jueves, 18 de octubre de 2012

Elegir… o fingir hacerlo?

¿Elegir… o fingir hacerlo?
Miércoles, Octubre 17, 2012 | Por René Gómez Manzano

LA HABANA, Cuba, octubre, www.cubanet.org -Hace una semana, fueron
noticia mundial los comicios presidenciales de Venezuela. De los varios
candidatos, dos tenían posibilidades reales de triunfo: eloficialista
Hugo Chávez y el joven opositor Henrique Capriles Radonsky. Según los
resultados oficiales —reconocidos por este último—, el teniente coronel
obtuvo alrededor del 55 por ciento de los sufragios, mientras que su
principal oponente recibió el 45 restante.

Ante quienes hablan de una contundente victoria del actual inquilino del
Palacio de Miraflores, yo reconocería que la victoria de éste fue clara,
pero también los exhortaría a tomar en cuenta los números: En esencia,
de cada veinte electores, once escogieron a Chávez, mientras que los
otros nueve optaron por Capriles.

Esto quiere decir que aunque el primero ganó de manera irrefutable, el
segundo logró un respaldo nada despreciable, pese a las evidentes
desventajas que confrontó en la campaña debido al acceso ilimitado del
candidato oficialista a las emisoras de radio y televisión (a las que
una ley sancionada por él mismo obliga a ponerse en cadena cada vez que
desea hablar al pueblo).

A raíz de esos comicios, un periodista miamense me pidió que le
expresara mi opinión al respecto. Me dio la impresión de que mi
respuesta lo sorprendió, pues le contesté más o menos lo siguiente: "Las
elecciones venezolanas demuestran que las de Cuba —para decirlo en pocas
palabras— no sirven".

Es que da la casualidad que ellas han coincidido en el tiempo con las
municipales de nuestro país. Las constantes informaciones brindadas
sobre los comicios de la república bolivariana por los órganos de
difusión masiva del Archipiélago (que cubrieron el asunto como si
tratase de un tema nacional) obligan a que todos hagamos comparaciones.

Pese a las ventajas con las que contó el candidato oficialista en
Venezuela, es un hecho cierto que los electores de ese país tuvieron una
escogencia: podían seleccionar entre diversas opciones. En dependencia
de cuál de éstas obtuviese la mayoría, la Nación podría mantener el
mismo rumbo o realizar un cambio sustancial e importante.

De hecho, aunque triunfó la variante continuista, la notable proporción
de votos alcanzada por Capriles ha inclinado a Chávez a mostrar un
talante más conciliador. Esperemos que su anuncio de un diálogo con la
oposición no sea una treta, sino que sirva para moderar las
contradicciones internas del país, que su misma política ha exacerbado.

Por supuesto que en la Isla no sucederá nada parecido. En las elecciones
municipales —única fase del proceso comicial que merece ese nombre, pues
se escoge entre varios candidatos— los cubanos se limitarán a determinar
quién los representará en el correspondiente concejo, un cuerpo carente
de todo poder real.

Una vez que los órganos locales queden constituidos, se pasará a una
segunda etapa, en la cual se determinará la composición de las asambleas
provinciales y de la Nacional. Ahí entrará en acción la otra parte del
sistema establecido por la vigente Ley Electoral, que garantiza la
autoperpetuación de la dirigencia existente.

Los candidatos serán seleccionados por comisiones de candidatura
compuestas por los representantes de las "organizaciones de masas"
—meras correas de transmisión del partido único—; el número de aquéllos
igualará el de los cargos a cubrir. La votación —pues— será una simple
formalidad, pues la "elección" de todos estará garantizada.

A juzgar por procesos similares anteriores, es de presumir que los que
concurran a sufragar en Cuba rebasen en unos cuantos puntos la cifra del
90 por ciento. En Venezuela fue de poco más del 80, y esto fue aplaudido
por los actores políticos nacionales, la prensa y líderes extranjeros.
Sin embargo, la proporción que se alcance en Cuba, pese a ser
previsiblemente superior, carecerá de importancia.

Tampoco habrá en nuestro país encuestas sobre las intenciones de voto,
ni spots publicitarios a favor de uno u otro candidato. Ninguno de éstos
expresará ante sus supuestos electores qué planes tratará de implementar
tras alcanzar el triunfo, ni intentará convencerlos de las bondades de
su propuesta, pues la Ley, aunque parezca increíble, prohíbe hacer
campañas de cualquier tipo.

Los asesores de relaciones públicas no se fatigarán buscando la foto en
que su líder exhiba la sonrisa más cautivadora. Los ciudadanos sólo
verán los rostros pétreos y poco tranquilizadores de los nominados,
captados por asalariados del lente. ¿Qué interés podrá haber en darles
un aspecto agradable, si da lo mismo quién salga en las elecciones
municipales, y en las provinciales y nacionales todos van a ganar!

Ante realidades como ésas, frente a las comparaciones entre uno y otro
proceso que por fuerza han hecho los cubanos, ¿habrá pensado la
dirigencia del país en que ya es hora de ir cambiado el alucinante e
impresentable sistema comicial que impera hoy en la Isla?

http://www.cubanet.org/articulos/%c2%bfelegir%e2%80%a6-o-fingir-hacerlo/

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