domingo, 1 de mayo de 2011

Poscastrismo a golpe de adverbios

Publicado el domingo, 05.01.11

Poscastrismo a golpe de adverbios
Jorge Ferrer

Si alguna razón explica mejor que ninguna otra la obscena perdurabilidad
del régimen de los hermanos Castro es su capacidad para reinventarse a
sí mismo una y otra vez. De la misma manera en que un actor representa
en temporadas consecutivas a anciano avaro y a seductor galán, así eso
que aún llaman «revolución cubana» ha sabido mutar sobre las tablas a
las que se encaramó en enero de 1959 en un alarde histriónico
verdaderamente admirable. Dado que el propósito principal de ese desfile
de disfraces no ha sido otro que la permanencia de una misma claque en
el poder, el éxito está a la vista.

El VI Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) estaba llamado a ser
la consagración de una de esas esporádicas operaciones quirúrgicas que
maquillan el rostro del régimen. Una muy especial, porque ante el
forzado retiro de Fidel Castro y su paulatino desvanecimiento, sus
herederos en el poder se vieron ante la necesidad de la más perentoria
de las mutaciones.

La apuesta era tan alta que requería arriesgar idea mayúscula. Ya no
valían viejas operaciones como la recuperación de José Martí y la clave
autóctona para deslindarse del socialismo que caía en la Europa del Este
o la llamada "rectificación de errores" que creara ilusión de enmienda
de las élites. La palabra "cambio", en alebrestado plural, era esta vez
el mantra. "Cambios en Cuba", la promesa; "lineamientos", el nuevo
catálogo de sustos. Ejército de adverbios, la pragmática: Raúl ha echado
mano estos últimos años al "poco a poco", al "todavía" que anuncia un
"ya" más o menos distante, siempre retrasando la llegada de una Cuba que
anuncian con escaso entusiasmo y menos convicción.

A lo largo de los últimos cuatro años hemos visto cómo el régimen,
obligado a responder con hechos a las expectativas creadas, añadía
nuevos trazos al paisaje. Cambios, deslizamientos más o menos
apreciables y algunos de veras notables. Con todo, la retórica del
socialismo a salvar y perpetuar –la contumacia en concebir como
irreversible un sistema que no les ha servido ni para producir
chubasqueros reversibles– sigue en pie, como lo estará hasta el
hundimiento. Alexei Yurchak, profesor en la Universidad de California,
Berkeley, ha estudiado los discursos de los jóvenes soviéticos en el
socialismo tardío y encontrado cómo vivían en un régimen que percibían
como inmutable hasta que un buen día colapsó de repente sin que ese
súbito fin los tomara por sorpresa. "Todo era para siempre, hasta el día
en que se acabó", titula su libro. Una expresión que podría servir como
un guante a una mano a la situación cubana, donde una jerarquía jurásica
es incapaz de renovarse y se muestra reacia a contender con las ideas
que otra generación podría hacer irrumpir en el discurso político de la
isla con ímpetu de elefante en cacharrería.

En ese teatro a punto de echar el cierre, ahora la incógnita es si esa
retórica de adverbios que dibujan tiempo de posposición basta a los
gobernados y, sobre todo, si los espacios ganados con las reformas
incipientes se convertirán en plataformas desde las que exigir y
negociar una liberalización más amplia que ponga en peligro la
transición hacia el poscastrismo que esa misma elite y sus vástagos
buscan controlar a placer.

Con motivo de la reciente inauguración del Museo Napoleónico de La
Habana, Raúl Castro donó el último reloj que perteneció a Napoleón
Bonaparte, una pieza que guardaba desde su noche de bodas. Entretanto,
su hermano Fidel no cesa de hablar del fin del mundo. Son dos hombres
que se creen dueños del tiempo y parecen haber abandonado toda prisa.
Tal vez han olvidado que la historia la han hecho siempre unos tipos
cuyos nombres nunca supimos hasta que asomaron de entre el silencio.
Todos esos nombres están ya allí y algunos asistieron al Congreso del
Partido Comunista. Son hombres y mujeres que, a la sombra de dos
dictadores, se guardan sus relojes para dar la hora precisa en lugar de
donarlos para solaz de nostálgicos de un emperador. Los verdaderos amos
del tiempo no saben de nostalgias.

www.eltonodelavoz.com

http://www.elnuevoherald.com/2011/05/01/932169/jorge-ferrer-poscastrismo-a-golpe.html

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