martes, 5 de mayo de 2015

La política de la diplomacia comercial y su verdadero destinatario

La política de la diplomacia comercial y su verdadero destinatario
El embargo no puede ─ni debe─ derrocar al gobierno, pero su
levantamiento sí puede salvarlo del derrumbe
martes, mayo 5, 2015 | Alexis Jardines Chacón

MIAMI, Florida -El presidente de los Estados Unidos ha sintetizado su
doctrina de la diplomacia comercial en las siguientes palabras:
"Washington está apostando y esperando que, con una mayor apertura
económica y un mayor compromiso diplomático, la reforma política sea
eventualmente el siguiente paso en la Isla".

De momento, hay dos rectificaciones que hacer aquí: 1. los cambios
políticos son la clave de los cambios económicos, no a la inversa; 2.
los tímidos cambios políticos, avistados en el contexto de las reformas
raulistas, nada tienen que ver con el restablecimiento de las relaciones
Cuba-USA. El cronograma de los mismos es algo que ya discutió el Partido
y que este deberá ir rectificando a medida que se van implementando los
Lineamientos. Si no se observa nada sustancial en este punto es porque
lo que está sujeto a actualización, por definición, es el modelo económico.

Como puede verse, también la actualización raulista comparte la ilusión
de la economía como factor condicionante, mientras la realidad muestra
que la superficialidad del empeño, así como el estancamiento en su
implementación obedecen, justamente, a ese prejuicio economicista de
origen marxista. No puede haber reformas estructurales en la economía si
no se toca el fundamento político que sostiene a esta última. No en
balde, lo que se llamó restructuración (perestroika) en la antigua URSS
comenzó por el Partido. Aquellos que ponderaron la política raulista por
su empoderamiento del trabajo por cuenta propia se equivocaron de plano:
los Lineamientos están pensados, precisamente, desde la perspectiva de
la transmutación de la economía estatal y en detrimento del sector
privado realmente independiente. Todo lo que se hizo con respecto a este
último no pasó de la legalización del mercado negro.

No son pocos ya los que se vienen preguntando, después del 17 de
Diciembre, qué le va a exigir, finalmente, el presidente Obama a Raúl
Castro a cambio de tan dadivosas concesiones. Tras el anuncio del
restablecimiento de las relaciones entre ambos países el problema
parecía ser que el gobernante cubano no tenía qué ofrecer a modo de
trueque. Hoy se ve claro que el 17 de Diciembre no ha alterado ni
alterará el curso de las reformas raulistas, cuyo cronograma se ejecuta
sin pausa, sin prisa y, ahora sabemos, sin intromisión exterior. Obama,
a su vez ─y esta es la peor parte del cuento─ no tiene la menor
intención de estropear su relación con el dictador exigiendo retribución.

La médula de la doctrina de la diplomacia comercial es la fe en que la
eliminación del aislamiento, combinada con la inversión de capital
norteamericano, traiga no solo prosperidad económica sino libertades
políticas para los cubanos. El argumento que sostiene tal creencia es
tan trivial como retórico: si haces lo mismo durante 50 años sin obtener
resultados, es hora de cambiar e intentar algo nuevo. Pero, en nuestro
caso, se cambió lo que funcionaba para no intentar nada o, a lo sumo,
practicar un ejercicio rooseveltiano de diplomacia sadomasoquista.

Cuba, lejos de estar aislada, tiene tratados comerciales bilaterales con
el resto del Planeta ─para no hablar ya que es el propio EE. UU su mayor
proveedor de alimentos─ y, aun así, terminó colapsando económicamente.
Por la influencia del castrismo se arruinó la economía, la salud y la
educación en Venezuela sin estar sometidas a embargo comercial alguno.
Es el modelo político el que no sirve y en el caso cubano el embargo
funciona, simplemente, porque no oxigena y no porque estrangule. Dicho
de otro modo: por definición, el embargo no puede ─ni debe─ derrocar al
gobierno, pero su levantamiento sí puede salvarlo del derrumbe.
Consecuentemente, sí funciona y este es el momento de demostrarlo. Sin
la diferenciación antes aludida cualquier argumentación a favor o en
contra del embargo solo siembra confusión. Y me temo que de no
desactivar el sistema político terminaremos pagando un elevado precio
por la prematura asistencia al régimen de La Habana.

