lunes, 30 de noviembre de 2009

Raúl Castro y la indecisión

Publicado el lunes, 11.30.09
Raúl Castro y la indecisión
By ALEJANDRO ARMENGOL

Hace poco más de un año, el general Raúl Castro pidió a los cubanos
``trabajo'' y ``paciencia'' para recuperarse de los destrozos de los
huracanes que habían azotado a la isla. Ahora, al convocarse la sesión
final de este año del parlamento cubano, que se celebrará el 19 de
diciembre, lo que está a la vista son mayores restricciones y un
panorama desolador.

En la reunión se aprobarán las medidas que ejecutará el gobierno de Raúl
Castro en el 2010 a fin de enfrentar la crisis económica que afecta a la
isla, informaron medios cubanos el viernes 27 de noviembre.

Durante el encuentro anterior, realizado el 1 de agosto, el gobernante
cubano anunció un ajuste basado en el ahorro, el aumento de la
producción y eficiencia laboral, la sustitución de importaciones y la
reducción de gastos.

Sin embargo, estos ajustes no se han llevado a la práctica o se han
hecho a medias.

Incluso con anterioridad a que asumiera de forma oficial la presidencia
de Cuba, Raúl Castro había formulado el mensaje de que lo que su
gobierno consideraba ``la revolución y su continuidad'' dependían de
``hacer eficiente'' la economía.

Durante el tiempo que lleva el general cubano al frente de la
administración del país, se destacan dos tendencias en pugna: una que
favorece darle prioridad a la producción e introducir medidas de
estímulo como un incremento en los pagos y sueldos, y otra preocupada
por un férreo control ideológico de la gestión económica, con el
supuesto objetivo de evitar o disminuir desigualdades.

Tradicionalmente --y de forma esquemática-- se ha identificado a Raúl
con la primera y a Fidel con la segunda.

La realidad es mucho más compleja.

Phillip Peters, vicepresidente del Lexington Institute, ha escrito sobre
la distancia que existe entre el análisis de los problemas económicos,
bajo el gobierno de Raúl Castro, y las soluciones que se intenta poner
en práctica.

Cabe señalar dos bloques, que por una parte definen la distancia entre
las aspiraciones y las realidades del gobierno raulista y por la otra
las diferencias entre la situación en que vivían los cubanos antes de la
llegada al podeer del menor de los Castro y el momento actual.

En el primer caso, hay un marcado contraste entre un diagnóstico claro
--con frecuencia ``brutal'', dice Peters-- y las soluciones tardías y a
medias llevadas a cabo por el actual gobierno cubano. Por otra parte,
este reconocimiento al planteamiento real de los problemas, llevado a
cabo por algunos órganos de la prensa oficial cubana, debe ir acompañado
del señalamiento de que por lo general estos omiten o no enfatizan el
corto alcance de las soluciones adoptadas hasta el momento. Es decir,
que no basta el planteamiento del problema cuando no se dice además lo
poco que se hace para resolverlo o lo ineficaz que resultan las medidas
adoptadas al respecto.

La ``excusa perfecta'', que se menciona una y otra vez ante la
ineficiencia económica del gobierno del general, es la presencia de su
hermano mayor: un Fidel Castro que desde un ámbito semiprivado continúa
influyendo o determinando en las decisiones.

Para Raúl Castro, esta dependencia puede tener un efecto doblemente
negativo. Por una parte lo muestra indeciso. Por la otra, está la
percepción que en estos momentos tienen quienes viven en la isla: pese a
una serie de pequeñas reformas, la situación real se ha tornado mucho
peor que antes de la llegada de Raúl al poder: menos productos
agrícolas, la vuelta de los ``apagones'', aunque aún limitados a ciertas
zonas, precios más elevados, menores ingresos del estado y un déficit
comercial cada vez más elevado, que repercute negativamente en el nivel
de vida de la población en general.

Dos son los aspectos básicos, que constituyen la diferencia más marcada
entre el relativamente breve gobierno de Raúl Castro y los largos años
bajo el mando de su hermano mayor.

Donde Fidel Castro veía supuestas limitaciones individuales, una
ausencia de cualidades revolucionarias y un afán natural hacia la
avaricia y el enriquecimiento que el estado debe reprimir, Raúl Castro
ve una condición humana, un mecanismo y una forma de motivación que la
sociedad debe aprovechar para su desarrollo: una paga sin restricciones,
la posibilidad de tener más de un empleo y la existencia de estímulos
económicos que permitan la utilización del dinero como motor impulsor de
una mayor productividad. En este sentido, Raúl Castro no sólo apoya lo
postulado por Marx en la Crítica del Programa de Gotha, sino la célebre
frase de Bujarin a los campesinos rusos: ¡Enriqueceos!

l otro aspecto básico tiene un fundamento más práctico, y es donde hasta
el momento se evidencia la mayor limitación de un posible plan raulista,
y es el énfasis en la transformación agrícola como una forma de superar
en buena medida las limitaciones económicas por las que atraviesa la
isla. El gobierno de Raúl Castro ha tratado de estimular la agricultura
a través de formas diversas, desde lograr que el estado pague sus deudas
a los campesinos hasta un aumento de los precios que paga por los
productos agrícolas y la entrega de tierras improductivas en usufructo a
quienes quieren cultivarlas. Hasta el momento, los resultados de tales
planes han sido pobres. Es aquí donde radica, hasta la fecha, la muestra
más clara de lo que apunta a ser un fracaso del gobierno de Raúl Castro.

aarmengol@herald.com

ALEJANDRO ARMENGOL: Raúl Castro y la indecisión - Columnas de Opinión
sobre Cuba - ElNuevoHerald.com (30 November 2009)
http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas-de-opinion/v-fullstory/story/598480.html

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