Tuesday, May 24, 2011 | Por Miguel Saludes
MIAMI, Florida, mayo, www.cubanet.org -Algunos detalles noticiosos
ocurridos en Cuba en las últimas semanas confirman que las medidas
económicas implementadas por el gobierno de Raúl Castro no deben
despertar expectativas más allá de lo que el poder pretende obtener de
ellas. Que estas constituyen un paso positivo hacia una futura mayor
emancipación ciudadana de los lazos estatales, quiera o no el gobierno
partidista, no significa que su puesta en práctica redundará en una
inminente democratización de la sociedad. Los hechos indican que por el
contrario podrían funcionar como freno en esta etapa primaria de
consumación.
Una de las primeras movidas gubernamentales en su esfuerzo por no perder
terreno en el control monolítico que ejerce, fue proponer a los
flamantes cuentapropistas que se afilien a la Central de Trabajadores de
Cuba, única organización sindical existente en el país bajo la tutela
del Partido Comunista. La oferta es una respuesta adelantada ante
cualquier pretensión de proyecto unionista independiente basado en
nexos corporativos o de interés colectivo laboral.
Un segundo gesto del gobierno fue invitar a los trabajadores por cuenta
propia a participar en el desfile del Primero de Mayo como nuevos
integrantes de la clase obrera revolucionaria. No era necesario hacerlo
tan directamente porque en Cuba más o menos los que no marchan en el
bloque de los trabajadores lo hacen en el de la cuadra donde residen.
Los propietarios de un paladar o los que rentan su casa, de manera
mayoritaria y siguiendo las pautas de conveniencia trazadas por décadas
de Revolución, forman parte de los Comités de Defensa de la Revolución y
la Federación de Mujeres Cubanas, dos organismos emblemáticos en la
estructura del sistema castrista. La membrecía a esas entidades
gubernamentales no significa necesariamente el apoyo gubernamental.
Simplemente funciona como escudo protector para sobrevivir en el
engranaje ideológico sin mayores compromisos y como mínimo requisito
para moverse con mayor soltura sin atraer demasiada atención sobre la
persona, o el negocio al que se dedica.
Pero en esta ocasión se hacía necesario remarcar de manera visible que
la independencia económica de esta clase laboral individual no lo es
absolutamente en el plano político. Por ello la invitación innecesaria a
marchar unidos al pueblo revolucionario. Negarse a participar del acto
programado por las autoridades sindicales partidistas, sería como
rechazar al régimen, un problema que seguramente evitará demostrar el
que intenta un espacio más autónomo, aunque siempre dentro del círculo
trazado por la gerencia mayor.
A sazón de esto se producen las declaraciones de Oscar Rivero,
secretario general de la CTC en Camagüey, explicando que el llamado a
los cuentapropistas buscaba ratificar la defensa de la revolución y el
socialismo. "Ellos son parte también de esta batalla, por lo tanto
también tendrán su espacio en las marchas." A estas precisiones se
corresponden criterios como el que apareció reflejado en el Nuevo Herald
en las palabras de un ciudadano de la Isla sin identificar: -"Ahora
creo que no hay otra opción que asistir. Toda la gente de la cuadra se
incorpora a esta actividad y seríamos mal vistos si decimos no." Más
claro ni el agua.
Otro aspecto a tener en cuenta en este paso de aperturas económicas sin
espacios a libertades sindicales y políticas es que muchos militantes
del Partido y la Juventud Comunista estarán implicados en las
iniciativas aprobadas por su jefatura ideológica. No pocos de los
empleados estatales que quedarán disponibles laboralmente, desempleados
en buen lenguaje capitalista, militan en alguna de esas organizaciones.
Ahora podrán formar su propia mini empresa o bien se sumarán a la
empleomanía del sector no estatalizado. Pero en ninguna circunstancia
quedarán desvinculados a su organización base, algo que terminará por
incidir dentro del giro laboral en el que se desarrollarán a partir de
ahora. No es impensable que el siguiente paso sea instituir los comités
de base partidistas, constituidos por los cuentapropistas militantes, en
los diferentes sectores privatizados.
A diferencia de la ex Unión Soviética y Polonia, en Cuba no ha ocurrido
ninguna transición política. En el caso polaco la clase privada se
emancipó del influjo comunista con tiempo suficiente antes de la caída
del sistema. Cuando ello ocurrió casi ninguno de los propietarios estaba
vinculado al mismo. En el extremo soviético las aperturas promovidas por
la Perestroika posibilitaron un movimiento democratizador que llevó de
la mano cambios políticos y económicos, a veces con tirones evolutivos
más bruscos en el primer aspecto que en el segundo.
Ni siquiera los homosexuales cubanos se salvan del bosquejo establecido
por el régimen más liberal del general Castro. En la última de sus
caminatas por las calles habaneras los gay y lesbianas del patio
demostraron su orgullo portando lemas contra las actitudes homofóbicas y
la intolerancia social ante las diferencias de tipo sexual. A estos
reclamos unieron el inseparable eslogan pidiendo la liberación de los
cinco espías presos en Estados Unidos. Nada en particular si detrás del
clamor no estuviera la omnipresente manipulación del gobierno totalitario.
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