Si de apelar al sentido común se trata ─y no a la ciencia política─ como
ha hecho Obama: ¿no sería más sensato, toda vez que se han esperado 57
largos años, esperar 5 más tras la investidura de Díaz-Canel para que
este termine su mandato en un ambiente ya post Castro? Ese escenario
ofrece dos serias garantías. La primera es que Cuba ahora mismo,
probablemente, no aguante un año más sin el auxilio de los EE. UU; la
segunda, que la generación histórica no aguanta 5 años más en el poder.
El período de mandato de Díaz-Canel, habida cuenta que no salga relecto,
será decisivo para que los miembros de la nomenklatura (de segunda y
tercera generación) se conviertan en los ricos del mañana. Es a esto
último a lo que está contribuyendo la política de la diplomacia
comercial ─tal vez, ¿sin saberlo?─ en el momento crucial en que el país
parece entrar en una situación de ingobernabilidad a causa de una
debacle económica, pero también política, moral, social e institucional.
El gobierno cubano estaba rendido y Obama, su salvador, cargó con la
derrota. ¡Vaya paradoja!

Veamos de cerca los resultados de la doctrina de la diplomacia
comercial, la cual, supuestamente, apoya en eso distinto que el
presidente estadounidense promete inaugurar con cada crítica a la
política de aislamiento (policy of isolation). Apenas iniciado el
proceso de restablecimiento de las relaciones entre ambos países Cuba
materializó o está en camino de materializar los siguientes resultados:
la liberación de los espías de la red Avispa que, además, calificaban
como terroristas; la eliminación de la lista de países patrocinadores
del terrorismo; la flexibilización y el levantamiento del embargo; la
devolución de la Base de Guantánamo; el cierre ─que, probablemente,
cristalizaría antes bien en una venta al sector privado─ de Radio y TV
Martí; la reducción y casi eliminación de los fondos federales de
asistencia a los programas sobre Cuba; la apertura a los mercados y al
sistema crediticio, etc. Por si todo ello fuera poco, está en camino la
liberación de la súper espía Ana Belén Montes.

Los Estados Unidos, por su parte, solo consiguieron a un Alan Gross
notablemente envejecido y sin dientes. Se habló también de un espía que,
de tan importante, ni noticia es. En cuanto a la extradición de la
asesina Joanne Chesimar (Assata Shankur) hay que decir que, hasta ahora,
no pasa de ser una petición. No me voy a referir a los presos por
motivos políticos liberados en Cuba porque algunos de ellos iban a la
calle de todos modos, mientras otros, en rigor, todavía no son libres.
En cuanto a lo que está en proyecto es solo esto: no estropear la Luna
de Miel y dejarle a la comunidad internacional la tarea de presionar a
Cuba con el tema de los derechos humanos y las libertades fundamentales.
Es decir, algo que dicha comunidad viene haciendo ya por 50 años sin
resultado alguno, pero en cuyo caso la fórmula de Obama ─obtenida de la
apropiación de una de una frase apócrifa─ no se trae a cuento.

Si lo que el presidente estadounidense busca al acercarse a Castro es
fortalecer la seguridad nacional en la región y hasta puedo entender que
un intermediario para apaciguar al temible Putin, no debería apelar a
prácticas totalitarias como la falta de transparencia e, incluso, el
secretismo; la marginación de la prensa; el condicionamiento
(¿manipulación?) de la opinión pública. Asimismo, no debería afirmar que
quiere empoderar a la sociedad civil cubana y al sector privado cuando
en realidad sabe que los norteamericanos negocian y negociarán solo con
el gobierno, los militares y los cuadros del Partido; no debería
justificar una negociación sin resultados con un apoyo popular dentro de
Cuba que a todas luces es equivoco. La parte incuestionable de la
encuesta de Bendixen & Amandi, por ejemplo, es el rechazo mayoritario
del pueblo al sistema de Partido único. ¿Cómo creen que los cubanos le
pedirían a Obama que beneficie a Castro a estas alturas?

