martes, 16 de octubre de 2012

En diez minutos

En diez minutos
Martes, Octubre 16, 2012 | Por Frank Correa

LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -En la puerta cerrada de una
oficina de cobros a la población, de una empresa municipal de servicios,
colgaba un cartel: Regreso en diez minutos. Aludía a la ausencia
temporal del puesto de trabajo, por parte de la empleada encargada de
atender al público, tal vez debido a una urgencia imprevista.

Los clientes que llegaban a pagar cuentas de luz, teléfono, gas, o para
asentar cuños, o a solicitar otros servicios, a medida que la cola se
iba alargando, se dedicaron a chotear a costa del cartel.

El primero de la cola repetía que cuando llegó, a las ocho de la mañana,
ya estaba el cartel ahí, y eran las once. Un individuo que tenía mucho
apuro por salir de su trámite, pues tenía que irse corriendo para otra
diligencia, dijo que en Cuba todas las medidas estaban adulteradas. La
libra ya no contiene 16 onzas, sino 14 o menos. El kilogramo no equivale
a 1000 gramos, sino 960 o menos. El litro nunca lo dan lleno. Una hora
de espera suele tener por lo menos 240 minutos. Y por lo visto, un
minuto era mucho, pero infinitamente mucho más de 60 segundos.

"Ayer compré un par de zapatos en la tienda -contó una mujer que estaba
allí para pagar el teléfono-, según la indicación, era el número 39, que
es mi número, pero no me sirvieron porque en realidad era dos números
menores al que calzo".

"El metro de tela no mide ya 100 centímetros -dijo otra mujer, que
esperaba por la empleada para solicitar una limpieza de fosa–, en la
regla de medir de la tienda, la marca está situada mucho antes del 100.
Incluso, me informaron muy seriamente que es una normativa instaurada
por la empresa".

"Hasta los sabores están cambiados –añadió otro individuo-, con los
productos químicos que les echan a las frutas y a las viandas para
acelerar su maduración. Ahora, a veces un platanito te sabe a frutabomba
y un aguacate a malanga. Y ni hablar de los precios, en los que sí es
verdad que nos acaballan a la cara".

Al fin, entre quejas y choteos, dieron las doce del mediodía, pero la
empleada no llegaba. La cola colmaba el pasillo. Los clientes
continuaban burlándose amargamente del tamaño de los diez minutos,
cuando bajó otra empleada del piso de arriba, que iba a almorzar, y se
echó a reír. Le comunicó a los clientes que Juliana, la empleada de
aquella oficina, estaba de vacaciones. El cartel lo había colocado la
semana pasada, cuando tuvo que salir al baño con urgencia, y luego
olvidó retirarlo.

Desconocía esta empleada por qué la administración no había reparado
todavía en la anormalidad de aquel letrero en la puerta. "Pero, quién
sabe, tal vez dentro de diez minutos se dan cuenta y retiran el cartel",
resumió sonriente.

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