miércoles, 15 de febrero de 2017

Daniel Chavarría y la Cuba de los maleducados

Daniel Chavarría y la Cuba de los maleducados
Su idolatría a Fidel Castro se compensa con un desprecio manifiesto por
los cubanos
Miércoles, febrero 15, 2017 | Luis Cino Álvarez

LA HABANA, Cuba.- Luego de la primera edición uruguaya, en septiembre de
2013, acaba de ser publicado por la Editorial letras Cubanas Yo soy el
Rufo y no me rindo, el más reciente libro del escritor uruguayo
residente en Cuba Daniel Chavarría. Es una biografía novelada de Raúl
Sendic, el líder de los Tupamaros, aquella guerrilla urbana que a
inicios de los años 70 estuvo a un tilín de convertir a Uruguay, la
llamada "Suiza de América" en uno de los muchos Vietnam por los que
clamaba Che Guevara.

Chavarría, un guerrillero frustrado que se vino a Cuba en 1969 a bordo
de una avioneta que secuestró a punta de pistola en Colombia, no siente
hoy prurito alguno por la violencia revolucionaria de los Tupamaros, o
terrorismo, llamémoslo por su nombre, que no fue otra cosa lo que
practicaron, por muchos atenuantes y justificaciones que le quieran buscar.

Chavarría no se esfuerza en disimular que hace la apología de Sendic.
Todo lo contrario. Advierte: "Esta biografía en formato novela proclama
a Raúl Sendic Antonaccio, el mayor quijote que ha dado la historia de la
República Oriental del Uruguay, y en ese tono quiero cantarle a mi
descomunal compatriota, con toda la hipérbole que me inspira la hazaña
de su vida".

Los líderes revolucionarios mesiánicos, como Raúl Sendic, que se creía
el continuador de Artigas, y Fidel Castro, el continuador de Martí,
fascinan a Daniel Chavarría.

Su adoración por Fidel Castro mereció un punto y aparte. Confesó el
escritor que de tanto que lo admiraba, en algunas recepciones, se puso
impertinente.

Con varios tragos de más, después de una cena en el Palacio de la
Revolución, le espetó al Comandante que era un error negar su condición
de dictador, sólo que lo era a la manera de los dictadores de la
República Romana, como Cincinato o Fabio Máximo.

En otra ocasión, en una casa de protocolo, desquiciado ante la presencia
del Máximo Líder, se arrodilló, y con los brazos abiertos, le pidió
abrazarlo. No conforme, todavía de rodillas y con los brazos en cruz,
como un penitente ―o un aura tiñosa―, le imploró: "Déjeme darle un beso,
Comandante".

Daniel Chavarría explicaba que Fidel Castro lo enardecía, "pero con
efectos insólitos, como el de trastornarme e inducirme a decir sandeces".

Yo soy el Rufo y no me rindo, con sus introitos cervantinos, el exceso
de uruguayismos y su panfletismo a pulso, más que cansón, me resultó
revulsivo. Aunque la revulsión no fue tan vomitiva como la que me causó
hace varios años Y el mundo sigue andando (Editorial Letras Cubanas,
2008), las memorias de Chavarría donde los cubanos, como pueblo, salimos
bastante mal parados.

Chavarría dice amar a Cuba, donde ha vivido 48 años ―mucho más del doble
del tiempo que vivió en su natal Uruguay― y ha escrito sus libros. Pero
a juzgar por lo que dice en sus memorias, su amor no es por los cubanos,
sino por solo uno de ellos: Fidel Castro. Y si acaso, cuando más, por
los cinco agentes del G-2 que estuvieron presos en los Estados Unidos, y
a los que dedicó el libro sobre Sendic.

Lo único que le reprochaba Chavarría a Fidel Castro era que no hubiese
logrado reeducar a los cubanos.

Confesaba Chavarría en sus memorias que, cuando llegó a Cuba, el paraíso
revolucionario regido por su idolatrado Fidel Castro lo desilusionó e
hizo tambalear sus conceptos sobre la factibilidad del socialismo.

Explicaba el escritor que la gente andaba mal vestida, hablaba a gritos
y era grosera y amargada; las calles estaban sucias, los baños públicos
clausurados y los capitanes de los mal abastecidos y casi inaccesibles
restaurantes trataban a los comensales como si fueran presidiarios.

El recién llegado uruguayo, que tenía que comprar turnos a los coleros
para poder cenar en un restaurant, no habría tratado mejor que los
capitanes a "aquel populacho mal vestido, que comía con modales
horrendos, sorbía la sopa, se metía los dedos en la nariz y forrajeaba
con sus bolsos".

Para salir de su desencanto, Chavarría necesitó los consejos de otro
aeropirata, un profesor argentino apellidado Irigoyen. Explicaba
Chavarría: "Me hizo ver mi comportamiento de señorito burgués,
escandalizado por el mal gusto de las zapatillas de plástico rosadas y
por los eructos de los comensales, sin ver que en Cuba se había
entronizado el milagro de una verdadera revolución popular; y que esas
personas feas, maleducadas y peor vestidas que yo veía escupir sobre las
losas pulidas de un restaurante y apretujar sus sobras en grandes bolsas
de nylon, era el auténtico pueblo cubano".

Irigoyen instó a Chavarría a "compartir las carencias de este pueblo y
ayudarlo a que fuera un día más culto, tuviera mejor gusto, mejores
zapatos y supiera comportarse en los restaurantes".

Chavarría está convencido de que "el perfeccionamiento masivo de un
pueblo requiere mucho tiempo". Y pone el ejemplo de los franceses, que
según afirma, empezaron a reeducarse en 1789, con la revolución, y por
eso ya no escupen ni eructan en los restaurantes.

Supongo que a Daniel Chavarría ya no le importe ya que los cubanos aún
no sean el pueblo mejor alimentado, vestido y calzado que él sueña, que
aún eructen, escupan en el suelo, griten palabrotas, se rasquen la
entrepierna y forrajeen en jabitas de nylon las sobras para alimentarse
a sí y también a sus puercos, perros y gallinas.

¿De veras creerá Chavarría que siempre los cubanos fuimos así? ¿No
barruntará que la culpa de todo ese desmadre es de la revolución de
Fidel Castro, y que tal vez los uruguayos estuvieran por el estilo si
Sendic y los Tupamaros se hubieran apoderado del poder por las armas?

Chavarría debe tener la certidumbre de que los males que no se han
podido erradicar en Cuba, sino que más bien se han agravado, algún día,
aunque ya no esté el Comandante, desaparecerán. Será en el año 2030, o
dentro de dos siglos, cuando se logre materializar ―si es que alguna vez
se logra― el socialismo próspero y sostenible del que hablan en los
congresos del PCC. Con tantas sandeces como habla y escribe Chavarría,
va y hasta se lo cree…

luicino2012@gmail.com

Source: Daniel Chavarría y la Cuba de los maleducados | Cubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/daniel-chavarria-y-la-cuba-de-los-maleducados/

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