viernes, 30 de octubre de 2015

Diversidad no es división

Diversidad no es división
PEDRO CAMPOS, La Habana | Octubre 29, 2015

Mucho se quejan los cubanos de que existen muchas divisiones en todo el
espectro político de la nación. Y esto es válido, tanto para dentro como
para fuera de Cuba.

El exilio está ampliamente dividido, la oposición interna ni qué decir,
la izquierda está enferma de sectarismo y hasta en el antiguo monolítico
Partido-Gobierno-Estado se aprecian por lo menos dos tendencias, los que
quieren ir pasito a pasito y los que ni un pasito quieren¨, sostienen no
pocos analistas políticos.

Unos a otros nos etiquetamos de izquierda, de centro, de derecha y
dentro de esas etiquetas las ¨casitas¨ proliferan. No nos damos cuenta:
estamos llegando a la hora de Cuba, donde las etiquetas sobran. Hay que
parafrasear al Maestro: "dígase cubano y se han dicho todos los derechos".

Sin embargo, a mi modo de ver, más que división en todo eso lo que hay
es diversidad. Y la diversidad, si se la mira positivamente, más que una
desgracia, es una garantía para el desarrollo en todos los órdenes si
somos capaces de armonizarla en lugar de convertirla en fuente de
enfrentamientos, si se busca el respeto a las minorías antes que la
imposición de las mayorías. Las minorías aplastadas siempre serán
fuentes de conflicto.

En este camino, por el seguidismo y caudillismo tradicionales que nos
vienen de la incultura política española, por superar plenamente en la
modernidad y que tanto daño nos hicieron en las luchas por la
independencia y la democracia en los siglos XIX y XX, hoy aparecen de
nuevo personas, en todo el espectro político, con ánimos similares, que
pretenden una única verdad: la suya y buscan controlar la diversidad.
Lógicamente, concitan el rechazo de muchos cubanos.

No es una crítica a nadie en particular, es un llamado a acabar de
entender que la democracia, el poder del pueblo, si se intenta dirigir
por un centro único, por un personaje, sea comunista, socialista,
socialdemócrata, socialcristiano, liberal, nacionalista o de otro tipo,
no es más que un ropaje para nuevas formas dictatoriales.

¡Ay democracia!, tan querida y tan mal tratada.

El arte en política radica en la capacidad de armonizar las diferentes
visiones y acciones hacia los fines que se comparten. Maniobrar para
imponer un modo particular y único de ver y hacer las cosas más bien es
una diablura.

La nación cubana, esa que conformamos los del archipiélago y la
diáspora,está abocada a vivir importantes cambios como consecuencia del
fracaso económico político y social del socialismo estatal. Es un
oxímoron que se ha querido imponer a la sociedad como camisa de fuerza,
en violación de todas las leyes propias del desarrollo de la humanidad.
Algo simplemente antinatural.

En este sentido, llama la atención que el presidente Raúl Castro, el VI
Congreso del Partido Comunista de Cuba, sus lineamientos y políticos más
allegados a él apenas mencionen la palabra socialismo.

Hoy, en el seno mismo del oficialismo ya nadie puede acallar las voces
que demandan transformaciones de calado en la Constitución, la Ley
Electoral, la estructura de propiedad, las regulaciones económicas,
migratorias y de todo tipo.

Se aprecia en la propia televisión estatal, donde una multiplicidad de
programas que parecen escapársele por debajo a la mesa cuadrada que
llaman redonda, abordan sin ambages la necesidad de afrontar sin más
dilación los múltiples cambios que demanda la realidad cubana.

O el PCC asume ya esas voces en su próximo Congreso, o su reducción a la
burocracia más comprometida será cuestión de tiempo.

El desarrollo de las fuerzas productivas cubanas, especialmente de la
más importante, la fuerza de trabajo, unido al avance de la cultura
sobre las nuevas tecnologías y el conocimiento que las mismas generan,
ya no caben en el estrecho marco de las relaciones de propiedad y
distribución de la obsoleta y fracasada empresa estatal asalariada,
dizque socialista, que se defiende como eje central de la economía, por
el Partido-Gobierno-Estado.

La realidad demanda que la economía y la propiedad sean socializadas (no
estatalizadas), que cada vez la propiedad y los resultados del trabajo
estén más repartidos y eso solo es posible por medio de una economía
desestatizada, plural, democrática, donde haya plena libertad para
mercar, invertir, hacer asociaciones, importar y exportar, y garantías
para la inversión y la fuerza de trabajo, donde el trabajo libre
individual o asociado encuentre libertades y apoyo para desarrollarse.

Las fuerzas políticas que quieran formar parte de la oleada
democratizadora que avanza casi invisible por debajo del manto
burocrático que impide su apreciación a simple vista deberán entender la
multiplicidad de formas de pensamiento como diversidad en armonía y no
como división en enfrentamientos, y actuar en consecuencia.

Esto es válido para el partido en el Gobierno, que tendrá que dejar de
ser único, porque único y mentira es lo mismo, y para todos aquellos que
aspiran a jugar algún papel político en la nueva Cuba democrática,
plural y más socializada que inevitablemente saldrá del actual desbarajuste.

Acabemos los cubanos, todos, los de allá y los de acá, de aceptar
nuestra diversidad, de tolerar nuestras diferencias, de perdonar
nuestras culpas aceptadas y de seguir vinculando el futuro del pueblo
cubano a las políticas de otros Estados.

Lo lograremos si somos capaces de reunificar la nación y poner por
encima de todo interés estrecho el convertir a nuestro país en un
emporio de felicidad, armonizando la diversidad, con todos y para el
bien de todos, como expresó el apóstol y como reza en la Constitución
aún vigente.

Source: Diversidad no es división -
http://www.14ymedio.com/opinion/Diversidad-division_0_1879012092.html

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