jueves, 30 de agosto de 2012

El germen de la autodestrucción

América Latina

El germen de la autodestrucción
Fabio Rafael Fiallo
Suiza 30-08-2012 - 10:18 am.

¿Por qué no prosperan los países del eje bolivariano?

En el momento de la catástrofe ecológica de Chernóbil, las autoridades
soviéticas trataron inicialmente de esconder la realidad, minimizando la
importancia de lo que ocurría en el país. No pudieron, sin embargo,
mantener esa postura por más de unos días: los satélites estadounidenses
hicieron de conocimiento público, a través de las redes mundiales de
televisión, la gravedad de la situación. Humillante fue para la URSS no
tener más remedio que reconocer la veracidad de las imágenes diseminadas
por la superpotencia rival.

El desarrollo de la tecnología capitalista —elemento determinante de lo
que en la jerga marxista suele llamarse "fuerzas productivas"— había de
esa forma logrado asestar un rudo golpe a los métodos de desinformación
de los regímenes comunistas.

Algo similar ocurre con los métodos de toma del poder utilizados por
movimientos políticos con designios dictatoriales. El impacto sicológico
de la caída del Muro de Berlín, junto al surgimiento y crecimiento de
nuevos medios de comunicación y difusión de información (redes sociales,
internet y parábolas de televisión, entre otros), fruto de las "fuerzas
productivas" del capitalismo, ha tenido como resultado el auge y
fortalecimiento del ideal democrático a través del mundo, lo que ha
obligado a esos movimientos a ajustar sus estrategias a las nuevas
circunstancias.

En América Latina, la guerra de guerrillas (como la de las FARC en
Colombia) ha pasado de moda, al igual que las intentonas de golpe de
Estado (como la de Chávez en 1992). Ahora los "revolucionarios"
prefieren acudir a elecciones, prometiendo villas y castillas,
cacareando a los cuatro vientos su profunda fe democrática y jurando por
todos los santos su gran pasión por la libertad.

Ésa es la vía que han seguido los líderes del eje bolivariano (Chávez,
Ortega, Correa, Morales y los Kirchner) para alcanzar el poder.

No obstante, una vez ganadas las elecciones, se pone en marcha un
siniestro mecanismo tendiente a corroer, cual un cáncer, la libertad de
expresión y asociación, la independencia de la justicia, el pluralismo
político y la alternancia en el poder. Al igual que en las repúblicas
bananeras de antaño, la presidencia vitalicia se convierte en objetivo
primordial.

Según proclaman nuestros autócratas bolivarianos, lo que ellos hacen no
es destruir la democracia, sino fortalecerla, despojando a la
"burguesía" de lo que le queda de poder.

¿Cuál es el destino de ese proceso de demolición de la democracia? Pues
bien, el mismo que condujo al colapso del bloque soviético, el mismo que
obliga a la economía castrista a vivir con el gotero puesto,
alimentándose de las dádivas de sus cómplices (URSS, Chávez), el mismo,
también, que destruyó los experimentos socializantes de Perón en
Argentina, Allende en Chile, Velasco Alvarado en Perú, los sandinistas
en Nicaragua y Omar Torrijos en Panamá, a saber: la demostrada
incapacidad de todos los intentos socialistas de desarrollar las
"fuerzas productivas".

Y eso es lo que está ocurriendo ahora en los predios bolivarianos. La
economía no funciona, sobrevive simplemente gracias a la renta del
petróleo o a la exportación de algunas materias primas o productos
agrícolas.

Se desencadena así un círculo vicioso que no puede sino dar al traste
con el régimen que lo causa. Al maniatar la iniciativa privada y la
clase empresarial (o "burguesía"), se aniquilan los incentivos para
producir e innovar. Los bienes de primera necesidad comienzan a
escasear, los precios aumentan, poniendo en marcha la inflación. El
régimen rehúsa cambiar de política, abrirse al mercado, y prefiere
imponer nuevas trabas (control de precios y divisas, expropiaciones).
Desaparece el incentivo de invertir y la fuga de capitales se convierte
en deporte nacional, lo que a su vez agudiza la escasez. El descontento
crece en consecuencia, lo que obliga a acentuar la represión. Hasta
llegar, tarde o temprano, a la explosión final.

Recordemos que es el propio Marx quien pone de relieve la importancia de
las "fuerzas productivas" en la evolución de toda sociedad. Para Marx,
son ellas las que determinan el potencial y la supervivencia de un
sistema económico. Cuando éste no logra desarrollar dichas fuerzas y se
muestra incapaz de responder a las aspiraciones de la sociedad, el
sistema termina por reventar.

Para contradecir los argumentos presentados aquí, se argüirá que el
capitalismo no está en condiciones de creerse superior, pues una grave
crisis lo sacude a nivel mundial. Salvo que ésta no es la primera ni la
peor de las crisis que a ese sistema le ha tocado atravesar. En todas y
cada una de las crisis precedentes, los detractores del capitalismo
anunciaron la crisis "final" del mismo, equivocándose cada vez. Y
mientras el capitalismo no cesa de rebasar sus crisis, las tentativas
socialistas mueren una tras otra en un fiasco total.

Se argüirá, además, que en China no hay democracia y sin embargo el
sistema se mantiene. Salvo que en China, a diferencia de los regímenes
bolivarianos, no se estigmatiza el capital. Allá el slogan vigente,
lanzado por Deng Xiaoping en 1978, es "Enriquézcanse", consigna en las
antípodas del "Exprópienmela", proferido por Hugo Chávez cada vez que
una empresa privada osa contradecir sus absurdas ordenanzas.

Es por la conjunción de esos dos factores —odio a la clase empresarial y
trabas a las fuerzas del mercado— por lo que, empleando otra expresión
sacada de la fraseología marxista, se puede hoy afirmar que el eje
bolivariano trae consigo el germen de su propia destrucción.

http://www.diariodecuba.com/internacional/12760-el-germen-de-la-autodestruccion

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