Política cubana post-comunismo
Jose Azel
Las revueltas populares en Túnez, Egipto, Libia, Siria, y en otras
partes en el Medio Oriente señala hacia una pregunta fundamental:
¿Quiénes son esos rebeldes? Más importante aún, desde una perspectiva de
política exterior: ¿Cuáles son su ideología política y sus ideas de
gobierno? ¿Qué tipo de gobierno vendrá tras la caída de un prolongado
despotismo?
No parece que muchos sepamos o seamos capaces de anticipar una conjetura
con base. Se ha prestado muy poca atención analítica a estudiar
previamente el marco histórico y el trasfondo político e ideológico que
estarán en juego en entornos post-dictatoriales específicos. Algunos
parecen creer, ingenuamente e injustificadamente, que las democracias
liberales y las economías de mercado serán el inevitable resultado final
cuando los movimientos de oposición derroquen a los regímenes autoritarios.
Más cerca de casa, las tablas de mortalidad nos informan, con precisión
implacable, que el medio siglo de control totalitario de los hermanos
Castro se aproxima a su final biológico. ¿Qué vendrá después?
El Dr. Oscar Elías Biscet, uno de los miembros más reconocidos de la
oposición cubana, declaró recientemente que tras las renuncias de Raúl y
Fidel Castro los disidentes cubanos estaban preparados para negociar una
transición a un gobierno democrático con los funcionarios cubanos que
les sucedieran. La declaración del Dr. Biscet representa un hito
simbólico en los acontecimientos cubanos. Arrestado por segunda vez en
la Primavera Negra del 2003, y excarcelado recientemente, el Dr. Biscet
fue galardonado en ausencia con la Medalla de la Libertad de Estados
Unidos por sus actividades oposicionistas valientes y de principios y
sus llamados a la desobediencia civil.
Biscet y otros disidentes se han transformado de individuos aislados
criticando heroicamente las acciones del régimen, a un reconocido
movimiento de resistencia que cuestiona la legitimidad y autoridad del
Partido Comunista. Como en el bloque soviético, el término disidente ha
cambiado su significado, desde el de un no conformista que se opone a la
sociedad, al de un activista cuyos esfuerzos se reconoce que son en el
mejor interés de la sociedad. Más significativo aún es que este
movimiento disidente está desarrollando su propia expresión política en
la medida que crece hacia una oposición política partidista.
Simultáneamente con esta madurez del movimiento opositor, el Partido
Comunista de Cuba, consagrado en la Constitución como el único partido
político legal, ha perdido su fundamento ideológico. Fidel Castro, en un
aparente desliz freudiano, afirmó que "el modelo cubano ya no funciona
ni para nosotros", y Raúl Castro ha enfatizado repetidamente que "se
necesitan cambios para salvar a Cuba del abismo económico". Además, el
despido de hasta 1.3 millones de empleados estatales, anunciado en el
programa de reformas de Raúl Castro, es denunciado en los círculos
marxistas como una traición a la ortodoxia comunista. A pesar de los
pronunciamientos de Raúl en el recientemente concluido VI Congreso del
Partido Comunista de Cuba, la ideología comunista se ha desvigorizado
innegablemente.
Con la ideología comunista desacreditada y una oposición que comienza a
articular su propia expresión política competitiva, Cuba ha entrado en
un período de política post-comunista. Sorprendentemente, se le ha
prestado poca atención a explorar la dinámica política que entrará en
juego en la política cubana del post-comunismo.
Para ser claro: la oposición política es embrionaria, sin recursos, e
ilegal bajo el sistema legal cubano. Puede ser caracterizada con más
precisión como un movimiento de resistencia buscando fusionarse en una
fuerza capaz de organizar la sociedad para el restablecimiento de las
libertades individuales. (Estoy en deuda con el aporte intelectual de
Orlando Gutiérrez, Vanessa López, Carlos Alberto Montaner, Martin
Palous, Marcos Antonio Ramos, y Jaime Suchlicki, cuyos comentarios
solicité y cuya sabiduría se esparce a través de este ensayo). Sin
embargo, el monopolio político del partido comunista está siendo
desafiado con métodos políticos, lenguaje político, y filosofías de
gobierno alternativas. Cuba no es todavía post-Castros, pero ya es
ideológicamente post-comunista.
