Revolución en silencio
By RAUL BENOIT
Con los miedos que guardan los viejos políticos que dicen conocer el
sufrido pasado de los pueblos latinoamericanos, nos advierten, desde sus
cómodos condominios de Miami, que la izquierda se está vigorizando.
Pronostican que el continente se convertirá en una gran Cuba o peor aún,
en una imitación de la amenazante revolución bolivariana de Hugo Chávez.
No creo que haya un complot para tomar el poder poco a poco en
Latinoamérica, pero sí hay un evidente giro a la izquierda y ante esa
transformación política en el continente debemos abrir ojos y oídos,
pero también darles la oportunidad a los que ofrecen la nueva alternativa.
Sin embargo, no podemos esperar milagros de los gobiernos socialistas.
Ellos tampoco tienen la fórmula mágica para llenarnos el refrigerador de
comida de la noche a la mañana. Más aún en países donde se ha heredado
la corrupción como un estilo de hacer política.
Sin advertir los posibles riesgos, los electores de algunas naciones
latinoamericanas resolvieron dar ese viraje en sus preferencias en las
urnas. El origen de la transición hacia el socialismo es el resultado
del desengaño colectivo de la gente cansada de oír que sus gobernantes
son corruptos y de sufrir discriminación social, hambre, desempleo y
abandono estatal.
El gran responsable no es Cuba, que exportaba revoluciones. Esa no es la
realidad del siglo XXI. La culpa es de los dirigentes que no paran de
robar. En Venezuela, por ejemplo, por décadas desvalijaron la riqueza
petrolera, repartiéndola entre familias que creían ser dueñas de un
latifundio.
De esa inconformidad surgió Chávez, ahora convertido en un gobernante
radical que arrebata libertades, coarta la libre expresión y amenaza con
expropiar tierras, empresas y capitales, para convertirlos falsamente en
patrimonio del Estado.
Pero no todos son así. Los sistemas socialistas moderados, dirigidos por
hombres o mujeres capaces que usan las aplicaciones buenas del
capitalismo, contribuyen a un mejor desarrollo de las naciones. Ejemplos
son Michelle Bachelet en Chile, Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil y
podría serlo Mauricio Funes en El Salvador.
El socialismo puro no ha sido la panacea. Una prueba es como Suecia está
desarmando el esquema socialista. El cambio fue decidido por el pueblo,
que impuso un premier de centroderecha en las elecciones pasadas,
después de ser gobernado por la izquierda durante 65 años.
''Admitámoslo, camaradas, la modernidad o la globalización no son un
invento imperialista. Son realidades y está en nosotros transformarlas
en oportunidades'', dijo la presidenta Bachelet, de Chile, en un
discurso de la Internacional Socialista.
Cada vez que surge un candidato de izquierda en Latinoamérica, suenan
alarmas de terror. Pero hay que analizar qué tipo de socialista gobernará.
Por otra parte, ante el desencanto causado por los corruptos, no debemos
dejarnos fascinar por el primer candidato que aparezca, porque quizás
esconda tenebrosos intereses y el destino de nuestras naciones podría
dirigirse hacia una crisis peor.
RAUL BENOIT: Revolución en silencio - Opinión - El Nuevo Herald (19 May
2009)
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