domingo, 26 de abril de 2015

La fortuna del destino

DANIEL SHOER ROTH: La fortuna del destino
04/25/2015 6:44 PM 04/25/2015 6:44 PM

Bien hemos ganado el derecho a sentir la gloria de ser inmigrantes en
estos últimos días.

Algunos arribamos a Estados Unidos desafiando las inclementes corrientes
marinas en una barcaza como refugiados, o surcando el infinito cielo
mimados en cabina de primera clase como inversionistas, o pagando con
sudados ahorros el exceso de equipaje como estudiantes universitarios, o
sorteando ríos, inhóspitos desiertos y sabandijas en peligrosas
travesías sin documentos de viaje.

Lo cierto es que pisado este suelo, lo único necesario es conseguir un
buen par de zapatos –pues nunca culminan los peldaños en la áurea
escalinata de la superación y la abundancia.

En momentos en que afloran los retoños de las candidaturas
presidenciales, uno de los ejemplos más fehacientes fluye a través de
dos millas y media de calles y avenidas en nuestros multiculturales
vecindarios de Miami. Es la distancia que separa las residencias de las
familias Bush y Rubio.

Sus historias se entretejen en un épico relato del patrimonio común de
los inmigrantes, sin distinción de raza, nacionalidad o estatus migratorio.

Marco Rubio, en la vanguardia de la contienda republicana según el
último sondeo, es hijo de un barman y mucama de hotel. Y Columba Bush,
quien pudiera ser el rostro femenino emblemático de la primera potencia
del mundo, es hija de un jornalero y nieta de un vendedor ambulante que
ganaba el pan a lomo de mula.

Ninguno es pionero de esta estirpe. Alberto González, hijo de un
indocumentado obrero de la construcción, creció sin agua caliente ni
teléfono y se convirtió en Fiscal General de Estados Unidos. El primer
senador de origen cubano, Mel Martínez, perdió –de un estacazo– hogar y
patria, y siguió, tembloroso, el espíritu del ficticio niño volador
refugiado en el País de Nunca Jamás. Al padre de la astronauta de la
NASA Ellen Ochoa, directora del Centro Espacial Lyndon B. Johnson, solo
le permitían nadar en la piscina pública si al día siguiente era
desinfectada con cloro. Criada por una madre viuda en el crispado Bronx,
Sonia Sotomayor ocupa un sillón en la máxima instancia judicial del país.

Y el presidente de Estados Unidos Barack Obama, hijo de un keniano y una
nativa de Kansas, posiblemente desciende de uno de los primeros esclavos
africanos registrados en las trece Colonias, concluyen recientes
estudios genealógicos.

En el preludio de la batalla electoral nacional, la cercanía domiciliar
y emocional entre Rubio y Jeb Bush –quien pese a provenir de una de las
más prominentes dinastías norteamericanas escogió, con orgullo, a una
esposa de minoría étnica– pone a flor de piel el arraigado alcance del
Sueño Americano.

La historia de Rubio, a veces ornamentada, es bastante conocida. A lo
largo de su meteórico ascenso al pináculo de Washington, siempre ha
hecho de sus raíces inmigrantes y humildes una insignia de "la grandeza"
de América que facilitó su potencial humano. De hecho, al lanzar su
cruzada por la presidencia en la icónica Torre de la Libertad expuso,
ante la mirada del mundo, su herencia: el sacrificio y progreso del
exilio cubano; el testimonio de fe de un pueblo que no olvida sus
valores, ni su historia, ni sus tradiciones.

Poco han compartido los Bush sobre el árbol genealógico de la otrora
primera dama del Estado de Florida. Es válido el derecho a la
privacidad. En tiempos de cambios demográficos, sus orígenes despiertan
una salva de aplausos. Ella es el fruto del inmigrante luchador; del
inmigrante esmerado por prosperar.

Una minuciosa crónica familiar fue publicada en estas páginas días
pasados. Son asombrosos los hallazgos. Su padre tomó parte en el
"Programa Bracero" para campesinos mexicanos a fin de realizar el
trabajo agrícola y ferroviario a mediados de la centuria pasada. La
pobreza y la falta de oportunidad lo impulsaron, años después, a brincar
la frontera sin papeles. Un tío de la esposa del exgobernador cultivaba
rosas de sol a sol; primos hermanos aún viven ocultos de los
allanamientos signados por el clamor y las lágrimas de los niños
separados a la fuerza de sus padres; sobrinos forman parte del escuadrón
que mantiene encendido el fogón de los restaurantes.

"Un cielo: desde que los Apalaches y Sierras reclamaron su majestad, y
el Missisipi y Colorado forjaron su camino hacia el mar. Da gracias al
trabajo de nuestras manos: tejiendo el acero en los puentes, terminando
un reporte más para el jefe a tiempo, cosiendo otra herida o uniforme,
la primera pincelada en un retrato, o el último piso de la Torre de la
Libertad". Estos son versos del poeta cubanoamericano Richard Blanco,
recitados en la ceremonia de investidura del presidente, durante la cual
un pastor que en la infancia salió de Cuba solo con un cepillo de
dientes, una muda de ropa y tres dólares en el bolsillo, invocó a Dios
en las escalinatas del Capitolio.

A veces a los inmigrantes nos quieren hacer sentir como parias. Sin
embargo, tenemos la bendición de habitar bajo el manto de los derechos
inalienables a la vida, la libertad y la consecución de la felicidad.
Son los dones llevados hacia delante por millones de personas como Mario
y Oriales Rubio, o como José María Garnica.

Pero nacer de padres inmigrantes no dicta el bienestar, ni ser
inmigrante garantiza el progreso. El destino –a veces afortunado, a
veces no– lo forja uno mismo.

Source: DANIEL SHOER ROTH: La fortuna del destino | El Nuevo Herald El
Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/daniel-shoer-roth/article19555464.html

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