Si la encuesta de Bendixen & Amandi se hubiera realizado antes del 17 de
Diciembre ¿hubiera arrojado el mismo resultado? Me atrevo a asegurar que
sí. El alto porcentaje que muestra la simpatía por el presidente Obama y
por la normalización debemos leerlo como un plebiscito, que refleja la
poca aceptación que goza entre los ciudadanos el gobierno
revolucionario, el Partido Comunista de Cuba y, particularmente, la
figura de Raúl Castro. Para los cubanos en la Isla resulta más cómodo
decir "simpatizo con Obama" que decir "no simpatizo con Raúl Castro"
aunque, en esencia, están respondiendo lo mismo. Los resultados en este
punto hay que leerlos al revés de cómo fueron presentados:
probablemente, algo más del 40 % simpatice con Obama. Pero, con
seguridad, el 80 y tanto % de los simpatizantes de Obama, según la
encuesta, está enviando un mensaje: no queremos a Castro.

Confieso que tengo ciertas reservas con algunos resultados de la
encuesta. Por ejemplo, la opinión de los cubanos sobre el sistema de
salud es, según Bendixen & Amandi, mayormente positiva. No me explico de
dónde pudieron los encuestadores obtener semejantes resultados. Toda una
vida dentro de Cuba me indica, como en el caso anterior, lo contrario.
Si quieren saber cuál es la opinión que tienen los cubanos de su sistema
de salud véanla aquí. Y esta yo la certifico 100%. Aclaro, incluso, que
son criterios muy mesurados.

De los resultados relacionados con el sistema de educación se podría
decir lo mismo. Por mi parte, 28 años como profesor universitario en
Cuba es una razón más que suficiente para poner en duda los porcentajes
de la encuesta también en este parámetro.

Es risible, porque la salud y la educación son de los sectores más
deteriorados del país y el pueblo lo sabe y lo padece. Si lo que
pretendió el presidente Obama fue darle credibilidad a su política de
acercamiento al régimen de La Habana, hay que decir que consiguió el
resultado contrario: dejarle saber al mundo que los cubanos no quieren
unipartidismo ni Secretario General del Politburó que encabece
normalización alguna. O, si se prefiere, quieren normalización sin la
Seguridad del Estado, el PCC, los CDR; quieren educación con calidad y
sin adoctrinamiento marxista; los médicos dentro de Cuba; los
hospitales, que hoy llamamos mataderos, con las condiciones del Cira
García, el CIMEQ y la Clínica de 49.

¿Qué el 97% de los cubanos apoya la normalización? En rigor, a ningún
cubano le interesa particularmente el diálogo entre Obama y Castro y ─a
casi nadie─ la prosperidad del país. Si se pregunta como es debido se
obtendrá de ellos la respuesta correcta: los cubanos quieren relaciones
comerciales ventajosas con cualquier nación del mundo siempre que el
resultado de las mismas llegue a sus mesas y a sus bolsillos. Ese alto
porcentaje es indicativo, exclusivamente, de que los cubanos buscan
oportunidades ─no importa de donde vengan─ para salir de la miseria.

Ah! y un consejo sabio para los encuestadores: si quieren saber lo que
realmente piensa un cubano, no le pregunten.

No sé por qué cuesta tanto entender, fuera de Cuba, que en la Isla la
aplastante mayoría de los ciudadanos no está al tanto de los temas
políticos, no les interesa, rechazan la política de cabo a rabo en la
casa, en la escuela, en el trabajo. Por otra parte, no parece haber más
principio, ni ley ni valor ─de un extremo a otro de los estratos
sociales─ que el dinero. Si se sabe leer esta peculiar circunstancia,
que en ocasiones es descrita como "daño antropológico", se descubrirá en
ella una estrategia de supervivencia; es la respuesta de la sociedad y
el individuo ─enraizada en el más profundo de los instintos humanos─
ante un medio hostil y amenazante: el castrismo, metabolizado en la Isla
como Revolución. Esto es Cuba, el resto es solo distracción.

Nota del autor: Luego de terminado el presente artículo vi un video de
Estado de Sats en el que Antonio Rodiles, ante una pregunta del
periodista independiente Iván García sobre el apoyo mayoritario de los
cubanos a la normalización, expresó: "Mi impresión es que la gente
quiere salir de la miseria". La coincidencia literal en este punto entre
Antonio y yo es muy elocuente.

Source: La política de la diplomacia comercial y su verdadero
destinatario | Cubanet -
http://www.cubanet.org/opiniones/la-politica-de-la-diplomacia-comercial-y-su-verdadero-destinatario/

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