jueves, 18 de octubre de 2012

La solución que falta

Publicado el miércoles, 10.17.12

La solución que falta
En esencia la nueva ley no altera los trámites esenciales que regulan
los viajes
Vicente Echerri

La nueva ley de inmigración que el régimen cubano promulgara esta semana
y que entrará en vigor a principios del próximo año vino a confirmar las
expectativas de los muchos que esperaban en Cuba la supresión de algunas
medidas onerosas que llevaban más de medio siglo en vigor: en lo
adelante no hará falta el permiso de salida ni la carta de invitación
para viajar, ni se les confiscarán sus propiedades a los que emigren. En
un país donde la primer vocación de los ciudadanos es convertirse en
extranjeros, y la primera carrera a que se aspira es la de salir
huyendo, estos anuncios –que aligeran los pesadísimos trámites
burocráticos que se han interpuesto durante tantos años en el camino de
la libertad y la realización personal de tantos– bien que hayan sido
recibidos con alivio, si no con alegría.

Las nuevas medidas se dan en el contexto de una cierta flexibilización
que el gobierno de Raúl Castro introdujo en el último año, que vino a
despenalizar la compraventa de inmuebles y autos y que permitió el
regreso de la pequeña empresa privada que había sido víctima de la
llamada "ofensiva revolucionaria" de 1968 que sólo sirvió para
acrecentar las dificultades de vida y la miseria colectiva desde entonces.

Sin embargo, así como las trabas impositivas, la ausencia de una genuina
inversión y de un sistema de mercado hace que este proyecto de pequeñas
empresas padezca de raquitismo congénito y esté condenado, en la mayoría
de los casos, a un medro un poco por encima de la subsistencia; así
también las nuevas regulaciones migratorias se producen en medio de una
sociedad empobrecida, que despierta naturalmente el recelo y el rechazo
en los consulados donde sus ciudadanos soliciten visados de turismo y
que, con sus mecanismos represivos intactos, sigue haciendo de la
posibilidad de viajar al extranjero, para un segmento significativo de
los que podrían hacerlo por sus propios medios, un privilegio que el
Estado otorga o niega.

Es de celebrar que una carta de invitación no le haga falta al ciudadano
cubano para que su gobierno le otorgue un permiso de salida, lo cual, de
suyo, es ya una aberración; pero estoy seguro que algún compromiso
parecido exigirán las autoridades consulares de los países donde los
cubanos quieran viajar, ya sea de instituciones o personas, a menos que
se trate de individuos de sobrada solvencia, que algunos hay. La mayoría
de los cubanos que vienen a ver a sus familiares en Estados Unidos, por
ejemplo, carecen de medios para sufragar los costos de un viaje que
–sólo en lo que a boletos de avión concierne– suelen ser exorbitantes si
se tiene en cuenta la distancia que media entre ambos países; por
consiguiente son esos familiares o instituciones –en algunos casos de
académicos, artistas o intelectuales– los que tendrán que invitar y
responsabilizarse por estos visitantes, como ha sido hasta aquí. En
esencia la nueva ley, más allá de suprimir algún enojo adicional, no
altera –y no puede alterar– los trámites esenciales que regulan los
viajes de los cubanos al exterior.

A esto se suman todas las excepciones que el Estado se arroga con el
pretexto de impedir o frenar la "fuga de cerebros", lo cual deja en
vigor las cartas de "liberación" que seguirán precisando los
profesionales, deportistas, funcionarios de cierto rango, etc., para
poder emigrar, así como el control que el Estado sigue ejerciendo sobre
la emisión de pasaportes con una amplia latitud que sirve para amparar
la práctica de la más insolente arbitrariedad.

Para los cubanos que residen en el exterior, el requisito de viajar a
Cuba con un pasaporte nacional, aunque se hayan naturalizado en otro
país, sigue siendo una medida de extorsión y control que viola hasta la
propia constitución cubana, que no consiente la doble nacionalidad.
Desde luego, existe una lista de excluibles, entre los que se encuentran
aquellos que se han dedicado a "organizar, estimular, realizar o
participar en acciones hostiles contra los fundamentos políticos,
económicos y sociales del Estado cubano". Me inscribo orgullosamente en
este grupo, lo cual me exime de cualquier explicación de por qué ni
siquiera he contemplado la posibilidad de regresar a mi país de origen
mientras en él se mantenga el "orden" actual.

Ese "orden", que parece edulcorarse en los últimos tiempos con ésta o la
otra medida, producto más de un desesperado anhelo de supervivencia que
de un auténtico deseo de reformas, es lo que necesita ser extirpado como
una malignidad para la salvación de una nación entera. Otros expedientes
menos ambiciosos son meras cataplasmas.

© Echerri 2012

http://www.elnuevoherald.com/2012/10/17/1324369/vicente-echerri-la-solucion-que.html

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