domingo, 29 de noviembre de 2015

Una mano tendida en la ruta de los inmigrantes

Una mano tendida en la ruta de los inmigrantes

Numerosos albergues en todo México ofrecen servicios para los que van
rumbo a Estados Unidos
Los samaritanos que ofrecen la ayuda no obtienen beneficios en absoluto
Aunque disminuye, el cruce de la frontera con Estados Unidos continúa
siendo intenso
NANCY SAN MARTIN
nsanmartin@miamiherald.com

IXTIPEC, MÉXICO
En un albergue de este pequeño municipio del estado sureño de Oaxaca en
México, el psicólogo Miguel Gil Reyes reúne a un grupo de recién
llegados para darles información sobre los servicios disponibles para
ellos en diversos puntos de la nación.

"Estoy a cargo de escuchar a la gente", dice él al grupo de unos 25
hombres y un puñado de mujeres. "¿Saben para qué son buenos los psicólogos?"

"Para los locos", grita uno de los recién llegados, causando una
explosión de risa inesperada.

"No, no es para los locos", dice Reyes, riéndose. "De hecho, según mi
experiencia, los que dicen cosas así son los que más lo necesitan".

"Aquí tenemos todo tipo de situaciones", dice en un tono más serio.
"Algunos vienen tratando de evitar la violencia de sus países. Otros
tienen deudas inmensas. Otros huyen para tratar de ayudar a sus hijos;
dejan sus trabajos, su esposa y su familia atrás. Eso es duro. Ustedes
llegan aquí y no saben cuándo van a llegar a su destino, por dónde van a
cruzar, si tienen algún tipo de apoyo.

"Albergues como este están en ese mapa grande que cuelga allí", dice
señalando un mapa de México en el que aparecen señalados unos 50
albergues esparcidos por toda la nación y a lo largo de la frontera con
Estados Unidos. "Parecen casitas para que ustedes puedan localizarlos
con facilidad".

Conocidos colectivamente como casas para migrantes, los albergues son
lugares donde aquellos en tránsito a Estados Unidos pueden encontrar
ayuda en forma de comida, camas, duchas o incluso atención médica. Las
personas que ofrecen esos servicios, como Reyes, no hacen ganancias a
expensas de los inmigrantes sino que tienen la misión de ayudar.

Como el Ferrocarril Subterráneo de otra era, la ruta que atraviesa
Centroamérica hacia EEUU está pavimentada de buenos samaritanos con
lazos a organizaciones caritativas, religiosas o no gubernamentales que
ayudan a aquellos que han huido de su patria y arriesgado su salud o su
vida en busca de una oportunidad para un nuevo comienzo en Estados Unidos.

"Estoy contento de poder ayudarlos aunque sea con sus necesidades más
básicas", dijo Irineo Mujica Arzate, de 45 años, quien se encuentra a
menudo en cuclillas curando delicadamente las ampollas de los pies de
inmigrantes, cuyas plantas se llenan de llagas a causa de los muchos
días de caminar. "Lo que hacemos es brindar ayuda humanitaria. Los
inmigrantes también tienen derechos: derechos humanos".

Mujica Arzate, quien aprendió a curar las heridas de los pies trabajando
con Médicos Sin Fronteras (Doctors Without Borders), es uno de los
fundadores del Centro de Ayuda Humanitaria en Chahuites, un pueblo
conocido por su producción de mangos que está cerca de la frontera de
Guatemala.

"La ruta de los inmigrantes es dura, y Chahuites puede ser muy
violento", dijo. "Cuando alguien está adolorido, uno hace lo que puede.
La necesidad es lo que los trajo aquí".

México ha servido por mucho tiempo de vía migratoria a Estados Unidos.
Pero un crecimiento masivo en el número de cruces ilegales a lo largo de
la frontera de EEUU y México –incluyendo una cifra récord de 68,000
menores no acompañados– fue vista como una crisis el año pasado.

Aunque el número de inmigrantes indocumentados que está cruzando la
frontera ha disminuido significativamente, el flujo general de personas
de toda América Central y ahora de Cuba continúa, y el potencial de otra
crisis no deja de cernirse en el horizonte.

Una razón importante por la que inmigrantes centroamericanos no están
llegando a la frontera de EEUU es que México acordó contenerlos
aumentando el número de agentes de inmigración que patrullan los
ferrocarriles y prohíben a los inmigrantes amontonarse en el techo del
tren de carga conocido como La Bestia para hacer el viaje.

