio de una recompensa,
obtuvo la felicidad al ser concubino de Nilsa Castro Espín, una hija del
General, soltera y sedienta de amor, delgaducha y más bien sosa, digno
ejemplo de quien logra transformarse de serafín en demonio por la
influencia nefasta de un medio cruel, servil y en exceso adulador.
La ausencia de un padre Coronel de las FAR fallecido, más una relación
de miedo y culpa con su madre, creó en el torpe y frágil joven Julio lo
que Freud conceptualizó como Complejo de Edipo. Estudió en el pre
universitario del Ministerio del Interior "José Carlos Mariátegui", sus
amigos lo recuerdan como un chico sonriente, latoso y carente de
felicidad a quién llamaban "El excéntrico en reposo". A partir de este
momento se comienza a construir una suerte de historia falsa que le
sirve para complicar o simplificar su vida.
Olvidando que es mejor no jugar con la mentira sino dejarla en su lugar,
viajó a París, Bogotá, San Juan, Miami y New York, siendo un agente
especial de la seguridad del estado cubana y - según él me contó -
sirviendo como oficial de enlace entre miembros de la extinta red avispa.
Fue realmente impresionante escucharlo hacer historias con vivencias
alucinantes que describían paseos en Bentley descapotable bajo una
fachada operativa como cirujano plástico, su apasionado romance con una
esplendorosa artista que por vergüenza no menciono, y el chantaje a que
tenía sometido al ex oficial del G2 hoy conductor de un conocido
programa del canal Cubavisión después de ser sorprendido con un travesti
en la cama de una habitación preparada para un contacto especial,… En
fin, quién sabe si esto es fantasía, payasería, o realidad.
Lo cierto es, que al parecer, la chiripa lo liberó de ser atrapado por
los chicos del FBI, y su misión terminó atrincherándose en La Habana,
encerrado en el Vedado, en una casona colonial otrora casa de "contacto"
con enormes puertas de hierro, a unos pasos de la esquina donde se
encuentra el garaje de 12 y 17.
Llegó a Cuba cabizbajo, y porque es muy degradante pasar de las acciones
sofisticadas de un espía a las maniobras sucias de un soldado; movió
antiguas influencias y resolvió hacer espionaje entre las filas del
ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos). Para
entonces su disfraz cambió de doctor a documentalista, escritor,
periodista e inversionista. Algo más de seis cifras fue el monto de las
compras que hizo en equipos audiovisuales para un nuevo canal de
televisión en la Habana. Pero un espía es un espía, no fueron pocos los
informes escritos por Julio cuestionando la moralidad de su amigo
Alfredo Guevara quien ni lento ni perezoso ripostó redactando un perfil
que de manera magistral describía al señor Garrandés: "Artista por
evasión y escritor a tiempo perdido, este fantoche creído siente
excesivo desprecio por los hombres de talento que no rinden tributo a su
deformado arte"
Los truenos traen aguaceros, o cuando menos lloviznas. Como era de
esperar, el enigmático Julio César, seductor de brazos cortos y uñas
largas, salió echando del ICAIC y su misión mutó a empresario. Dispuesto
a signar a filo de bayoneta en el libro Castro-Espín, conoció a Nilsa en
el bar del Club Habana, se enamoró a primera vista y rápidamente decidió
alternar su profesión de espía con el de enfermero curador de
alcoholismo femenino. Limpió vómitos, recetó alka seltzer, sopa de pollo
para matar la resaca, y después de 15 días montó a la novia en su corcel
(Mercedes Benz E 320 de color verde botella) y terminó cumpliendo su
ansiado sueño de hincarse frente al General.
Celos, intrigas, fuego entre concuños reales, lucha por el poder. Julio
César hoy se encuentra secretamente retenido en un centro de instrucción
para militares "confiables". Presagio caos inminente, confesión
escandalosa, nuevo cambio de estructura, disensión en el clan Castro
Espín. Distante del estereotipo que nos ha legado el cine, la tele y la
literatura; en un juego operativo entre espías y contraespías, es muy
difícil saber cuándo ha llegado el final, el espionaje es el arte en que
ganar no es triunfar.
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