Esto plantea la cuestión de qué filosofías políticas alternativas y
programas de gobierno comenzarán a surgir en el paisaje político en Cuba
después del dominio comunista. Un punto de partida es revisar brevemente
las ideologías políticas dominantes en la Cuba pre-Castro de los años 50.
Cuba tenía un partido comunista pre-Castro fundado en 1925 como Partido
Comunista Cubano, que se convirtió en 1944 en el Partido Socialista
Popular (PSP) y fue disuelto en 1962. Muchos de sus miembros pasaron
posteriormente a ser miembros del Comité Central en el nuevo Partido
Comunista de Cuba fundado oficialmente en 1965. En el otro extremo del
espectro político, Cuba tenía también un Partido Liberal y pensadores
liberales, en la histórica tradición del laissez-faire, como el
italiano-cubano Orestes Ferrara Marino.
Pero en 1950s la escena política cubana la dominaban dos partidos
políticos casi idénticos ideológicamente: el Partido Revolucionario
Cubano (Auténtico) y una escisión de este partido, el Partido del Pueblo
Cubano (Ortodoxo). Es interesante destacar que uno se rotulaba a sí
mismo "Auténtico" y el otro "Ortodoxo", palabras muy cercanas a ser
sinónimos.
En términos de clasificación política moderna los programas de gobierno
de ambos partidos eran significativamente de centro-izquierda o
socialdemócratas, incorporando fuertes dosis de nacionalismo,
socialismo, corporativismo, y apoyo al control gubernamental de los
sectores clave de la economía. En términos de política económica eran
tan keynesianos, como su época, pero el Estado cubano no era dueño de
ninguna industria ni intervenía en la gestión económica de las empresas
privadas. Así y todo, los sindicatos eran fuertes y había considerable
coordinación entre el gobierno, los negocios y los trabajadores.
Tanto los Auténticos como los Ortodoxos hacían énfasis en las libertades
civiles y el proceso democrático. La distinción fundamental entre ambos
partidos no era ideológica sino operacional, donde el Partido Ortodoxo
se presentaba a sí mismo como el partido anti-corrupción, con una escoba
como símbolo, para barrer todos los males de un estado corrupto, y
consignas tales como "Prometemos no robar". Pero quizás la
característica más distintiva de este período político era la naturaleza
del discurso político manejado por las personalidades. Muy a menudo se
trataba más de seguir a una figura política que a una plataforma de
gobierno definida.
Es probable que el espectro político post-comunista en Cuba sea mucho
más diverso. Incluirá las convicciones políticas desarrolladas como
resultado de vivir en Cuba bajo el control comunista, y las aprendidas y
adoptadas por la diáspora cubana que vive en el extranjero –una
comunidad que constituye el 15% de la nación cubana. Aun bajo el estado
actual de represión e ilegalidad, documentos políticamente inspirados
llamando al cambio van saliendo a la superficie en la Isla, por ejemplo,
"Todos somos cubanos: el camino para el cambio", "Un futuro para Cuba" y
"Proyecto para el cambio".
También crecen grupos con nombres de partidos políticos como Partido
Demócrata Cristiano de Cuba, Corriente Socialista Democrática Cubana,
Partido Liberal de Cuba, Partido de Renovación Ortodoxa, Unión Liberal
Cubana, Cuba Independiente y Democrática, Partido de Solidaridad
Democrática, Movimiento Cristiano de Liberación, y otros. Algunos de
esos grupos están afiliados a entidades políticas internacionales fuera
de Cuba.
En este momento el movimiento cubano de oposición es ideológicamente
diverso, institucionalmente débil, y está imbuido del marco cognoscitivo
estatista heredado del régimen comunista. Lamentablemente, este marco
cognoscitivo incluye intolerancia política y la incapacidad de
distinguir entre un legítimo adversario político con ideas diferentes, y
un enemigo mortal. Este último punto es esencial, porque los sistemas
comunistas no generan conocimiento veraz o útil sobre las causas de sus
propias anomalías o fracasos. Una gran virtud de la tolerancia
democrática es el contexto cognoscitivo que permite a la sociedad
corregir los errores percibidos en el gobierno a través del proceso
electoral pacífico y constitucional.