El llamado Plan Frontera Sur se implementó durante el verano y está
respaldado por millones de dólares en fondos estadounidenses. Cientos
están haciendo ahora el viaje a pie, lo cual abre las puertas a toda una
nueva variedad de problemas, incluyendo un aumento de robos, golpizas,
violaciones y hasta muertes a lo largo de la ruta. Un viaje que hubiera
tomado días en tren puede tomar ahora más de un mes.

Activistas afirman que antes de que el Plan Frontera Sur entrara en
vigor, alrededor del 40 por ciento de los inmigrantes que pasaban por
los albergues reportaban asaltos y robos. Ahora casi todos han sido
víctimas de crímenes o han sido testigos de los mismos. La violencia no
solamente proviene de forajidos, sino además de las autoridades que
extorsionan a los inmigrantes. Ellos usan tásers, exigen sobornos y
propinan palizas a quienes rehúsan pagar.

"Ahora ver un uniforme, para estos inmigrantes, significa que tienen que
correr", dijo Reyes, el psicólogo. "Ahora son dos veces más vulnerables".

Los asaltos sexuales contra las mujeres y algunos hombres se han hecho
tan extendidos que, según activistas, un terreno junto a la ruta
migratoria en Chahuites se ha hecho notorio como "sitio de trofeos"
donde los agresores cuelgan la ropa interior de las víctimas de violaciones.

En lugar de moverse a través de México, muchos inmigrantes se quedan
ahora durante días, semanas o meses en espera de visas humanitarias que
les permiten seguir viajando hacia la frontera EEUU-México. Las visas
pueden demorarse hasta seis meses, lo cual crea una nueva dinámica en
algunos albergues.

El albergue Hermanos en el Camino en Ixtepec, por ejemplo, está diseñado
para 50 personas. Pero hay alrededor de 200 hacinadas allí, lo cual le
da el aire de una cárcel. Algunos duermen en colchones pelados o hamacas
que cuelgan a cielo abierto. Tiendas de campaña se separan para padres
como Marbin Oviedo, de 25 años, que viaja solo con sus hijos.

"La verdad es que yo quiero cruzar", dijo Oviedo, visiblemente
deprimido, mientras alimentaba a sus dos hijos, Justin, de 4 años, y
Katarin, de 2.

"La madre de ellos nos abandonó. Ella se metió en las drogas y me dejó
los niños. Yo no podía permitirme cuidar de ellos en Honduras. Allí no
hay empleo. Ya no sé qué hacer".

Una monja que trabaja de voluntaria en el albergue, que tiene 4 años de
creado, dijo que cada día que pasa trae algo nuevo: "Hay cosas que pasan
en las habitaciones que no deberían estar pasando. Tenemos que estar en
constante vigilancia".

Pero lo más importante es mantener la disposición de ayudar, dijo.

"Saber que son personas que vienen agotadas, rendidas, resentidas,
heridas… este albergue es encontrar así como el Samaritano quien le de
un aceite, un aceite de compasión, de misericordia, de atención al
hermano vulnerable, herido en el camino, maltratado, violentado en sus
derechos", dijo la monja, quien no quiso ser identificada. "Como
hermanas y equipos de voluntarias, ese es el sentido, de servir y ayudar
al estilo de Jesús".

Para aquellos que atraviesan México, los albergues se han convertido en
un salvavidas.

"Sin los albergues la verdad no sé cómo sobreviviríamos nosotros los
inmigrantes, porque la gente aquí en México lo mira de menos a uno. O
sea, nos desprecian simplemente por ser inmigrantes", dijo Marilyn
Barahona, de 26 años, quien salió de Tegucigalpa a mediados de octubre
con su esposo y sus dos niños, Leonardo, de 8 años, y Douglas, de 3.

La familia se quedó en otros dos albergues por el camino antes de llegar
a Ixtepec, donde estaban esperando por visas humanitarias.

"Casi nos matan", dijo Barahona. "Dijeron que eran mareros y que más
adelante nos iban a matar sino les dábamos $100 por cada uno, cosa que
no teníamos. Tenían una pistola y un machete. Gracias a Dios, llegaron
otros muchachos a auxiliarnos.

"Cuando entré [al albergue] la impresión de ver un montón de gente, uno
se queda así como asustado", dijo ella. "Pero uno se acopla... no le
falta la comida a uno, su techo. La verdad que, qué bueno que existen
aquí los albergues. Si no, los inmigrantes, no se como hiciéramos".

