miércoles, 17 de octubre de 2012

La pérdida de mi pasaporte

Opinión

La pérdida de mi pasaporte
Orlando Luis Pardo Lazo
La Habana 17-10-2012 - 10:17 am.

'Hemos perdido el último documento probatorio de la barbarie: nuestro
pasaporte, que se suponía fuese una obligación del Estado para con
nosotros.'

El golpe mediático (la bobería de los reporteros internacionales que
aplauden ilusionados en mi móvil, hasta casi agotarle las baterías) es
abrumador: todos están convencidos de que las reformas raulistas se
profundizan y expanden (¿metástasis del materialismo marxista?), pues
los cubanos por fin compramos y vendemos cositas caras como casas y
carros, y hasta la promesa migratoria se cumplió más temprano que tarde
(aboliendo de paso una de las más feudales leyes del fidelismo, la 989
del 5 de diciembre de 1961); en fin, que la Transición post-comunista,
compañeros, ahora sí ya está al doblar de la esquina…

Insistir en las quejitas digitales de la disidencia cubana es ahora, a
los efectos de los estándares periodísticos democráticos, prácticamente
una malcriadez. El mundo tampoco marcha tan bien, cariño… A nuestro
pueblo paternalizado, por supuesto, le falta información (para eso es el
paraíso: una empalizada que deja afuera la mierda y el mal, kitsch
bíblico-totalitario). Si supiéramos… Europa cae en picada, por ejemplo,
y Estados Unidos se latinoamericanizó. Habrá guerra santa nuclear en el
nombre incaricaturizable de Alá. Las exrepúblicas socialistas son mafias
(para no mencionar a Miami, por favor). Como pueblo insular, los
cubanitos inconformes debiéramos quedarnos callados por un buen rato.
Hay que ser humildes y sobrevivir sin aquellos derechos que eran un
lugar común en diciembre de 1958 (ah, la república pútrida), y sin
muchos que incluso existían desde la etapa colonial (la independencia
encontró gran parte del trabajo legal hecho por otras tendencias menos
homicidas).

Pero, ya sabemos, la Revolución justifica los medios (incluso los medios
masivos). Y los miedos.

Leo y releo las profecías migratorias para el 13 de enero de 2013
(13-1-13, fecha que podría reordenarse como 3-3-3 con cierto fervor
apocubalíptico). No soy abogado (tal como me lo recuerdan puntualmente
los peritos de la policía política cada vez que me secuestran con
amabilidad), tal vez por eso no entiendo nada. Habito en Braille o en un
gutural lenguaje de mudos. Hay que tener fe, incluso fe fósil. Que lean
ellos desde el poder. Hay que esperar el futuro. Esperar lo fútil.

Un detalle me queda muy claro. Hemos perdido el último documento
probatorio de la barbarie: nuestro pasaporte, que se suponía fuese una
obligación del Estado para con nosotros. Desde el año próximo,
volveremos a aquel estatus ridículo de ciudadanos únicamente con carnet
de identidad (plastiquito con huellas digitales y donación de órganos,
pero sin valor para el resto del planeta). Ahora nadie obtendrá una visa
de ningún país "enemigo" si el Gobierno no quiere. Se acabaron esos
shows incriminatorios sobre la violación de un derecho humano clave para
nuestra liberación de verdad. El exilio quedará en una cubanísima casa
del carajo, mientras que el insilio contará con ciudadanos legítimos y
ciudadanos desclasados por el Estado. Castas de la Raúlpolitik. Con un
poco de $uerte, hasta se hará realidad la pesadilla aeronáutica del
paleo-revolucionario Ricardo Alarcón.

Por mi parte, antes de que se constituya en un objeto ilegal (¿quién
sabe si incriminante?), guardaré bajo llave (junto a la inocencia seca
de mi ombligo y mis dientecitos de leche), para mis nietos o mis
biógrafos, como recuerdo de cuando la crisis cubana hizo trizas el Telón
de Azúcar, mi pobrecito y primer pasaporte personal.

http://www.diariodecuba.com/opinion/13522-la-perdida-de-mi-pasaporte

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