El neocastrismo raulista
Roberto Álvarez Quiñones
Los Angeles 07-09-2011 - 9:52 am.
La 'actualización' del sistema es un intento de maquillaje. La
reconciliación nacional sólo será posible con los Castro fuera del poder.
Neo en latín significa nuevo. Si decimos neoliberalismo nos referimos a
un nuevo liberalismo económico (aunque nadie sepa precisar cuál es la
novedad) y no al clásico de la "mano invisible" del mercado, del que
hablaba Adam Smith.
La misma lógica puede aplicársele al neocastrismo, que consiste en la
"actualización" o maquillaje del castrismo fidelista (ahora raulismo) y
venderlo como algo diferente, sin serlo.
Se trata de una estrategia de la gerontocracia gobernante para ganar
tiempo con cantos de sirena y mantenerse en el poder hasta que el factor
biológico haga lo suyo. Para después de los funerales de ambos
dictadores, el plan sería transformar el socialismo de viejo cuño —el
ancien régime tropical— en un capitalismo de Estado igualmente represivo
y antidemocrático que perdure todo lo que pueda. Para liderar esa
segunda etapa ya está muy dispuesta una claque empresarial y política
integrada por los familiares, generales, coroneles y amigos más cercanos
a los Castro.
¿Por qué creer entonces que el actual dictador, coautor junto a Fidel de
la hecatombe cubana, tendría ninguna intención de restablecer las
libertades, el respeto a los derechos humanos y la democracia?
Son preguntas que en la Isla se hace la gente de a pie, pero que no se
formula casi nadie en otra parte, mucho menos en sitios con gobiernos de
tendencia progresista. Tampoco surgen otras dos interrogantes
elementales: ¿Son dictaduras únicamente las de derecha y no las que se
ubican en la izquierda del espectro político-ideológico? ¿Acaso hay
dictadores buenos y dictadores malos?
Últimamente se hacen llamados a la reconciliación entre los cubanos, los
de dentro y los de fuera. Eso es clave. Somos un solo pueblo, una
cultura, y todos juntos tendremos la titánica tarea de reconstruir
nuestro destrozado país. Pero se pasa por alto un pequeño detalle: el
conflicto que aflige a Cuba no es entre quienes viven en la Isla y
quienes integran la diáspora —que con envíos por más de $1.200 millones
a sus familiares mantienen a flote la economía nacional— sino entre el
pueblo y la cúpula de poder que sembró y siembra el odio, dividió y
divide a las familias, se sustenta en esa división, y encima ha reducido
la nación a un montón de escombros convertidos en cárcel gigante.
El menos interesado en una reconciliación nacional, y que la va impedir
a cualquier costo, es el propio régimen. No podrá, por tanto, haber una
auténtica y definitiva reunificación nacional mientras el castrismo —sea
el fidelismo o el raulismo— ostente el poder.
Es por eso que la gerontocracia traza una línea divisoria entre a los
que llama "emigrados económicos" y los "políticos", como si quienes han
emigrado y emigran de Cuba por llevar una vida miserable no lo hicieran
como consecuencia del régimen político ya cincuentenario que ha
destruido la economía.
Por otra parte, el borrón y cuenta nueva necesario para trabajar todos
juntos no puede incluir a los Castro, ni a quienes tengan las manos
manchadas de sangre. No se puede mezclar a víctimas con victimarios.
Pinochet fue llevado a juicio y condenado a privación de libertad. Sadam
Hussein fue juzgado y ahorcado. Varios de los cabecillas de la dictadura
militar argentina (1976-1983) fueron enviados a la cárcel. Slovoban
Milosevic fue llevado ante el Tribunal Internacional de Justicia de La
Haya y allí murió como prisionero. El jefe del Ejército de la antigua
Yugoslavia, Momcilo Perisic, acaba de ser condenado a 27 años de cárcel
—el 6 de septiembre— porque suministraba armas, ayuda y logística a las
tropas serbias que cometieron crímenes de todo tipo en Bosnia y Croacia
entre 1992 y 1995. Muamar el Gadafi es esperado en La Haya para ser
juzgado por masacrar a su propio pueblo. Hosni Mubarak está siendo
juzgado en El Cairo, y en cualquier momento se lanza una orden de
captura también contra el dictador sirio Bashar Al Assad.
¿Por qué entonces deberán ser perdonados los dos dictadores de apellido
Castro? Salvo esos jerarcas y esbirros del régimen —militares o
civiles—que deberán ser llevados a los tribunales por delitos de sangre,
con los hermanos Castro fuera del juego sí podría haber diálogo, sí se
podría y se deberá conversar para allanar el camino hacia un gobierno de
transición, que a su vez conduciría hacia la democracia y la
reconstrucción del país.
A fin de cuentas, neocastrismo es que el generalato, los coroneles y los
integrantes más encumbrados de la nomenklatura y sus cómplices foráneos
que aportan las finanzas, se hayan convertido en propietarios de hecho
de las únicas empresas rentables y los sectores claves del país.
Es igualmente neocastrismo el timbirichismo cuentapropista con el que se
quiere "construir" en el siglo XXI el mismo tipo de economía de
subsistencia que había en el mundo antes de la revolución industrial
inglesa del siglo XVIII que hizo posible el paso de la sociedad agrícola
y artesanal a la industrial.
La modernidad no emergió de la labor de reparadores de colchones viejos,
payasos para fiestas, entrenadores de perros, forradores de botones,
maniseros, cartománticas, vendedores de coquitos acaramelados,
minirestaurantes, amoladores de tijeras, afinadores de piano, cuidadores
de plazas públicas, costureras, choferes, masajistas o floreros —oficios
todos muy respetables—, sino de la formación e inversión de capital en
gran escala, la aplicación de nuevas tecnologías, el empleo masivo, y la
elevación constante de la productividad del trabajo.
Neocastrismo es ordenar a paramilitares y militantes del partido
propinar palizas y hostigar a mujeres disidentes. Y lo es también
anunciar la supresión de las trabas para que los residentes en la Isla
viajen al extranjero y los emigrados visiten su país sin pedir permiso,
y luego no hacer nada al respecto, ni mencionar siquiera la restitución
de los derechos ciudadanos de que fueron despojados los cubanos que
partieron a otras latitudes.
En fin, que el neocastrismo raulista es el mismo perro con diferente collar.
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