Dada la negación radical de las libertades que los cubanos han
experimentado por más de cinco décadas debería resultar que, en
abstracto, la mayoría desearía elevados niveles de libertades personales
y económicas y rechazaría altos grados de control gubernamental. En el
plano teórico, esto colocaría a la mayoría de los cubanos que opten por
las libertades personales y económicas en la esquina libertaria, y en la
esquina comunitaria a los que opten por controles gubernamentales.
Sin embargo, esta modelación conceptual teórica chocará inmediatamente
con los convencionalismos de una población acostumbrada a los dictados
desde arriba, la dependencia desde abajo, y el derecho a la ayuda
social, heredados del estado comunista. La población cubana sufrirá –en
el sentido metafórico que Vaclav Havel le dio a la expresión– de medio
siglo de exposición a "la radiación del totalitarismo". En la práctica,
la ética de la responsabilidad social dominará los debates, y la
elaboración de política propugnada en el discurso político no se
corresponderá con las políticas enfocadas al laissez-faire que sugiere
la modelación conceptual. La realidad económica es que no se pueden
esperar beneficios sociales de magnitud escandinava con productividad a
niveles caribeños. De este modo, la política cubana post-comunismo no
solamente será diversa y matizada por las prácticas ideológicas
tradicionales, sino muy cercana a resultar internamente contradictoria
en sí misma.
A la oposición no le basta con luchar contra la opresión. Para forjar su
camino hacia el gobierno, la emergente oposición política en Cuba tiene
que superar sus desacuerdos intrínsecos sobre filosofía política, tanto
los internos como grupo como los que existen entre diferentes grupos.
Tiene que proyectar la imagen de ser una alternativa viable de gobierno
frente al Partido Comunista. Para hacerlo, necesitará construir acuerdos
y un consenso centrado en la libertad y en mejorar el bienestar de la
ciudadanía. Los líderes políticos post-comunistas tienen que aprender a
construir relaciones de confianza y ser capaces de apoyarse unos a los
otros para actuar coordinadamente
Sin embargo, esta unidad no puede construirse sobre la base de una
inalcanzable uniformidad exhaustiva de convicciones políticas y
económicas. La construcción de la oposición política en Cuba será más
viable si abraza la diversidad de sus filosofías políticas y convierte
esta diversidad en fortaleza política. Tiene que aprender a valorar la
tolerancia política y una oposición democrática leal como la fuente
epistemológica del orden político. De este modo, la búsqueda de la
unidad tiene que afianzarse en principios fundacionales comunes, y
diferenciar esos principios de los del Partido Comunista.
Esos principios, que son comunes en la gran familia ideológica
conformada por todas las democracias liberales, son: (1) democracia
representativa como método para lograr y legitimar decisiones
colectivas; (2) la convicción de que todas las personas, incluyendo los
más altos funcionarios del gobierno, están sujetos a, y limitados por,
la autoridad de una Constitución; (3) la convicción de la necesidad de
la separación y balance de poderes para limitar deliberadamente la
autoridad del gobierno central y preservar las libertades individuales;
(4) la convicción de que poseemos derechos naturales inalienables, como
están promulgados en la Declaración Universal de Derechos Humanos de
Naciones Unidas; (5) la convicción sobre la transparencia gubernamental
y la rendición de cuentas; (6) la convicción compartida sobre la
importancia del pluralismo político y el encomiable papel de una
oposición política crítica comprometida con la contienda democrática; y
(7) la convicción compartida sobre los derechos de propiedad y las
virtudes imperfectas de una economía de mercado.
El problema central para la transición del control totalitario es el de
reabrir una sociedad cerrada y articular ideales políticos unificadores.
La experiencia histórica de los países post-comunistas es que los
gobiernos de transición tienden a ser coaliciones de gobierno. Los
políticos cubanos post-comunismo serán el subproducto de la
descomposición del régimen, no la causa que le antecede. Esto resulta
críticamente importante, porque significa que ningún proyecto político
dominante emergerá victorioso, y una coalición de gobierno tendrá la
tarea poco envidiable de reconstruir el barco en alta mar en medio de un
huracán.
Profesor Adjunto del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos
de la Universidad de Miami, y autor del libro Mañana in Cuba.
http://www.elnuevoherald.com/2011/05/19/v-fullstory/944246/jose-azel-politica-cubana-post.html
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