Barahona sabe muy bien que entrar a Estados Unidos no va a ser fácil,
especialmente debido a que se ha hecho un tema muy candente en medio de
la campaña presidencial. Pero ella no se arrepiente de haber huido de su
país.

"No me arrepiento porque, si me hubiese quedado, me hubiesen matado. Y
por lo menos aquí tengo vida. Y estoy luchando. Yo lo que espero es que
Dios me abra las puertas. No se cómo, pero para Dios no hay imposible",
dijo Barahona, quien tiene la esperanza de reunirse con su madre en
Texas. "Y llegar a los Estados Unidos y hacer un futuro con mis hijos,
que mis hijos crezcan, sean alguien en la vida. Porque en Honduras no
tienen futuro. Honduras es un país muy peligroso que está gobernado por
las maras. Y lamentablemente el presidente que tenemos no sirve".

Su mensaje para el próximo presidente de Estados Unidos: "Que se toque
el corazón, porque realmente Estados Unidos casimente sólo son latinos.
Ellos no van a hacer lo que nosotros hacemos, lavar baños, lavar platos.
Nosotros les servimos. Que se pongan la mano en el corazón. Que miren
todo el sufrimiento que nosotros pasamos. Esto es algo horrible. Cuando
su hijo tiene que tomar agua del charco porque mis hijos tomaron eso.
Cuando tus hijos lloran, les cae aquel montón de agua, de sol. Ellos
[los que están en contra de la inmigración] no miran eso. Pero tienen
que ponerse la mano en el corazón. Nosotros realmente no salimos del
país porque queremos sino por la delincuencia. Mi país está… bueno, esas
son mis palabras".

Para aquellos que se adentran más en el interior de México, el viaje no
se hace más fácil.

En un albergue en Huehuetoca, a mitad de camino en la ruta de los
inmigrantes, las trabajadoras sociales de Médicos Sin Fronteras, Anabel
Córdova y Esmeralda Cisneros tratan de dar ánimo a un grupo de 14
hombres jóvenes para que tomen las cosas con calma, hablen si se sienten
tristes, ansiosos o asustados, y que aprovechen los servicios médicos y
dentales disponibles.

"No hay mejor medicina que el reposo", dice Cisneros.

Ellas advierten además sobre los peligros de viajar a pie y en tren, y
les muestran el mapa de la ruta migratoria, dejando claro que la próxima
parada de trenes está a unas cuatro horas de camino. Aun cuando las
autoridades están tomando medidas contra los viajes en tren, muchos
saltan a bordo de los mismos de todos modos para tratar de llegar más
pronto a la frontera de EEUU.

Los trabajadores sociales comparten información sobre otros albergues
por el camino que ofrecen comida, camas y atención médica, y les
informan sobre el costo de los ómnibus y la importancia de mantenerse
hidratados.

Un joven quiere saber cuán duros son los agentes de inmigración en
diferentes puntos.

"No podemos decir dónde están los peligros", dice Cisneros. "Pueden
estar dondequiera, en cualquier momento. Por eso tienen que tomar
precauciones.

"Duerman lo más que puedan", dice Córdova. "Tienen que tener mucha
paciencia. El viaje es largo".

En el pequeño municipio de Bojay en el estado mexicano de Hidalgo, hay
una casa de estuco blanco a pocos pasos de la vía férrea.

La casa, que abrió hace tres años, siempre estaba llena de inmigrantes
que bajaban del tren para recibir una comida caliente y darse una ducha
antes de seguir viaje al norte, hacia EEUU. Los trenes ya no están
repletos de inmigrantes, pero ellos siguen pasando por El Samaritano —
hasta 1,200 al mes, dijo la hermana Rosa Bogado, quien ayuda a llevar el
albergue.

"Nos han criticado. Dicen, '¿Por qué mantienen a los vagos, a los
bandidos, a los que no tienen nada que hacer habiendo tantas necesidades
en México, tantos niños abandonados?'", dijo la hermana Rosa Bogado. "Yo
les digo: mientras nosotros nos ocupamos de los migrantes, tú te ocupas
de los niños. Yo creo que es parte de todo ser humano ser solidario. O
sea, eso lo tenemos en la sangre. Desde el primer momento que llegamos
al mundo, ya nos ayudaron. Alguien ya nos tendió la mano en el primer
momento en que nacimos. Desde allí ya tenemos el deber de querer ayudar
y acoger al otro".

Source: Una mano tendida en la ruta de los inmigrantes | El Nuevo Herald
-
http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/america-latina/article47002430.html

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