miércoles, 15 de febrero de 2017

Quién miente en Cuba?

¿Quién miente en Cuba?
No pocos en la isla llevan consigo la costumbre, bien arraigada
Miércoles, febrero 15, 2017 | José María Ruilópez

GIJÓN, España.- Hay algunos cubanos que llevan consigo una costumbre
arraigada desde hace tiempo como es la de mentir. En algunos sectores
sociales, la mentira forma parte del tipismo de ambos sexos. Y lo mismo
que al tiempo perdido en la espera de un transporte público se le
considera horas muertas, a la falsedad se la tilda como momento
propicio, porque va acompañando a la persona sin apenas darse cuenta. Si
alguien pregunta la hora y le responden correctamente, que es lo normal,
en Cuba, si da con alguna de estas personas, preguntar algo puede ser
motivo de la aparición de un rosario de inexactitudes que dejan
boquiabierto a cualquier interlocutor ingenuo. Bien es cierto que la
capacidad creadora y la cualidad fantasiosa de los cubanos para redactar
pasados rocambolescos, historias quiméricas o situaciones inverosímiles
son únicas.

Pero estos cubanos a los que me refiero mienten cómo fórmula de engaño,
encaminada a obtener beneficio del otro —sobre todo cuando es
extranjero— e, incluso, para crear polémica entre ellos mismos.

En las últimas fechas de diciembre 2016 se corrió el bulo de que iban a
repetir otra serie de días de duelo porque se conmemoraban algunos
hechos históricos de Fidel Castro. Mientras, se estaban abasteciendo de
bebidas alcohólicas los establecimientos de hostelería, algo
incompatible con otro posible luto oficial.

Este tipo de cubano miente prometiendo lo que no va a cumplir, fingiendo
lo que no siente o mostrando interés especial por algo que le importa un
comino. Por esa vía sólo busca un único objetivo: crear una atmósfera
amistosa o afectiva encaminada a conseguir una renta del tipo que sea,
aprovechando, por una parte, la ingenuidad del visitante primerizo, y
por otra esa sensibilidad que despierta en el forastero la presencia de
la calamidad palpable y circundante. De modo que ese tapiz de urgencia
de vida que envuelve la realidad de la calle con que se encuentra el
recién llegado acaba despertando su integridad moral; con lo que
convierte, de modo casi místico o misterioso, la mentira caribeña en
hecho cierto, la fantasía asfixiante en virtud automática y el
palabrerío ocasional en embeleso y rendición incondicional del
atribulado turista ante el orador compulsivo.

Este vecindario concreto que funciona así no lo hace como consecuencia
de una antropología determinada en lo intelectual. Es una deformación
generada de modo paulatino a lo largo de años de necesidades, que ha
calado tan hondo en alguna gente, que se ha convertido en medio de
supervivencia, en actividad mercantil o cauce de amoríos palafíticos, y
que ha encajado en la sociedad como algo natural y necesario, como
fórmula asumida por gran parte de la población. A través de esos
mecanismos embusteros circulan los postulados inexistentes, que, tras un
proceso de maduración y paciencia acaban generando fulas, que luego
revierten en novios, 'pingueros', hijos de madres abandonadas por sus
esposos o compañeros temporales, abuelos de pensión ínfima y toda la
cadena alimentaria que va detrás.

Esas mentiras caribeñas también proceden de ciertos ámbitos estatales.
No hay más que leer los boletines oficiales del Partido Comunista,
llamados periódicos, para notarlo. Raúl Castro anunció (una vez más), la
unificación monetaria para el 1 de enero de 2017, despareciendo el CUC,
o peso convertible, para dejar el peso cubano como moneda nacional. Un
CUC son 25 pesos cubanos. De hecho, están imprimiendo billetes de 200 y
500 pesos. Pero hasta este momento no se llevó a efecto.

También en las relaciones políticas y diplomáticas hay manoseo de la
verdad. No es que los documentos firmados no se cumplan a la postre,
sino que lo que rubrican y lo que piensan algunos de los firmantes no
suele ser coincidente, de modo que al final surgen discrepancias. Los
protocolos, en ocasiones, llevan contenidos de dudosa realización, lo
que da lugar a que posteriormente sea necesario renegociar lo acordado
inicialmente.

Este funcionamiento no es un método, sino una manera de sobrevivir, una
rutina que trasciende más allá de lo oficial y se mueve entre el gentío
menos favorecido como una manera de agradar con respuestas que
satisfagan al interlocutor, pero que no se ajustan a ninguna realidad
posible de llevar a cabo. No es sencillo luego obtener razones de peso
cuando solicitas aclaración de aquella empresa fallida, porque lo
justifican con la ineficacia burocrática, las demoras no aclaradas, los
transportes obsoletos, una cierta desgana congénita (todo como aliados
verídicos) y una confianza, casi siempre cierta, de que el interlocutor
sorprendido no sólo va a admitir y comprender esa falta de rigor, sino
que volverá a caer, si se da el caso, en los mismos acuerdos e idénticas
solicitudes a sabiendas de que lo más probable es que no se cumplan una
vez más. Un proceder sin mala fe, pero con hábito, y, de paso, una
cierta posición de dominio, que ciertos cubanos convierten rápido en
poder ante la negociación. De ese modo, negociar, tratar, amar, comprar,
vender, asociar, rentabilizar o invertir en Cuba no es tarea sencilla.
Es, en realidad, un proceso de adivinación no exento de magia y algo de
misterio.

Source: ¿Quién miente en Cuba? | Cubanet -
https://www.cubanet.org/colaboradores/quien-miente-en-cuba/

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