lunes, 20 de octubre de 2014

Anticastrismo o anticastrismos?

¿ALEJANDRO ARMENGOL: Anticastrismo o anticastrismos?
10/19/2014 4:00 PM 10/19/2014 8:00 PM

Siempre he tenido reservas con las categorías y los adjetivos, y no por
ello dejo de utilizarlos. Es inevitable y mucho más en periodismo.

¿Hay un anticastrismo o varios? Uno solo si la respuesta se limita a una
definición esencial: la oposición al régimen de los hermanos Castro.
Muchos, cuando tras esa pauta se tiende a establecer una agenda única o
fijar una forma de pensar, actuar o sentir que responde a un conjunto de
patrones —más o menos conocidos, mejor o peor definidos, pero de exigido
cumplimiento—, que convierten a una posición, o mejor una actitud ante
un hecho político, en un dogma. Entonces se pasa al fanatismo. O a lo
que es incluso peor: la adopción de un canon por conveniencia.

Eso en Cuba se llama oportunismo, pero la palabra ha perdido significado
en el exilio y es quizá más preciso decir que se adopta una forma de
pasividad, complacencia o incluso complicidad ante el charlatán de
turno, el demagogo de esquina o el líder improvisado. Todo con tal de no
buscarse problemas.

Quizá la clave del problema radica en esa tendencia a los extremos que
aún domina tanto en Cuba como en el exilio, donde falta o es muy tenue
la línea que va del castrismo al anticastrismo, palabras que por lo
demás sólo adquieren un valor circunstancial.

El problema con estos patrones de pensamiento es que resultan poco
útiles a la hora de plantearse el futuro de Cuba.

Cierto, las conclusiones del momento son que poco o nada cambiará en
Cuba hasta la desaparición de los Castro. Pero confundir un paréntesis
con un objetivo final resulta engañoso y fuente de errores y desdichas.

Los cubanos nos hemos destacado en agregar una nueva parcela al
ejercicio estéril de ignorar el debate, gracias a practicar el
expediente fácil de despreciar los valores ajenos. Aquí y en la isla nos
creemos dueños de la verdad absoluta. Practicamos el rechazo mutuo, como
si sólo supiéramos mirarnos al espejo y vanagloriarnos.

En muchas ocasiones, el encuentro de la diversidad de criterios ha
quedado pospuesto. La apuesta reducida al todo o nada. Antes que
discutir o aceptar diferencias, abogar por la uniformidad.

Establecer lo anterior como una situación en blanco y negro sería caer
en el mismo pecado que se intenta rechazar. Ni Miami es siempre tan
intransigente como la pintan, ni en ocasiones tan tolerante como
debiera. Olvidar que es una ciudad generosa con exiliados de los más
diversos orígenes resulta una injusticia.

La causa de todo ello radica precisamente en la razón de origen.
Empecinarse, exagerar e insistir son rasgos típicos del exiliado,
escribe Edward W. Said, al caracterizar una condición de la que
participaba. Mediante ellos el expatriado trata de obligar al mundo a
que acepte una visión que le es propia, "que uno hace más inaceptable
porque, de hecho, no está dispuesto a que se acepte".

Esa negativa a adoptar otra identidad, a mantener la mirada limitada y
conservar las experiencias solitarias marca a quienes han sufrido
cualquier tipo de exilio, con independencia de raza y nación.

El problema con los cubanos se ha vuelto más complejo con los años, al
mezclarse las categorías de exiliado, refugiado, expatriado y emigrado
entre los miembros de un mismo pueblo.

El exiliado es quien no puede regresar a su patria —la persona
desterrada—, mientras que los refugiados son por lo general las víctimas
de los conflictos políticos. El expatriado es aquel que por razones
personales y sociales prefiere vivir en una nación extraña y el emigrado
es cualquiera que emigra a otro país.

En el caso de Cuba, estas categorías han ido modificándose en los
últimos años. Ahora muchos que viven en el exilio pueden entrar y salir
de la isla sin problema. Hay indudablemente una transición de exiliado a
expatriado, aunque por lo general se vuelve pero no se regresa.

Esa distancia entre el ir y el regresar —por las razones más diversas,
desde políticas a económicas y familiares— está estableciendo una nueva
identidad que se caracteriza por una difusión, que es ajena a lo que
definió a la inmigración cubana durante la segunda mitad del siglo
pasado. No es más que parte de un fenómeno mucho mayor: la difusión de
fronteras entre la isla y Miami.

Sin embargo, en este caso se habla de una tendencia reciente, que es
incapaz aún de caracterizar al exilio en su conjunto. Porque la inmensa
mayoría de quienes viven en esta ciudad, caen en la categoría de
exiliados, para los que el regreso a la patria no es aún una prioridad,
y probablemente nunca lo será.

Sin embargo, aunque no todos "practican'' el exilio con igual fuerza,
ello no impide que se adopte un "código político", y es aquí donde el
anticastrismo es único, pero diverso a la vez.

Source: ¿ALEJANDRO ARMENGOL: Anticastrismo o anticastrismos? | El Nuevo
Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/alejandro-armengol/article2966395.html

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