domingo, 15 de mayo de 2011

Cuba perdió su última oportunidad?

¿Cuba perdió su última oportunidad?
Por Agencias - Agencia - 15/05/2011
CARLOS PEREZ LLANA

BUENOS AIRES – La consolidación de Raúl Castro, de su posición como
sucesor de su hermano Fidel, confirma que su Cuba le dará al ejército
hegemonía a nivel nacional, lo que torna aparentemente imposible
cualquier apertura política o económica seria en el futuro cercano. El
reciente VI Congreso del Partido Comunista de Cuba fue un reflejo de
esto, al ofrecer escasa novedad y refritar mucho de lo viejo.

Desde que la mala salud obligó a Fidel Castro a retirarse del liderazgo
de Cuba, Raúl le abrió las puertas al ejército y expulsó incluso a
aquellos civiles que habían sido los socios de confianza de su hermano.
Mientras Fidel escribía artículos doctrinarios en la prensa oficial, las
fuerzas armadas se adueñaron de la política y la producción. La
aparición de Fidel en el congreso del Partido –un evento lleno de
significado político, ya que sus apariciones públicas fueron escasas
desde que se enfermó en 2006– pareció confirmar su apoyo a este desenlace.

Ahora sabemos que el congreso había sido pospuesto durante 14 años,
debido a las profundas divisiones entre los líderes cubanos. El grupo
civil que fue desbancado quería adaptar el "modelo chino" de reformas
económicas graduales iniciado por el Partido. Raúl y sus compinches
militares, en cambio, arrinconaron a Fidel e impusieron los criterios de
su grupo.

En el comunismo asiático –en particular, como se lo practica en China y
Vietnam–, el liderazgo del Partido rota periódicamente, y un liderazgo
civil controla al ejército. El nepotismo sistémico en la cúpula
política y militar sólo existe en Corea del Norte.
Por el contrario, la nueva estructura política raulista toma su
inspiración de la tradición más pura del caudillismo militar
latinoamericano, y utiliza la ideología comunista de manera pragmática.
El modelo se revela claramente en la naturaleza de las reformas
propuestas por Raúl. Las industrias más dinámicas de la economía –a
saber, la minería y el turismo– están reservadas al ejército, que las
administra de una manera comercial y con búsqueda de lucro.

Sólo en esos sectores privilegiados se pueden ver algunas reformas. La
"nueva clase" que los conforma no demoniza al capital extranjero. De
hecho, existen conversaciones centradas en la deuda y hasta hay algunos
acreedores interesados en la mecánica de la capitalización.

Para el resto de la economía, la posición del partido recuerda la famosa
línea de Il Gatopardo de Lampedusa: algo debe cambiar para que todo lo
demás siga igual. La venta de edificios y vehículos será legalizada y el
autoempleo autorizado, principalmente en el sector de servicios. Pero,
carentes de capital y obligadas a pagar impuestos, ¿qué destino les
espera a las industrias impulsadas al mercado por el Estado?

Cerca de 1,5 millones de cubanos nunca tendrán una participación en las
industrias controladas por la burguesía militar. Tampoco se resolvió la
cuestión de la propiedad de la tierra: sólo unos pocos terrenos se
arrendarán de alguna forma.

Como resultado, Cuba seguirá importando muchos alimentos, en su mayoría
a un precio que la población no puede afrontar. Es más, los cubanos en
general temen que sus tarjetas de racionamiento –el único medio que
tienen para conseguir comida– sean canceladas. De hecho, según Raúl, el
sistema de racionamiento de alimentos controlado por el Estado es un
"factor de inmovilidad", pero nadie sabe qué podría reemplazarlo.

El VI Congreso ignoró cuestiones vinculadas a los derechos humanos. Ni
la libertad de prensa ni el acceso a la información estuvieron en la
agenda, y la oposición seguirá siendo ignorada, siendo sus únicas
opciones la libertad condicional o el exilio. La migración, una opción
financiada por las remesas enviadas por parientes en Estados Unidos,
tampoco se hizo más flexible.

Cuando se derrumbó la Unión Soviética, muchos creyeron que el régimen
cubano emprendería el camino de la reforma, aunque a regañadientes. Pero
las transiciones democráticas en Europa del este le generaron dudas a
Fidel Castro, de manera que se perdió la primera oportunidad de una
transición similar en Cuba. De la misma manera, hoy también se perdió la
oportunidad de introducir sangre joven y nuevas ideas. Si bien el VI
Congreso adoptó un límite de diez años para ocupar el poder, las dos
personas designadas para suceder a Raúl Castro son octogenarias.

En los años 1980, Deng Xiaoping advirtió que China colapsaría si no
cambiaba; Raúl ha dicho lo mismo. Pero Deng optó por una reforma real y
un cambio real, invitando a los chinos en el exterior, a quienes el
Partido había demonizado durante muchos años, a apostar al futuro del
país e invertir. La diáspora escuchó –el comienzo y el secreto de las
reformas que pusieron a China en el camino hacia su actual éxito económico–.

Cuba no puede permanecer aislada, dependiente de los petrodólares
venezolanos y castigada por un embargo comercial mal concebido de
Estados Unidos. Cualquier agenda realista para un cambio en Cuba,
inexorablemente requiere una apertura al mundo, al mismo tiempo que se
asegure una libertad plena dentro del país. Desafortunadamente, el VI
Congreso demostró que el Partido Comunista de Cuba sigue negando las
perspectivas y opciones del país.

El autor es vicepresidente de la Universidad del Siglo XXI en Córdoba,
Argentina, y profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad T.
Di Tella en Buenos Aires.

http://www.lostiempos.com/diario/opiniones/columnistas/20110515/cuba-perdio-su-ultima-oportunidad_125766_253000.html

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