lunes, 9 de enero de 2017

La servidumbre de los sabios

La servidumbre de los sabios
[08-01-2017 19:44:37]
Pedro Corzo
Escritor, Periodista y Editor

(www.miscelaneasdecuba.net).- A través de los tiempos numerosos
intelectuales han padecido de una fatal afinidad con los déspotas.
Los eruditos, supuestamente más cultos, sensibles e ilustrados que el
resto de los mortales, que supuestamente disfrutan de un mayor
discernimiento sobre el hacer y pensar humano son proclives, en muchos
casos, a ser magnetizados y seducidos por los autócrata, y cuando sucede
sólo tienen ojos y oídos para quien ejecuta la fuerza y no para quien
libera y cultiva el pensamiento en oposición al despotismo.

Esto obliga a pensar que la real o supuesta inteligencia del
intelectual, junto a la elevación de espíritu que se le atribuye, no
debe conducir a suponer que todos poseen un elemental sentido de la
justicia o capacidad para un análisis realista de unas circunstancias
determinadas. Tampoco la necesaria comprensión de la condición humana, y
menos aún que posean el más privilegiado de los sentidos: el común.

No obstante es el intelectual, militante o contestatario, el que más
arriesga y pierde ante un gobierno autoritario. El creador, esté en
torre de marfil con atmósfera aséptica, refugiado en un oscuro
cuartucho o en una inmunda celda, estará perdiendo libertades a un ritmo
superior al de cualquier otro ciudadano.

Sus libertades para asociarse, debatir, expresarse y cuestionar serán
cercenadas. Su arte, sin distinción de formas de expresión quedará
encasillado como agresiva fiera que sólo podrá actuar en la forma y el
tiempo que el entrenador disponga. Su capacidad creativa se extinguirá,
junto a la de aprehender, hacer crecer los horizontes y el jugar con los
demiurgos de la propia imaginación.

El intelectual que acata una doctrina se transforma en maquina de
consignas, espantapájaros de sus quimeras, y en el mejor de los casos
fiscal y juez del pensamiento ajeno y con frecuencia como verdugo. Al
que proteste, rechacé el dogma, le espera la oscuridad, el destierro, la
cárcel y hasta la muerte como creador e individuo.

El intelectual en su comunión con el poder se masifica y pierde la
individualidad que le distingue, su expresión, plástica o literaria es
afectada por su dependencia de la voluntad que le domina. La capacidad
creativa por grande que sea se autocensura, los privilegios que detenta
o los miedos que padecen le imponen límites que tienden a satisfacer al
Señor que le protege. Es doloroso y frustrante contemplar la relación
entre un creador cómplice, un individuo que supuestamente ha logrado
depurar su conciencia y sensibilizar su espíritu, con el estado-gobierno
depredador al que se somete.

¿Cuál es el motivo de que muchos de los que crean para las elites,
asuman conductas propias de la masa informe y coloidal ante el poder? Es
una interrogante digna para los psicólogos más avezados. Por qué el
creador que se identifica con una dictadura sufre una especie de
embeleso, de enamoramiento político que le convierte en objeto de una
seducción donde los sentimientos más telúricos y arcaicos se imponen al
raciocinio.

Por lo regular el intelectual es un individuo que huye de los
compromisos. Su libertad de hacer y pensar son los pasaportes
imprescindibles de su espíritu. Son iconoclastas, contestatarios y
destructores de esquemas. Sin embargo, al parecer, en la condición del
titulado creador orgánico hay un recóndito receptáculo que atesora un
primitivismo vulgar y cruel. Un sitio donde tempestuosas pasiones
aguardan por alguien que, al tensarlas, les provoque reacciones que
obnubilaran su conciencia crítica.

Probablemente, desde los orígenes de la civilización, cuando los Brujos
nos sometían con conjuros para la conveniencia del Cacique, hasta el fin
de la especie, existan intelectuales subyugados por la fuerza, atraídos
por una imagen mesiánica que les impida el conflicto de la duda.

Pueden ser inteligentes, brillantes, capaces de imponer pautas y
escuelas en su creación y en la historia. Como ejemplos: Ezra Pound, un
defensor acérrimo del fascismo; Pablo Neruda, bardo del estalinismo más
frenético. Alejo Carpentier y Gabriel García Márquez autores de notable
talento pero sumisos adoradores del castrismo o simples jenízaros de
pluma robada como Luís Pavón Tamayo, Jorge Serguera, Alfredo Guevara y
Roberto Fernández Retamar. Todos idólatras de un Dios y un Olimpo que no
dudaría en desencadenar contra ellos toda la furia del infierno, si esto
le beneficiara.

Estos individuos y muchos más, parecen encontrar en su conversión las
fuerzas que les faltan, encuentran en la nueva fe, la paz y la seguridad
de la que siempre habían renegado. El dogma que dicen defender, es la
religión inmutable e imperecedera que siempre rechazaron. Y el líder es
el Dios todopoderoso que les ofrece certidumbre y les garantiza la
posteridad, concluyen que ofreciéndose al Dogma y su Patrón se están
sirviendo a ellos mismos.

Source: La servidumbre de los sabios - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/587288953a682e0d5002e522#.WHNq6_krL6Q

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